Imágenes sobre imágenes, sobre imágenes, sobre imágenes. El ser humano está formado por numerosos compuestos químicos, pero en su cuerpo caen todo el peso de las imágenes. Las que recuerda, las que cree recordar, las que ve, las que imagina. Voy en el último de los cuatro trenes que he cogido este fin de semana y una chica, en la otra fila, se hace una foto para mandársela a alguien. Mi compañera de asiento cierra los ojos y evoca algo indescifrable, una imagen secreta. Delante, unos chavales ven en el móvil una serie que les interesa. Afuera es de noche, no se ve nada, y la realidad del interior del tren va creciendo como una estrella. Imágenes sobre imágenes.
También tengo una imagen para las voces, unas que me vienen de delante, parece que son dos personas que discuten. No mucho, intentan no hacer ruido, pero igualmente se intuye que son voces forzadas, algo las hace ir deprisa. Corren tanto siempre las palabras de un lado a otro, de una boca a la otra, que me pregunto por qué no podemos comunicarnos así, en este tono medido de la escritura. No con la literatura, pero sí con esta lentitud que da el pensamiento.
Hace un rato estaba con mi amigo comiendo en un bar y había un chico que hacía fotos a los platos que le servían. Creo que no hay forma más absurda de malgastar las imágenes. Luego, también existen imágenes que quieres detener, como la de mi amigo y yo corriendo por la calle. Me acompañaba porque iba con el tiempo justo para coger el tren y no quería que me perdiese. Quiero dilatar esa imagen y vivir en ella, pero eso no puede hacerse, las imágenes no son ni espacio ni tiempo, ni duran ni se habitan.
Afuera es de noche, no se ve nada, aunque de vez en cuando aparecen en el fondo negro algunas luces amarillas. Pequeños pueblos a lo lejos, luces alternas de algunas torretas de luz o alguna farola de las carreteras que rozamos. Voy avanzando y comprendo que esa oscuridad casi total es suficiente para los ojos, la mente pone el resto. El lugar de la mirada es el misterio, la abundancia de objetos frente a uno genera desinterés. ¿Cómo sería la mente antes de la aparición de las imágenes? ¿Y cómo antes de la aparición de las palabras? Tomate es una palabra, pero también una imagen. Seguro que cuando era muy pequeño, aparecieron las primeras vocales, luego sílabas que pronunciaba por separado: “ma”, “pa”, “te”. Poco a poco las palabras fueron llenándolo todo. A lo que veo, a cada imagen, le pongo un nombre. Ahora con los ojos ya no veo porque las palabras se los llevaron. Todo esto para llegar a una conclusión: escribo para limpiar de sílabas lo que observo.
Queda aún bastante viaje. Imágenes sobre imágenes, como la del tren que atraviesa la noche como una estrella.