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Lo que queda del día

Marlaska no es el sheriff Brody

Fiscalía Antidroga ha pedido que el Ejército refuerce la lucha contra el narco, a ver si logramos que no venga nadie más a mearse a la puerta de un cuartel

Publicado: 17/02/2024 ·
11:09
· Actualizado: 17/02/2024 · 11:09
  • Marlaska con guardias civiles. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Uno de los momentos más dramáticos de la película Tiburón tiene lugar en el muelle de Amity tras la captura de un gran escualo. Casi todos piensan que es el que devoró en la playa al pequeño Alex y están de celebración; sin embargo, de pronto se hace el silencio ante la llegada de la madre del niño, vestida de luto, que va en busca del sheriff Brody. Cuando se encuentra ante el agente le dice que ha sabido que tenía constancia de la presencia de un tiburón y que, pese a todo, no cerró la playa, culpándole de la muerte de su hijo y abofeteándole antes de dar media vuelta. Todos sabemos que, en realidad, no es así, pero Brody termina aceptando su negligencia por haberse rendido a la imposición del alcalde.

La escena me vino de inmediato a la mente cuando se publicó que la viuda de uno de los agentes asesinados la pasada semana en Barbate se negó a que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, le impusiera al féretro de su marido una condecoración en el transcurso del funeral: no hubo bofetada, pero aquello fue, como se dice, una “guantá sin manos”. Cuentan que fue un momento bastante “violento”. Figúrense: soy ministro, el agente de un cuerpo que depende de mi área ministerial ha muerto en acto de servicio, voy a trasladar el pésame a su familia y a rendirle honores en la ceremonia religiosa y su viuda me reprende en público e impide que lleve a cabo la distinción porque me responsabiliza de lo ocurrido. Y sin embargo, Marlaska no es el sheriff Brody, por mucho que el presidente Sánchez haya podido consolarlo después y el resto del Gobierno haya hecho piña en torno a su figura.

La misma mañana del terrible suceso, el propio ministro ponía fin a una larga visita al Campo de Gibraltar en la que quiso mostrar cercanía con los colectivos vecinales antidroga y, sobre todo, presumir de unas cifras en la lucha contra los narcotraficantes que, pese a su exactitud, ocultaron durante muy poco tiempo esa otra realidad -la realidad suele ser terca y obstinada-, tan auténtica como las cifras, que provoca que muchos de los agentes de la Guardia Civil ejerzan su labor en situación de inferioridad frente al crimen organizado, ya sea por falta de medios, por la pérdida del principio de autoridad o por un obsoleto código penal que los propios delincuentes han aprendido a sortear como sortean las olas en cada una de sus fugas a mar abierto.

Pero Marlaska no es el sheriff Brody. De haberlo sido, el domingo habría venido al funeral celebrado en Cádiz. No digo haber ido a Barbate al minuto de silencio celebrado en el Ayuntamiento el sábado a mediodía -alguien podría haberlo interpretado como una provocación-, pero al menos sí a la ceremonia de la catedral en vez de haber viajado a la de Pamplona -por muy justificado que estuviese-, entre otros motivos porque tiene un ejercicio de responsabilidad y pertenencia para con la provincia desde la que se presentó a las elecciones generales, donde hizo campaña y donde se mostró tan cercano, inteligente y atento a nuestras preguntas el pasado verano.

Marlaska no es el sheriff Brody, pero a lo mejor sí piensa que lo es. Por eso no ha dimitido, aunque no tenga un alcalde imprudente en el que escudarse. Y puesto que no lo ha hecho, al menos haría bien en centrarse en lo que reclaman quienes están a pie de obra, desde un agente a compañeros de la judicatura. Tenga en cuenta así que existe cierto grado de consenso a la hora de reconocer que entre los escasos méritos del gobierno del presidente Zapatero se encuentra la creación de la UME, la Unidad Militar de Emergencias, a partir de una lógica que se ha mostrado bastante efectiva: sin guerras en las que combatir, ni fronteras que proteger de la invasión de un ejército enemigo, apliquemos nuevas funciones de servicio público al ejército. El resultado de su efectividad la hemos visto ante numerosas catástrofes naturales. Eso mismo es lo que, con todo razonamiento, se pide ahora desde la Fiscalía Antidroga, que sea el Ejército el que refuerce la lucha contra el narco en aguas del Estrecho y, sobre todo, para que no venga nadie más a mearse a la puerta de un cuartel.

 

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