En una cadena de rápidos acontecimientos en nuestro cuerpo, se contraen quince músculos de la cara y se eleva nuestro labio superior. Mientras tanto, unos centímetros más abajo, la epiglotis cierra parcialmente la laringe y, debido a ello, respiramos de forma irregular; jadeamos. Se activan los conductos lacrimales y la cara se enrojece. Enhorabuena... Usted está teniendo un ataque de risa, la principal respuesta fisiológica al humor. De las diferentes expresiones del ser humano, quizás sea la respuesta emocional más espontánea y sincera. Diferentes áreas de la corteza, y otras subcorticales (como la llamada amígdala), son las principales zonas anatómicas cerebrales implicadas en su origen.
Sus beneficios son numerosos y crecen de forma paralela a las investigaciones que se realizan. Consigue mejorar nuestra tensión arterial, la circulación y favorece la relajación muscular. Además, es capaz de ayudarnos a producir endorfinas en el cerebro, esas sustancias químicas que nos hacen sentirnos bien y que son la forma natural en la que nuestro cuerpo alivia el dolor. El sistema inmunológico también se beneficia, aumentando la producción de anticuerpos protectores y otras defensas para hacer frente a tumores, virus y enfermedades crónicas autoinmunes.
A nivel psicológico, los efectos son igualmente positivos, mejorando el estrés, la ansiedad y la depresión, por su acción directa en la reducción del cortisol y en el aumento de la serotonina y la dopamina. Al margen de lo puramente físico, genera un impacto favorable en el ámbito social, mejorando nuestros lazos con otras personas. En situaciones embarazosas o amenazantes, la risa puede ser un excelente recurso por su efecto conciliador. Podemos ejercitarla en soledad, gracias a nuestros recuerdos o la imaginación, pero es mejor practicarla en compañía, mostrando que nos sentimos libres y cómodos dentro de un grupo de personas.
¿Y por qué encontramos algunas situaciones graciosas? Existen tres hipótesis principales:
1. Teoría de la incongruencia. Algunos chistes o diversas situaciones o bromas nos resultan divertidas cuando obtenemos unos resultados diferentes a los que esperábamos; anticipamos unos pensamientos lógicos relacionados con nuestras experiencias pasadas. Ese “giro inesperado” de los acontecimientos nos causa sorpresa y carcajadas.
2. Teoría del alivio. Este recurso es utilizado frecuentemente en el cine. En los “thrillers” o películas con una alta tensión, un gracioso “gag” nos permite liberarnos de esa presión acumulada.
3. Teoría de la superioridad. En ella entra en juego el lado más “perverso” o “travieso” de nosotros mismos; nos reímos de los errores o las desgracias de los demás.
¿Y por qué es tan contagiosa? Existen unos circuitos neuronales que se activan gracias a la estimulación producida por la risa de otra persona, en los que están implicadas las llamadas “neuronas espejo”, que nos permiten empatizar con las emociones de los demás.
¿Y… cómo se produjo la primera risa de la humanidad? Quizás algún hombre o mujer en la prehistoria rodó colina abajo tras tropezar con una piedra o se manchó la cara mientras pintaba un animal en una cueva. Pero la respuesta más consistente es que fue una reacción o un gesto de alivio tras dejar atrás uno de los tantos peligros que acechaban a nuestros antepasados en aquellos tiempos.
Y volviendo a nuestra época, en la que las nuevas tecnologías son fríos transmisores de nuestras emociones, permítanme pedirles que no sustituyan el contagioso sonido de una risa en compañía por un emoticono.