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El jardín de Bomarzo

El gancho perfecto

En el PP, de momento, toca fortalecerse en los cuarteles de invierno que representan las fronteras de Cádiz para preparar la reconquista Andalusí

La historia del boxeo, ese deporte bruto que reconozco me engancha a veces tal vez porque alimenta el bajo instinto sudoroso que uno tiene y calma con literatura, nos ha brindado excelentes pugilistas y de entre ellos quedó tatuada en mi memoria la imagen de uno, Julio César Chávez, un mexicano de peso medio, cinco veces campeón del mundo en tres divisiones distintas, que logró mantenerse invicto en el ring durante casi catorce años y noventa combates y lo hizo gracias, principalmente, a su portentoso gancho al hígado y a una mandíbula de hierro. Encajaba perfecto y golpeaba constante abajo hasta que su rival, asfixiado, bajaba los brazos y entonces directo y a la lona. Sin prisas. Tenía una idea y la trabajaba.
Un día, 13 años, 11 meses y 24 días después de su primera victoria, cayó a los puntos frente a Pernell Whitaker, un púgil de color que es recordado solo por ganar ese combate y que lo hizo no porque fuera mejor sino porque desmontó la idea de Chávez, moviéndose constantemente, agachándose por debajo de la cintura en contra del reglamento y, sobre todo, evitando el gancho al hígado. Pero la historia y la grada siempre recordarán a Chávez, que representaba fuerza e idea cuando la campana te deja a solas frente al pánico del precipicio.

Combates. Acertado o no, para nada uno se siente en esa constante obligación, introduzco mi crónica política hoy a través del boxeo porque esta vida nuestra cada día me parece más eso, boxeo, pero con escasez de ideas. Y la campana suena para Iberia, 4.500 despidos, Renfe, 1.000, por lo del Madrid Arena y Botella, Ana, dándole al apellido en su dorado retiro portugués donde su fosa política cavó, en los medios de comunicación, cuyo personal ahora sí se manifiesta y solo queda que alguien lo publique, en los afectados a desahucio, desprotegidos por ley ante unas cláusulas hipotecarias de país de chorizos que te dejan sin casa y con deuda frente a ese mismo banco al que debemos rescatar y a quien nadie desahucia. Combates.
Otros. En el PP de Cádiz esta semana dos comités de dirección, lunes y jueves, que viene a ser como saltar la comba en el gimnasio preparando la contienda, la base es buscar más cercanía con el ciudadano con oficina abierta y un férreo control de su presidente, Antonio Sanz, que rodeado de alcaldes y de todos los recursos eleva su figura sobre el azul universo gaditano y eso escuece. Porque todo es mucho. Sanz, José Luis, compareció ante los medios para despejar dudas: quien le escucha con atención definitivamente no le votará al PP, pero aprovecha su paseo por Cádiz para sembrar apoyos futuros en la guerra de Cospedall, -que ha achicado a Soraya y se plantea ser alternativa a Rajoy-, contra el reducto arenista andaluz que hoy, más que ninguna, es esta provincia. Y como Arenas vuelve a estar animado y convencido de pelear tras el público pisotón que gratuitamente le brindó Cospe en Málaga, y el reducto sabe porque lo ve que lo de Zoido no llegará a ninguna parte, toca fortalecerse en los cuarteles de invierno que representan las murallas de Cádiz para, llegado el caso, iniciar la reconquista Andalusí. Pero para ello hay que destacar aquí y por eso Sanz, Antonio, no escatima tiempo ni esfuerzos y como buen patrón de barco quiere controlar a toda su marinería para evitar motines. Al timón, Saldaña, una mano siguiendo la dirección que marca el puente de mando y la otra batiéndose cual intrépido espadachín en todos los frentes –cerró el acuerdo de Los Barrios a base de coca colas minutos después de que el PA se lo ofreciera al PSOE-. ¿Pelayo? Abatida, sin luz ni agua. Dos procedimientos.
El Puerto reordena áreas e Ybarra abandona Turismo porque fue mucho aquello de olvidarse solicitar las banderas azules. Total. Capdevilla asume más. ¿Moresco? Ha tomado esta decisión y, no descarten, cualquier día toma otra. Crece la figura de Ruiz, PA, Andalucía pide alternativas porque el CIS dice que el PP baja aunque no sufre lo que debiera y que el PSOE continúa en caída libre y eso, dice el socialismo, es un problema de discurso, opino que de personas.
Y hablando de PSOE. Esta semana, “sí o sí”, se resolverá el conflicto dentro del grupo de diputados y en torno a la portavocía una vez resuelto el recurso planteado y por el cual los, en principio y cada vez menos, pizarristas se amparaban para no firmar el cambio de Román hacia García. Si el ex alcalde de Chiclana, cada día más solo y taciturno en ese ring en el que decidió meterse, no convoca reunión lo hará el regional y pende sobre los díscolos la posibilidad de expediente e incluso de expulsión, medida que la ejecutiva provincial no quisiera tomar porque alimenta el descrédito creciente hacia la marca por esas batallas internas tan desgastadoras pero que, llegado el caso, tomará y para ello Mario Jiménez, haciendo uso del verbo y la palabra, escenificó apoyo público hacia la secretaria general esta semana en Cádiz y, de paso, lanzó un directo al hígado de Sanz para rentabilizar desplazamiento en la idea, continuo secuencia, de hacerle bajar los brazos. Y Sanz le mira a él, a Cospe, a Zoido, a su tocayo y a su entorno y, saltarín, esquiva. Quiere emprender refriega en Sanlúcar pero, se teme, ha errado promoviendo púgil para esa disputa.
Y en Jerez, el PSOE local es como una bomba con temporizador y cuyo efecto programado coincidirá con el debate de la candidatura porque hay tres ideas, primarias, para una sola cara de cartel y, en torno, mucho pasado que pesa y lastra y pesado y lastrado se camina fatigado y lento.
Griñán, por su lado, desayunó en Madrid con Europa Press y rodeado de casi todo el PSOE-A más Chacón, que como dice ahora que no quiere ser candidata es que quiere ser candidata porque la política es el arte, se me ocurre, de decir calmadamente lo contrario a lo que airadamente se piensa. En cualquier caso, el socialismo andaluz quiere, con Griñán a la cabeza, abanderar el cambio nacional y hasta Rubalcaba comienza a asumir, datos internos en mano, su incapacidad para capitanear la disputa de gobierno al PP de Rajoy. Dilatar un posible cambio solo resta. Combates.

El gancho. Soy consciente de que un buen número de combates de mi admirado Chávez los ganó bajo amaño, no puede ser de otro modo para un mexicano nacido junto a alguna alcantarilla de Ciudad de Obregón y teniendo de promotor al pirata pata palo de Don King. Nada es perfecto. La vida, y el deporte más, está llena de amaños y la política viene a ser como ese escaparate que refleja lo que somos, para lo bueno y para lo malo –muy Carrascal, como me dice un amigo (guiño)-. Pero en los que no, que confío fueran la mayoría, apisonadora Chávez partía de una idea y en su cabeza solo veía hígado y gancho y golpeaba, pim, pam, pum, una y otra vez, calmado, dando la cara, encajando con los ojos como sandías abiertas, pero firme en el centro del cuadrilátero. Esperando que llegara el momento de lanzar su golpe, el definitivo, aquel que le llevó y le mantuvo en lo más alto de ese mundo salvaje, como este nuestro que no lo es menos porque, aún con corbatas de seda y armados con iPad, a diario ideamos el gancho perfecto que emociona al animal depredador que en nosotros habita.

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