Se acabaron las vacaciones para muchas personas. Se irá apagando el verano poco a poco. Sin embargo, la voz del mar se seguirá oyendo porque es fuente inagotable de sonido. Y el mar dejará de percibir el sonido de las voces de los veraneantes y las de los niños en la orilla y en sus aguas, aunque sí se escuchará el griterío en los patios de los colegios a la hora de los recreos, y las madres, -no todas-, quedarán para desayunar cuando los dejen allí, y charlar con plena libertad en alguna cafetería o se irán a sus trabajos o a sus labores con sus caras descubiertas y su pelo al aire.
Cuántas voces existen, cuántos sonidos, voces dulces, voces siniestras, sonidos musicales, agudos, medios y graves. Sonidos libres en la naturaleza, como el crocitar de las gaviotas, el barritar de los elefantes, el rugir de los leones….Voces y sonidos libres, nadie les pone un bozal. Pero hay voces que son obligadas al silencio. El sonido de la voz de la mujer afgana es condenada en público (incluido el cantar, recitar o hablar frente a micrófonos), porque los talibanes (movimiento político-religioso y organización militar islamista de Afganistán), consideran ese sonido como una falta contra la modestia. Así ha sido aprobado en la Ley Sharia por el Ministerio de la Virtud y Vicio del Emirato Islámico de Afganistán.
Dicho Ministerio se siente obligado a establecer el bien y prohibir el mal, además de ser el encargado y tener la responsabilidad de la paz y la fraternidad entre la gente y evitar que se colabore en prejuicios étnicos, lingüísticos y regionales. Entre otras prohibiciones, en dicha ley, se encuentra el artículo sobre el impedimento de transportar en vehículos públicos o privados a mujeres adultas sin permiso de un tutor masculino legal. Otro de sus artículos obliga a las mujeres a cubrir la totalidad de su cabeza y de su cuerpo con la sharia y el hiyab para “evitar caer en la tentación” (del hombre, claro).
Sin embargo, los datos hablan por sí solos diciendo que los incidentes de violencia sexual, como el matrimonio forzado, la violación, la esclavitud, agresividad y tortura de carácter no sexual, arresto por “protestar o insubordinarse” por las políticas del régimen sobre mujeres o niñas, no han disminuido.
La mujer afgana ha desaparecido, o más bien, ha sido eliminada de la vida pública. En la televisión empezaron a cubrir sus caras hasta el límite de ser excluidas por completo, aunque no en todos los canales, pero sí, además, lo han sido de la educación, el trabajo, el gobierno y de todas las formas de la vida social. Están viviendo en un sistema de exclusión, discriminación y desigualdad. Se encuentran expuestas a la confiscación de sus bienes y a ser detenidas y encarceladas...
El hombre, sin embargo, puede lucir su rostro, para él sólo está prohibido el uso de corbata, tampoco se pueden afeitar ni recortar la barba por debajo de la medida de un puño. Ahí terminan sus prohibiciones.
Menos mal que existe un colectivo de valientes activistas afganas del Movimiento de Mujeres por la Paz y la Libertad, que se ha atrevido a desafiar la nueva ley talibán y denunciar públicamente a través de las redes sociales, el “apartheid de género” y la agresión que conlleva ésta, con más de cincuenta decretos y reglamentos despiadados, dominantes, angustiosos y represivos para aislarlas de la vida pública, aunque ven pocas posibilidades de mejorar la desastrosa situación que están viviendo, porque, además están siendo reprimidas violentamente. Así, los sueños de las niñas de convertirse en médicos, periodistas o maestras o de estudiar cualquier carrera, se desvanecen. Los centros de belleza son también cerrados, con lo cual, las que aportaban algo de economía a sus hogares con algún tipo de trabajo, ya no lo pueden hacer.
Nos preguntaremos por qué ocurre todo esto. Pues porque todavía hay lugares misóginos en el mundo, no se trata solamente de Afganistán, en los cuales, las mujeres se ven con la percepción de que somos fuente de pecado y corrupción. Es una mentalidad de siglos de existencia de difícil erradicación, pero no imposible, por lo cual, uno mi voz, aunque sea con estas pocas palabras escritas, a dicho Movimiento de Mujeres por la Paz y la Libertad y por todas las que se sienten oprimidas en el mundo, sean islamistas o no.