La crisis política alarmante en la que ha entrado este país y, con él, todas las instituciones ha sumido en un profundo estado de shock a esos mismos partidos que la han propiciado y que no encuentran discurso que les haga recuperar el crédito. La corrupción y la trifulca política alimenta el voto de castigo, el PP se derrumba solito y el PSOE no recupera lo que su adversario pierde, IU se desangra antes de llegar a meta; la alternativa es Podemos, sin candidatos, con un mensaje tan discutible, por ser suave, como no pagar la deuda, sin explicar cómo obtener crédito, adelantar la jubilación para facilitar el empleo a los jóvenes, sin decir cómo financiar la situación, pagas para todos… En fin. Marketing político en estado puro que solo necesita del hastío general justificado para crecer y convertirse a día de hoy en alternativa seria de gobierno en España y, de paso, en pieza clave para mover porcentajes y provocar muchas situaciones de gobierno complejas en ayuntamientos y diputaciones, la próxima cita electoral y primera donde esta crisis política actual medirá su calado en urnas. E inquietud enorme ante ello porque nadie de los que hoy circulan en este tiovivo de la política se ha visto haciéndolo con una música de fondo tan estridente como la actual y, en consecuencia, buena parte de la mayoría no sabe si cambiar el paso de baile, sin esperar a que suene otra canción más conocida o si abandonar la atracción de feria en la búsqueda de horizontes menos tensos... El estado de shock y el caos se ha instalado en el mundo político, ese mismo que está en crisis.
Andalucía. Tal vez sea Susana Díaz, la presidenta de la Junta, quien esté demostrando más valor a la hora de decir las cosas y como prueba la suelta de lastre de ayer mismo con respecto a las posibles imputaciones de Chaves y Griñán porque sabe que a la gente no se le puede decir otra cosa, porque aunque quitarle el suero a ambos es delicado, mucho peor resulta hundirse con ellos. Y Díaz ha demostrado saber medir muy bien, fruto de ello la fulgurante carrera que se ha trazado en tan poco tiempo y lo ha hecho no dejándose atar a nada comprometido; solo necesita el baño de las urnas que refrenden su liderazgo y, para ello, midió la idea de adelantar comicios para este año y anunciarlo en el cónclave que en septiembre celebró en Fibes pero, a cuenta de los números, a última hora no dio el paso. Es evidente que con esta crisis política institucionalizada ahora nadie está para adelantar elecciones, todo lo contario, retrasarlas lo posible en espera de que la tormenta perfecta pase, de que el CIS dibuje otra situación. Tal vez el momento pueda ser haciéndolas coincidir con generales a finales del próximo año porque con ello, valora, conseguiría varias cosas a la vez: enfrentarse a Rajoy, o a quien el PP ponga, mejor que a Moreno Bonilla, a quien ni tan siquiera menciona en sus intervenciones porque entiende no tiene su altura política y, al mismo tiempo, disputarle protagonismo y votos a su compañero Pedro Sánchez, con quien las cosas no parece que marchen nada bien después de las últimas declaraciones públicas y la evidente disputa de liderazgo nacional que ambos mantienen. Si Sánchez no recupera terreno y la misma jornada electoral Díaz logra ganarle al PP en Andalucía con cierta amplitud y aportar un elevado porcentaje de votos al PSOE introduciría un mensaje demoledor, muy de su estilo. Pero, para ello, los números han de salir. Un sondeo del PP de Moreno Bonilla realizado a mediados del pasado mes de octubre sitúa en intención al PSOE a la cabeza con el 30 por ciento, seguido de PP (27%), podemos (12%), IU (6,9%), UPyD (3,5%) y PA (3,2%), lo que ofrecería un escenario de acuerdos muy complejo y una situación parlamentaria muy complicada.
¿Todos imputados? Habría que empezar a poner freno, a decir también alto y claro que no todos los políticos son corruptos, que ni mucho menos, que todo lo contrario: que la mayoría son honestos, más o menos aptos, depende de para quién, pero honestos. Que quizás deban adaptarse al momento actual, abandonar el coche oficial, ir a trabajar en el propio como todo hijo de vecino, asumir más un papel de servidor público que de estrella de cine, ser ciudadano de a pie. E independientemente de los golfos que cada uno tenga, han de asumir un necesario cambio en las reglas del juego: transparencia de la de verdad, limitación de mandatos, reforma de la ley electoral, criterios generales inflexibles, conciencia colectiva de que no es lo mismo un imputado afectado por una cuestión administrativa que otro porque haya cobrado comisiones… Meterle sensatez a todo este lío porque uno tiene la sensación que todo está a punto de irse por el desagüe y eso tampoco, que bastante nos costó llegar a esta orilla como terminar ahogados.
Sigo diciendo, una semana más, que el caso por el que se le ha sentenciado cárcel a Pedro Pacheco es una barbaridad, tanto como la sentencia sobre Pilar Sánchez. Y sea del partido político que sea, todo el mundo coincide en eso. Nadie lo dice. Nadie se alegra porque muchos temen. ¿Quién no firmó, contrató, participó en una junta de gobierno, adjudicó o hizo las cosas como antes se hacían y que era habitual hacerlas así y hoy no y los jueces por ello apuntan nada menos que hacia la cárcel? Esos mismos jueces que no cederán un metro ante políticos o partidos menores o ante Isabel Pantoja, y no digo que deban hacerlo, pero que de entrada ya se muestran más comprensivos con la Infanta Cristina a quien la Audiencia de Palma ha decidido imputar solo por un delito fiscal, exculpándola del delito de blanqueo de capitales en una maniobra a través de la doctrina Botín que de momento rodea males mayores y la deja en manos del juez Castro.
En todo caso, no recuerdo un estado de shock semejante al actual, tanto a nivel político como social e institucional. Quizás sea necesario para regenerar todo lo malo, quizás sea lo contrario y se profundice en la ley de Murphy sobre que lo malo tiene tendencia a empeorar, quizás sea momento de entre todos ponerle sensatez y freno a este caos preocupante del que todos, en mayor o menor medida, somos algo responsables.
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