Huir del centro y aprovechar el tiempo libre de tus sobrinos para convencerles de que hay una exposición de dinosaurios a la que hay que ir es pan comido, aunque se te caiga el ánimo al suelo cuando ves que son siete euros por cabeza, que sólo los menores de tres años entran gratis, que no hay otros descuentos a no ser que hayas reservado hacerlo en grupo y que el espacio tan concentrado en el que se encuentran los fósiles te recibe con un reportaje del Discovery Max.
Empiezo por lo malo (o por lo menos bueno), porque aunque merezca la pena disfrutar de esos huesos, hay que pensarse mucho si compensa el gasto, aunque te hagan descuento para ver la Vuelta al Mundo de los Clicks que cierran antes que Dinopétrea, con lo que, o tienes cuidado, o tienes que volver al día siguiente para ver una exposición que para los amantes de estos muñegotes, se queda un poco corta. Para los mayores, porque los niños disfrutan como verdaderos enanos y sólo piensan en cambiar la carta a los Reyes Magos.
Dinopétrea acoge multitud de fósiles, muchos de ellos impresionantes por su tamaño, su envergadura y también por cómo se puede aglutinar en tan poco espacio tanta variedad. A veces da la sensación de que están apilados, más que nada porque si vas con seis enanos de diferentes edades y cada uno a su ritmo, es defícil apreciarla en su plenitud, es decir, que mientras unos se paran detenidamente a observar a los primeros homínidos, tienes que estar pendiente del que ya está bajo el Tyrannosaurus Rex, el rey de la exposición, aunque el Mamenchisaurus, con 27 metros, impresione aún más.
Ir con niños obliga a ir a su ritmo, de modo que lo más recomendable es esperar a que ellos se tranquilicen, ir poco a poco, y, si es necesario, volver al meteorito del principio de nuevo. Una vez o dos, las que se necesiten. Al final a cada uno le ha llamado más la atención un detalle que incluso a tí se te ha escapado: un ejemplar fosilizado de apenas veinte centímetros, los huevos y los nidos, el ámbar y sus insectos, la mandíbula del antepasado del tiburón, las patitas tan cortas del T-Rex, las “manos” de las aves o las aletas de los dinosaurios marinos...
Es francamente interesante detenerse en cada dinosaruio, en sus proporciones, en su modo de vida... y hubiera sido deseable un guía que hubiera sido capaz de que ninguno de mis sobrinos se le olvidara la visita.
Además de hacer fotos, sobre todo si hay una mandíbula cerca, es interesante poder buscar pequeños fósiles entre arenas del Sáhara (a un euro por cabeza y te dejan llevarte uno) o poder comprobar cómo una geoda tiene en su interior los más bellos cristales (las cortan allí mismo, por 8 euros mínimo). Sí, es una muestra más que recomendable, aunque el precio, si se es familia numerosa, no está al alcance de cualquiera.