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Punta Umbría

Afirman que ?Gabo? le cogió rabia a ?Cien años de soledad?

El escritor colombiano Gabriel García Márquez le cogió ?rabia? a su novela más famosa, Cien años de soledad, por la fama que consiguió tras su publicación, según el diplomático, periodista, biógrafo y compadre del Nobel, Plinio Apuleyo Mendoza.

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  • El célebre escritor colombiano, Gabriel García Márquez. -
  • Apuleyo Mendoza asegura que esa rabia fue motivada por la fama que obtuvo tras su publicación
  • El diplomatico revela que Gabriel García Márquez está escribiendo una novela de amor
El escritor colombiano Gabriel García Márquez le cogió “rabia” a su novela más famosa, Cien años de soledad, por la fama que consiguió tras su publicación, según el diplomático, periodista, biógrafo y compadre del Nobel, Plinio Apuleyo Mendoza.

En una entrevista con Efe, el periodista colombiano explicó que García Márquez también le restó valor a esa novela porque considera que fue “muy fácil” escribirla, una tarea a la que dedicó tan sólo 18 meses, frente a los 17 años empleados para El otoño del patriarca.

Mendoza se encuentra en Londres para participar en la tertulia Perspectivas de Gabriel García Márquez, en la que intervendrán el británico Gerald Martin y el colombiano Dasso Saldívar, también biógrafos de Gabo, y que se enmarca en la serie de eventos Colombia: historia, narrativa y poesía, programada por la Embajada de Colombia en la capital británica.

El diplomático, que conoce al escritor desde hace unos 60 años, indicó que éste, aunque aseguró que se retiraba de la literatura para dedicarse únicamente a leer, está escribiendo una novela de amor.

“Tiene seis versiones distintas y las quiere conectar. Se ha vuelto muy exigente consigo mismo y eso es terrible.
 
Todo el mundo está esperando cada nueva obra suya y se ha impuesto un nivel de exigencia muy alta”, apuntó.

Ahora, con 81 años, “el pobre Gabo sufre con la fama”, pero, cuando Mendoza se encontró con él por primera vez, tenía unos 20 años, “iba mal afeitado, estaba medio sucio y le hizo propuestas indebidas a una camarera”.
Al periodista le pareció un personaje “horrible”.

Además, el amigo que los presentó terminó de empeorar su impresión cuando definió a Gabo como “desastroso, un caso completamente perdido”, y le contó que no iba a clase, se emborrachaba y andaba con mujeres.

Luego, Gabo y Mendoza volvieron a encontrarse en París, donde nació una amistad que dura hasta nuestros días.

Sin embargo, al principio tuvo sus reservas al descubrir que llegaba “muy engreído” porque había publicado La hojarasca, su primera novela, y en Colombia le habían comparado con Faulkner y Joyce, algo que le parecía “ridículo”.

Pero a los pocos días, mientras comían juntos, empezó a nevar en París y todo cambió.

“La nieve barrió al personaje que se había creado y resucitó al niño, que comenzó a correr por la calle gritando como un loco y moviendo los brazos como un futbolista cuando marca un gol. Entonces yo descubrí que estaba loco, menos mal, porque de un loco sí podía hacerme amigo”, rememoró el escritor.

Juntos pasaron penurias económicas en París, “tiempos muy difíciles”, pero también compartieron destinos periodísticos en Venezuela, Colombia y Cuba y coescribieron El olor de la guayaba.

Fue Mendoza quien le prestó un poco de dinero para que cruzara la frontera de Estados Unidos hacia México, adonde llegó con 20 dólares para “iniciar una nueva vida”, y quien le sigue “diciendo barbaridades”, sobre todo en lo relativo a la relación del Nobel con Fidel Castro.

“Yo le digo: qué haces tú con el barbuchas todavía jodiendo y él me contesta que me he hecho muy de derechas. Él es amigo de Castro y un buen amigo de sus amigos, pero no creo que sea partidario del sistema porque nosotros visitamos el mundo comunista y quedamos muy desencantados”, afirmó.

Además, aseguró que, aunque siempre en la sombra, Gabo trata de ejercer influencia para que se libere a los presos políticos de las cárceles cubanas.

Para Mendoza, el secreto del éxito de García Márquez reside en que es un “poeta escondido” que emplea en sus novelas un lenguaje con “vuelo poético”, como hacía Jorge Luis Borges.

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