Si Kafka levantase la cabeza, tendría final para su inacabada novela El Proceso. Lamentablemente no tengo su maestría, pero sí esa atracción por historias que no están exentas de dureza, injusticias y de cierto drama, pero que rozan lo absurdo, lo irracional, lo esperpéntico…
Vi que se estaban cometiendo una serie de injusticias y las denuncié. Por eso te dije que de lo único que me arrepiento es de no haberlo hecho antes y no lo hice porque no daba crédito a lo que estaba sucediendo, me parecía imposible que fuese cierto, pero al juntar las piezas supe que no eran casosCalle Hospital, número 4 en Conil. Una de las dos casas parroquiales que hay en Conil. Me abre la ornamentada puerta de hierro fundido un hombre corpulento, afable, bonachón y docto. Me ofrece un café o un refresco. Le pido agua. Se aleja para volver con una botella de cristal y un vaso ancho. Me invita a sentarme en una mesa, sobre la que reposa un libro de crucigramas y que ocupa el centro de un patio de techo acristalado y rodeado de esbeltas columnas. Es un patio con cierto aire solemne pero que contrasta con la sencillez del mobiliario que se asoma de las habitaciones que dan al mismo.
Me siento y comienzo a hablar con Rafael Vez Palomino, expárroco de Conil. Hace tiempo que quería mantener este encuentro pero no fue hasta hace dos semanas cuando decidí dar el paso y llamarlo, tras recordarme su historia un vecino que de vez en cuando colabora con el periódico.
Rafael nació el 1966 en San Fernando. Su madre era natural de Conil, pero tras quedarse viuda la abuela (de Rafael), ambas se fueron a vivir con su tía a la Isla. Allí se casó y tuvo cinco hijos, los dos últimos mellizos… uno de ellos él.
Rafael descubrió pronto su vocación y a los 18 años entré en el Seminario Diocesano de Cádiz. A los 25 años, en 1991, se ordenó sacerdote. Luego estudió la especialidad de Liturgia en Roma. A la vuelta estuvo tres años en Ceuta, ocho años en Puerto Real, doce años en San Fernando y seis años en Conil. Y fue aquí en Conil cuando comenzó un proceso que aún no ha concluido.
Cumplidos esos primeros seis años como sacerdote en Conil, “cuando me tenían que renovar (para otros seis años)”, desde el Obispado “lo que hicieron fue quitarme de la Parroquia, primero momentáneamente y luego me dieron el destino de Capellán del Hospital de Puerto Real”… en pleno auge de la pandemia de la Covid-19.
Obediente, acudió a su nuevo destino pero a la directora del centro no le pasó inadvertido que Rafael era un paciente de alto riesgo, de grado 4, tal y como había alertado su propio médico de cabecera, que no él. La directora del hospital, evidentemente, “me dijo y me explicó las razones por las que no me podía aceptar” como capellán… y es que ni siquiera contaban con EPIs (Equipos de Protección Individual) de su tamaño… tampoco podía acudir a la UCI, ni estar en los pasillos (recuerden, era paciente de alto riesgo)… la única opción era encerrarse en el despacho, “pero padezco de problemas circulatorios y no podía estar todo el día sentado”.
Ese destino era casi “un fraude de ley”… aún así, “se lo comuniqué a mis superiores y me dijeron que era mentira, que yo no había asistido y que no había presentado la documentación. Así que me suspendieron del ejercicio de sacerdote, pero a los tres meses la dirección del Hospital les dijo que sí, que yo acudí a mi destino… Pero dijeron que no recibieron la documentación oficialmente”.
Lo que hizo el obispo. Rafael Zornoza Boy, fue “suspenderme argumentando que faltaba a la obediencia, a pesar de que fue mi médico de cabecera el que comunicó al centro sobre mi estado de salud, no yo, y lo hizo tras enterarse del destino… mi médico me dijo que era una barbaridad”.
Era noviembre de 2020 cuando le suspendieron del ejercicio del Ministerio… es decir, no puede “celebrar públicamente, ni participar en la vida parroquial”. Además, le dijeron que tenía que abandonar la casa parroquial de Conil, pero aconsejado por su abogado, se quedó en espera de un nuevo destino.
Y es que todo el mundo pensaba que iba a ser algo temporal… de hecho, en uno de esos cuartos que miran hacia el patio están todas sus pertenencias empaquetadas desde hace ¡cuatro años!
Nadie le dijo nada, se enteró por una llamada y casi de casualidad que no le renovarían, como es habitual, otros seis años en Conil, cuya labor en los primeros seis dejó una gran huella en la localidad y eso que, exceptuando sus inicios, estuvo solo…
Sí, solo… atendiendo las distintas etapas de la catequesis, las bodas, bautizos, comuniones… ocupándose de la vida parroquial, visitando a las personas enfermas, atendiendo a las distintas hermandades, a los grupos parroquiales, atendiendo el cementerio, también en Tanatorio y el despacho parroquial… sin olvidarnos que “también era el responsable de la capilla de El Palmar”… toda esa labor la compaginaba con otras ocupaciones como la de profesor del Seminario Diocesano, la de Maestro de Ceremonias en la Catedral de Cádiz y la de dar clases en un instituto de Puerto Real (“que tuve que dejar a los años de estar en Conil por enfermedad cardiaca).
Lo que provocó el ‘castigo’
Pero qué había detrás de todas esas decisiones que se tomaron desde el Obispado… porque algo tuvo que ocurrir… “Sí, claro, algo ocurrió”. Corría el año 2018 cuando dentro de la Diócesis “se estaban dando despidos improcedentes en Cáritas, en la Biblioteca, en el Seminario, se despedía a cocineros, a sacristanes, a conserjes… para luego contratar a otras personas más afines a los que estaban” en el Obispado. Estas circunstancias, junto a otras cuestiones relacionadas con la gestión de los cementerios, propiciaron que Rafael realizara “una serie de reflexiones y preguntas sobre qué estaba pasando en nuestra Diócesis dado que parecía que solo les movía un interés mercantilista, un interés por el dinero puro y duro”.
Reflexiones que publicó en sus redes sociales, en este caso su Facebook. Dos artículos dirigidos al Ecónomo de la Diócesis en los que “decía que la forma en la que se estaba llevando la economía no era la más evangélica, si no que era mercantilista y patrimonialista, centrada en poseer y vender para sacar el mayor rédito posible… por ejemplo, se subía el alquiler en viviendas que eran de bajo coste o el alquiler a negocios que estaban ubicados dentro de un edificio que pertenecía a la Diócesis”…. Unas críticas que tuvieron eco dentro de la Iglesia y también en algunos medios de comunicación con “periodistas que se interesaron e investigaron para darse cuenta de que aquí pasa algo”. Además, todo hay que decirlo, “llamó la atención el hecho de que un sacerdote alzara la voz”.
El caso de Antonio Casado
De forma paralela, Antonio Casado, párroco de la vecina localidad de Vejer, “desaparece” de un día para otro… iniciando un proceso judicial. “Me lo encontré de casualidad en La Cartuja de Jerez, le dije qué hacía y me dijo que vivía ahí. Me contó lo que le había pasado. Luego procedí a denunciar su situación a mis vicarios (sus superiores), que me dejan claro que no se van a meter en nada… así que lo publiqué en las redes”.
Lo hizo “en tono de preguntas y al final otros compañeros me enviaban sus casos para que preguntase sobre tal o cual cosa… ahí me di cuenta que lo que sucedía no eran casos aislados, ocurría en Ceuta, en Algeciras, en los pueblos… era la forma de proceder del Obispado”.
El sacerdote de Vejer protestó “y dijo que su situación era inhumana. La Diócesis contesta que es mentira, que lo estaban tratando bien y cuidándolo. Y claro, yo salí al paso para dar fe que era verdad lo que le estaba pasando a Casado y es que era yo quien lo estaba atendiendo”.
Casado fue acusado de apropiación indebida… él lo niega rotundamente, y dice que es víctima extorsión tras adoptar (y “salvar la vida”) a un guineano “por temas humanitarios”, es decir, “la desatención a la que está siendo sometida es más grave porque también afecta al chaval”…
Rafael me invita a conocerlo… Y es que Casado y su hijo adoptivo viven en una habitación junto a una Ermita en Barrio Nuevo, en el término municipal de Conil. De hecho, ambos celebran misa en la casa parroquial en el que espera su ‘destino’ el propio Rafael… “soy yo quien lo atiende”, insiste.
Seguimos. No puedo dejar de escuchar su relato. Tras alzar la voz y mostrarse crítico con la forma de proceder de la Diócesis, en 2019 se le comunica que le cesaban como profesor del Seminario… “pregunto el porqué, cuál es el motivo académico… y el Obispo, Rafael Zornoza Boy, me dice que está harto de mí y de lo que estoy diciendo. Interpongo la denuncia correspondiente en Roma… al cabo de un tiempo da marcha atrás y me levanta el cese pero no me incorporan, es decir, me quedo igual”.
El caso que es a los dos meses, como ya hemos mencionado, “me cesan del ejercicio del Ministerio y me instan a salir de Conil. Mi abogado me dice que no me mueva de aquí porque yo me iba a la casa en Puerto Real que me daban cuando me destinaron al Hospital… una vivienda que había sido adaptada porque su anterior ocupante era un sacerdote minusválido… todos los muebles estaban a un metro del suelo… vamos, que para freír un huevo tenía que ponerme de rodillas… como hablamos mi abogado y yo, esa era la parte cómica” de un ‘castigo’ en el que “parecía que se estaban cachondeando de mi”. No podemos olvidar el detalle de que Rafael es un hombre alto y corpulento.
En 2020 se efectúa la denuncia canónica y el promotor de Justicia (por así decirlo, el fiscal) “me dice que va a hacer todo lo posible para alargar el proceso” y visto lo visto… así ha sido y “en eso estamos”. En junio de 2023 el tribunal declara que “no había caso y se abre un proceso de mediación, que la otra parte alargó seis meses más, con lo que en teoría debería haberse dado una ‘sentencia’ el pasado 31 de enero”, aunque ya han pasado varios meses y todo hace indicar que el proceso no se acelerará hasta que dentro de unos meses se jubile el obispo, quien “eligió a los jueces ad hoc… de hecho mi abogado siempre me dice que no esperaré a salir indemne de esto (risas)”.
Pero, ¿de qué se le acusa? Pues que “pues que yo había atentado contra el Obispo mediante el quinto mandamiento… no matarás. Se supone que he intentado matarlo con mis palabras y con mis denuncias”. No es broma…
El pueblo le apoya
Lo que no se esperaban desde el Obispado es que el pueblo de Conil se levantara para apoyar a Rafael… manifestándose. “Me acusaron de convocarlo porque ellos jamás pensaron en que eso pudiera pasar”. Y es que su labor dejó huella entre sus parroquianos y en el conjunto de los vecinos y vecinas… “fueron seis años en los que estuve muy a gusto a pesar de que trabajé muy duro. Me sentí respaldado, sobre todo sentí el respaldo del pueblo a la labor realizada, algo que jamás me reconocieron desde la Diócesis”.
Sentir el respaldo del pueblo “es algo que no está pagado. Cuando dejé el destino lo hice contentísimo. Siempre me sentí a gusto en Conil. Incluso tuve el apoyo de la Corporación Municipal y del alcalde, que era de Izquierda Unida y se solidarizó con mi situación a través de un manifiesto”, pero claro, sus detractores “dijeron que hasta los comunistas me apoyaban (risas)”.
Rafael reconoce que parte de ese cariño y ese apoyo ciudadano e institucional viene dado por la labor que se desarrolló durante la pandemia, en los meses más duros, de la mano con Protección Civil y Cáritas, en el que se volcaron para ayudar a quienes más lo necesitaban.
Pero el tiempo pasa “y las cosas se olvidan, ahora muchos se preguntan qué fue del cura gordo o cuando me ven se paran y me preguntan qué es lo paso al final”.
Los escenarios a los que se enfrenta
Sobre cuál podría ser el peor escenario una vez que haya una resolución desde el tribunal canónico, Rafael señala que “sería que diga que lo que yo dije no lo podía decir, aunque eso iría en contra del derecho de opinión y expresión que recoge la Constitución, porque yo no falté el respeto a nadie, solo denuncié cuestiones que luego se han demostrado que eran verdades”.
La realidad es que “lo que ellos querían es que me callase porque puse el dedo en la llaga, donde más les dolía, pero insisto, todas esas denuncias antes se las había trasladado al vicario”.
La intención era “reducirme al estado laical”, que a día de hoy solo puede producirse si existe una condena firme por abusos sexuales o por apostasía (negar la fe), con lo que les es imposible.
Y si el fallo fuese favorable a Rafael, “lo justo sería, si no hay causa, que se me indemnice y resituarme donde estaba, reincorporarme a la vida parroquial porque soy he sido párroco durante 31 años, que se dice pronto”.
Estos años de aislamiento también han tenido consecuencias económicas… “me redujeron el sueldo al mínimo, me quitaron todos los complementos”. El sueldo lo marca la Conferencia Episcopal que es el que, a través de un acuerdo, se recibe del Estado y está fijado en el Salario Mínimo Interprofesional… En su caso, doce, que no catorce, pagas de 1.083 euros mensuales.
Los complementos no es que fueran altos, pero se los quitaron… 114 catorce euros como profesor del seminario, 100 por el Cabildo… “para los que tenía que desplazarme a Cádiz, con lo que no daban ni siquiera para la gasolina y el parking”. También le quitaron el complemento de sacerdote diocesano, de 150 euros, porque no está en activo.
Mientras espera que se produzca una resolución a su caso, vive una vida de oración, de lectura y de “crucigramas. También recibo a gente y visito a enfermos que me lo piden. No puedo hacer más. Solo puedo atender a personas en peligro de muerte”.
“Nadie entiende porque estoy suspendido, no he faltado a la doctrina, ni a la fe. No he cometido ningún delito. Solo me he manifestado contra la gestión”, insiste en señalar Rafael quien no tiene duda que ha servido de ejemplo de lo que les puede ocurrir a quienes, como él, levante la voz.
Aquí le pregunto si sabía que sus denuncias iban a tener consecuencias… Sonríe y dice que “claro que sí, ya sabes, conociendo el paño… sabía que iban a sentar mal”.
¿Y su fe? ¿Y su vocación? ¿Se han resentido? “No, todo lo contrario. Mi fe sigue intacta y mi vocación sacerdotal también. De lo contrario ya le hubieran dado morcilla a todo esto, no voy a estar cuatro años sin hacer nada. Me habría largado. Yo tengo clara mi vocación por eso no entiendo cómo pueden jugar con ella si ésta viene dada por dios”
“El Evangelio”, explica, “está para algo. No puedes ir en contra de tus principios por sentido común y por coherencia. Hablamos y predicamos de rechazar los bienes, de ser generosos y por otro lado cogen y aprietan las tuercas a una persona que se lo gasta todo en reformar su negocio que está en un inmueble de la Diócesis que tras la obra le sube el alquiler cinco mil euros al mes… y claro, el hombre debe cerrar como ocurrió en Madueña (Cádiz)”.
Ejemplos hay muchos y me relata unos cuantos, a cual más duro de escuchar y difícil de entender porque, entiendo, que la iglesia es una organización sin ánimo de lucro que no debe actuar con el frío y calculador corazón de una empresa pura y dura… además, “lo que tenemos, lo hemos recibido de la gente. Es triste y dantesco. Una pena porque irán saliendo más casos”.
Rafa es consciente que “cuando te enfrentas a este Obispo, Rafael Zornoza Boy, él no dialoga… simplemente hace que no existes”, por eso esta entrevista “seguramente a él le dará igual, eso sí, la incorporarán al proceso. Pero no voy a cambiar porque al final se confirma que tenía razón. El Obispo se irá con esa fama (de gestión mercantilista y poco evangélica)… apenas ha hablado de migración, de las cientos personas que han muerto en nuestras cosas por huir de la pobreza”.
¿Habrá un cambio? “El problema es que hay Diócesis que actúan igual porque existe un grupo, cada vez más reducido, con obispos que están cortado del mismo palo. Son pocos pero ahí siguen desde tiempos de Antonio María Rouco Varela (Presidente de la Conferencia Episcopal Española desde 1999 a 2005)”.
¿Se arrepiente?
Le pregunto si se arrepiente de algo… “Sí, me arrepiento de no haber denunciado todo esto antes. Esa pregunta me la hacen familiares y amigos y siempre digo que volvería a hacerlo. Mi familia me conoce y saben que cuando Rafa lucha por algo es porque cree en lo que está haciendo. Por eso tengo su apoyo, incluso me ayudan económicamente…. Solo en abogados llevo gastado 30.000 euros”… porque su defensa se la paga él desde que le llegó la denuncia con 80 folios…
Es un proceso viciado por más que la justicia canónica se tiene que adaptar a las leyes civiles del país… pero a Rafael no se puso un abogado, “se constituyó un tribunal ad hoc que solo se hacía en la Guerra Civil. A los ciudadanos le juzga el tribunal que le corresponde en su zona, a mi debería haber sido el eclesiástico de Cádiz, pero trajo a los jueces desde Sevilla”.
Son muchas las “irregularidades en el proceso” que “se retrasa y se alarga en el tiempo”, al menos, eso piensa Rafael, “hasta que el Obispo se jubile el 31 de julio. Ahí seguramente dará un giro y se acelerará”.
Aún así, insistimos, su vocación y su fe siguen intacta. De hecho, anima “a que la gente levante la voz, que no tengan miedo en denunciar. Si hay que empezar de cero, no pasa nada, vale la pena porque yo duermo tranquilo y por la mañana, al levantarme, puedo reconocerme frente al espero… no sé si los demás pueden hacerlo, pero yo sí”.
Su delito “es ser coherente. Vi que se estaban cometiendo una serie de injusticias y las denuncié. Por eso te dije que de lo único que me arrepiento es de no haberlo hecho antes y no lo hice porque no daba crédito a lo que estaba sucediendo, me parecía imposible que fuese cierto, pero al juntar las piezas supe que no eran casos aislados, era la forma de proceder de la Diócesis, más centrada en el mercantilismo y el ansia de patrimonio, que en guiarse por el Evangelio que predicamos… Así que supe que tenía que levantar la liebre” y vaya si la levantó.
Nos despedimos y abandona la casa parroquial con dos pensamientos en la cabeza… el primero es mi predilección por la gente coherente que es capaz de denunciar las injusticias que observa incluso en el organizaciones tradicionalmente ‘cerradas’ como la Iglesia, en este caso, o la Guardia Civil, en otros que también he tratado. Y dos, sé que me será imposible transcribir toda la conversación, tal y como así ha sido… En el tintero se me queda, por cuestión pura de espacio y de evitar saturar la lector, el universo mercantilista alrededor de los cementerios ‘parroquiales’ en distintos municipios de la provincia, así como profundizar en el otro proceso, el de Antonio Casado, expárroco de Vejer que actualmente vive con su hijo adoptivo junto a un ermita (“de verdad, te sorprendería verlo”, me dijo Rafael) y al que no se le ha concedido siquiera la presunción de inocencia…
A Casado le han negado incluso una casa… cuando “la Diócesis cuenta con dos apartamentos de lujo en Zahara de los Atunes, viviendas en Barbate, en Puerto Real, en Cádiz…”, eso mientras que, como hemos visto en más de una ocasión, “hasta a un sacerdote denunciado por abusos sexuales, el Obispado le retira del sitio donde estaba para colocarlo en otro destino vigilado y no le retira el ejercicio del Ministerio. En Córdoba ocurrió un caso y al sacerdote se le trasladó como capellán a un convento bajo vigilancia, pero pudiendo ejercer el Ministerio…”. A Rafael y a Antonio se le ha retirado ese ejercicio… y oran juntos, celebran misa juntos, en la Casa Parroquial del primero y desde la que hay (o había) acceso a la Capilla del Nazareno, ubicada pared con pared… Andando serían dos minutos pero “el obispo no ha tenido la deferencia siquiera de permitirme celebrar misa allí aunque sea solo”. Así de esperpéntico es este PROCESO que, cuatro años después, sigue inacabado… como la novela homónima de Kafka.