El nuevo Concepto Estratégico de la Alianza Atlántica, aprobado en Madrid por los treinta países miembros, no hace mención expresa a Ceuta y Melilla, ciudades a las que el Tratado de Washington no otorga protección por razones geográficas e históricas. Sin embargo, el punto 20 del documento, ratificado en la capital de España, sí permite interpretar que las cosas han cambiado, y que un ataque contra las ciudades autónomas tendría una respuesta de la OTAN. Asegura el texto que se defenderá “cada centímetro del territorio aliado” y preservará “la soberanía y la integridad del territorio de todos los aliados” contra cualquier agresor.
El Gobierno español se da por satisfecho, pero bien le vendría aplicar una nueva versión del refranero: a la OTAN rogando y con el mazo dando. ¿Estamos haciendo nuestros deberes para que España, por sí sola, pueda proteger la integridad territorial de Ceuta y Melilla? Es un hecho, pese a los compromisos expresados por el presidente Sánchez, que aún estamos lejos del 2% del PIB en gasto militar. También es una evidencia que el Estrecho de Gibraltar es una prioridad de Estado para Marruecos, pero no (lo parece) para España. Durante los últimos años, Rabat ha reforzado su zona de influencia marítima con la creación de bases militares en Tánger, Tetuán y Nador. Además, ha invertido en armamento procedente de Estados Unidos e Israel, con la amenaza incluso de desplegar misiles antiaéreos en la zona del Estrecho de Gibraltar. Mientras, el Mando Artillería de Costa del Ejército de Tierra, por citar un ejemplo, espera per saecula saeculorum la dotación de misiles tierra-mar, reclamación que se remonta a la década de los noventa y que fue sustituida por grupos de cañones móviles, que reemplazaron a las obsoletas baterías de costa, ya desartilladas.
España tiene el foco en las misiones en el extranjero. Sigue aportando unidades -carros de combate, artillería autopropulsada y misiles antiaéreos- a Letonia, en el marco de la misión Presencia Avanzada Reforzada. Además, tiene una batería Patriot en Turquía, desplegada desde 2015 a raiz de la guerra de Siria. Mientras, seguimos esperando a que el gran hermano atlantista nos saque las castañas del fuego en caso de un conflicto en el Sahel. La táctica debe ser colaborar con nuestros aliados, pero la estrategia tiene que virar hacia el Estrecho.