Como los irreductibles galos que se oponían a la ocupación romana, los vecinos del pequeño pueblo de Benitagla (Almería) han logrado ser la única localidad andaluza en la que el coronavirus no ha infectado a ninguno de los 58 vecinos de este blanco rincón de la Sierra de los Filabres.
Sin panadería, tienda, bar o farmacia, en esta población funcionan a “toque de pito”, como señalan sus residentes, ya que la única forma de hacer la compra es esperar a la llegada de los vehículos procedentes de obradores de los pueblos aledaños o a los vendedores ambulantes que cada semana pueblan sus calles.
El alcalde de Benitagla, Juan Padilla, tiene claro que el mérito de este logro es de los vecinos, que presentan un sentido de la responsabilidad digno del Peter Parker del noveno arte.
“Desde el Ayuntamiento hemos desinfectado las calles un par de veces o tres a la semana. Después cuando hay un poco de aglomeración de personas cuando vienen los coches ambulantes a vender y se juntan 10, 15 o 30 personas comprando, más los que vienen de fuera, lo hemos desinfectado antes de que vengan y después de irse. Dentro del Ayuntamiento hacemos lo que podemos pero repito, todo el mérito lo tienen los vecinos”, dice el regidor en declaraciones a EFE.
Porque, apunta Padilla, no se ve nunca a nadie en la vía pública sin mascarilla o sin guardar la distancia social. Aquí, la población mayor de 75 años es la mayoritaria. Y aunque en invierno sólo unos 30 de sus censados residen aquí, la cosa cambia con la llegada del buen tiempo.
“Hemos tenido muchísima suerte, en verano han venido de fuera, de Barcelona, de Madrid, de todos sitios, muchas personas, quinientas o seiscientas, y hemos tenido la suerte de que no ha venido contagiada ninguna”, dice el alcalde, quien insiste que ahora para Navidad o Reyes ha venido mucha gente también”.
“El mérito es de los vecinos, de todos ellos, que se han concienciado y saben lo que tienen que hacer. Son responsables", afirma.
Ángeles Padilla es una de las residentes permanentes de Benitagla y lo tiene claro. “Yo lo estoy viviendo bien, no salgo a ningún sitio, salgo cuando tengo que hacer alguna compra y andar, ando un poquito, llego hasta el cementerio, porque está en llano, cuestas no puedo subirlas”.
Y es que Ángeles usa muletas y muchas de las calles de este pueblo serrano no son para ella, aunque eso no quita que siga el ya consabido ritual cuando sale de casa: “Lo primero es siempre ponerme mi mascarilla, la tengo siempre aquí para que no se me olvide”.
“Aunque vaya a distancias cortas, siempre me la pongo, no salgo nunca sin ella. La gente del pueblo siempre las usa, poca gente se ve sin mascarilla”, insiste.
Ana María Navarro es natural de Macael (Almería) pero gestiona el Centro Guadalinfo de Benitagla. “Yo empecé a trabajar aquí justo en la pandemia, y se ha vivido protegiéndose muchísimo, desde el principio. Han llevado mascarillas. Nunca han bajado la guardia”, dice.
“Por ejemplo, en el verano pasado que estábamos mejor en general del virus, igual, seguían protegiéndose. Y en ningún momento han bajado la guardia. Han seguido siempre con la misma técnica, su mascarilla, con el gel de manos...", apunta.
Algo que también pasa en el propio Centro Guadalinfo, dónde siempre respetan el aforo máximo permitido, guardando las distancias y esperando en la puerta a ser atendidos. “Cumplen a rajatabla las medidas”, asegura.
Así, este oasis dentro de un desierto de contagios, sigue teniendo claro que la mejor medicina contra la enfermedad es la responsabilidad y prevenir, antes que curar.