Busco una metáfora que ilustre y encadene mi relato de hoy por aquello de contar entreteniendo e insistente, como una ráfaga luminosa de flashes, llena mi mente el ojo amarillento de un cocodrilo frío que plácido y a ras de agua observa el trote parsimonioso de una manada de ñues aproximándose para cruzar por donde él en busca de los verdes pastos que al otro lado crecen –se nota que mi sobremesa elige a los bichos de La 2 antes que la caridad lacrimógena de mi buena y sanluqueña amiga Toñi-. El cocodrilo no es malo, tampoco bueno, es solo carnívoro y su instinto le dice que aquello son enormes filetes con los que nutrirse y, tal vez, sobrevivir a la hambruna de meses venideros. El ñu, en este trance a muerte, preferiría, imagino, ser cocodrilo, pero la vida y sus designios te hace pertenecer a uno de dos grupos: los que comen y los que sirven de comida. No me negarán que introduciendo saco nota.
La fuerza que les une. Entre invitados, periodistas, curiosos con pases y delegados -778-, un total de 2.500 personas se darán cita este fin de semana en Granada en este congreso regional que, entre otras cosas, servirá para ratificar que al PSOE-A La fuerza que les une, lema, se llama hoy Susana Díaz, que será designada secretaria general y que al igual que en el gobierno autonómico pretende ejercer en el partido delegando lo justo, casi nada. El Susanismo se extiende como una levantera en día de verano y lo hace por Andalucía, por España, lo hace cual soplo de aire con el que ventilar la casa del pueblo y lo hace, además, siguiendo un modelo diferente al que practicaron sus predecesores, Griñán y Chaves. El de Susana Díaz es más ella frente a todo, en el gobierno, en la secretaría regional y hasta en la provincial de Sevilla que, aún, no ha abandonado, dando muestras que de momento no se fía ni de la puñetera sombra que la persigue quizás porque, orgánica como es, sabe que lidera un partido que se pasa media vida matándose entre sí y, por ello y de momento, come a todo ñu que participe de la idea de nadar por libre en este su río.
Chaves, a quien su entorno más cercano rebautizó como la reina madre e imagino no porque en privado usara sombreritos como ella, dispuso de un sistema mediante el cual el hombre fuerte del gobierno era Gaspar Zarrías y el del partido Luis Pizarro, él por encima de ambos y ambos con las tiranteces habituales de quienes se disputan espacios. No eran amigos. Chaves y Pizarro sí, pero ninguno de Gaspar, de hecho en el congreso de Sevilla del relevo a Griñán de Chaves éste se despidió diciendo que en su larga trayectoria había conocido y tratado con muchas personas pero amigos de los de verdad, dos: Pizarro, citó –sonoro aplauso del claustro- y cuando todos miraban a Zarrías pensando que sería el segundo, Chaves señaló a González, Felipe, sentado en primera fila. Chaves se fue entonces porque ya sabía lo que iba a caer a cuenta de los EREs, porque Zapatero, el brotes verdes, estaba en la idea de renovación nacional y para ello eligieron a Griñán, -ZP prefería a Mar Moreno-, Zarrías marchó a Madrid y dejaron a Luis Pizarro como secretario de organización y consejero de Gobernación –cargo del que dimitió en la SER-. A Griñán es sabido que nunca le apasionó la parte orgánica del asunto y solo accedió a la secretaria general por el juego a la contra que desde ahí le estaba haciendo un Pizarro que, al igual que Chaves, ya le recriminaba el hecho de te elegimos nosotros para quedártelo todo y ahora vas y piensas por ti mismo. Lo de siempre. En fin.
Griñán, en todo caso y prosigo, abrazó el teorema de Zapatero sobre la necesidad de renovar el partido y se sintió a sí mismo personaje muy de pasada en esta historia, ante lo cual ventiló a la vieja guardia y puso el partido en manos de gente joven como Rafa Velasco, nombrado vicesecretario general y que huyó veloz tras una acusación sobre ventajismo en cursos de formación hacia la empresa de su mujer y que dicen fue aireado desde un entorno político muy cercano a él, la propia Susana Díaz como secretaria de organización y Mario Jiménez en la dirección del grupo, confiando las labores del gobierno a un grupo estrecho formado por el consejero Antonio Ávila, su viceconsejero Antonio Lozano y su secretaria general, Rosa Castillejo, mujer de carácter que mandaba como la que más y que poco antes de las últimas elecciones y ante el mal vaticino por las encuestas decidió aceptar una oferta para dirigir la expansión de una empresa farmacéutica desde Panamá para toda Sudamérica. Su aventura salió mal y lo que casi nadie conoce, hasta ahora porque yo lo cuento, es que Griñán la acogió de regreso y hoy está oculta tras una de las muchas puertas por las que se acceden a despachos en la Junta. Cosas.
Si el gobierno de Chaves estaba instalado en esa Andalucía cortijera del todo vale donde reparto el dinero público como me da la gana, opinaban, porque es mío y no exagero, a las pruebas y hechos judiciales me remito, vergüenza me da y debería darles a todos, el de Griñán se convirtió en uno de tránsito que buscaba conectar al PSOE-A con el futuro, renovarle e incluso, como ha sucedido, pagando el precio de también ser devorado por las consecuencias de los EREs. Hace mucho que Griñán decidió que Susana Díaz era la persona adecuada para calentar el asiento principal y lo decidió porque es mujer, joven, trabajadora y muy ambiciosa, lo cual no es malo, educada en la cultura orgánica sevillana como la de Caballos, esto igual lo es depende de para quién, en definitiva cocodrilo hembra con instinto de dominar a zarpazos y dentelladas el control en el paso del río. Y esto la lleva a que no quiere nada que huela a antiguo, a EREs, a jaleos de compañeros, se ha quedado solo con un recomendado por Griñán que es de su agrado como Máximo Díaz Cano, sustituto de Rosa Castillejo que Griñán se trajo a Andalucía de la campaña nacional de Chacón, y ha nombrado un gobierno de perfil, siendo moderado, planito, muy, al igual que planita será la ejecutiva saliente de este congreso de Granada porque a Díaz, Susana, no le gustan demasiado las luces salvo las que de su cuerpo emanan y no confía en casi nadie, menos en quienes intuye puedan tener aspiraciones indecentes como prosperar sin que por ella sea consentido –Jiménez fue un igual y ahora el escenario es otro y, por ello, le aparta. Le cogió la matrícula cuando intentó frenar a Griñán en eso de irse tan rápido-. Por eso, dicen, no sufrió nada cuando Velasco salió corriendo, por eso a Jiménez, don Mario, le hace abandonar tras Granada el plano orgánico tras habérselo anunciado ella a los secretarios provinciales la tarde del lunes y filtrado a El País para que saliera publicado el martes y evitar así que este asunto marcara el congreso, colocándole de portavoz del grupo parlamentario, que es donde estuvo y donde le ha buscado un hueco para saltar al federal si procediera y sin que mientras tanto maniobre a la contra en Andalucía y donde, de tener el peso que ahí tuvo Álvarez de la Chica, se perderá. Esto, políticamente, podría entenderse como servir de comida, Mario lo sabe –debió irse él antes- y no le gusta porque desde joven fue educado por Javier Barrero para ser cocodrilo, aunque sonría ante cámara y anuncie junto a Amparo Rubiales, presidenta, el lema de este congreso, que es La fuerza que nos une y que, piensa en silencio, “también nos aparta” e incluso a todos comente que el éxito de este cambio es que la hija de un fontanero llegue a la presidencia de la Junta cuando, en realidad, a todos nos importa, o debería, bien poco el oficio de su señor padre. Me imagino, llegado a este punto, al ñu desde la orilla intentando explicarle al cocodrilo que tal vez podría ser posible un acuerdo de convivencia que permitiese la cohabitación sin sangre en el paso del río, pero el cocodrilo y su instinto solo ven a una enorme chuleta que emite sonidos ininteligibles pero que se promete sabrosa.
Algo en común. Casi todos los días amanece en Sevilla con una luz especial, que la hace distinta, hermosa, de esas que invitan a salir a la calle de paseo. Y un río humano serpentea desde la Puerta Jerez, cerca de San Telmo, Alfonso XIII al fondo, para subir por la Avenida de la Constitución, larga, comercial, transitada hasta la Plaza Nueva, donde el Ayuntamiento, San Francisco por detrás, y eliges por Tetuán y más arriba tapeas una de boquerones adobados con caña o, dependiendo la hora, subes por Sierpes hasta La Campana, y te paras ahí para un cortado y un pastelito de crema como la tradición manda, plaza del Duque al fondo a la izquierda. Ya digo, fluye un río humano. Y en él todos los días se funden muchas personas que no hace mucho fueron políticamente gentes muy importantes, tanto que hablarles casi imposible era cegados por la luz del celuloide y ello cuando no más que servidores públicos eran. No más. Y todos tienen algo en común. Todos. Ex presidentes de la Junta, ex consejeros, ex viceconsejeros, ex jefes de gabinetes, ex presidentes de empresas públicas, ex gerentes, ex ministros, ex delegados de casi cualquier cosa, ex portavoces, ex secretarios generales, de organización, ex alcaldes, ex concejales y ex demás cargos importantes del mundo de la gestión política. Todos. Y es que a los veinte minutos de cesar de sus funciones dejaron de sonar sus teléfonos móviles de última generación salvo para anunciarles que la humeante comida de casa pedía ser servida. Y nostálgicos recuerdan entonces cuando eran vigorosos cocodrilos y comían ñues y no contaban con que un día su río, uno político similar al urbano por el que hoy de incógnito pasean, se secaría para convertirles a ellos mismos en rico alimento de otro tipo de bichos.