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Nonagenaria guarda cenizas de volcán de Chile que cubrieron Uruguay en 1932

"Un día estábamos mirando con una compañera en el umbral de la casa nuestra que caía una cosita y ella me dice 'está lloviendo', y le digo que no es lluvia, eso no moja, es como una arenita, un poco más gruesa"

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  • VOLCÁN -

A sus 92 años, Esmeralda recuerda como si fuera hoy aquel abril de 1932, cuando las cenizas del volcán chileno Descabezado cubrieron Montevideo durante tres días, y mientras mucha gente anunciaba "el fin del mundo", ella decidió guardar una muestra en un frasco que hasta hoy conserva como un tesoro.

"Un día estábamos mirando con una compañera en el umbral de la casa nuestra que caía una cosita y ella me dice 'está lloviendo', y le digo que no es lluvia, eso no moja, es como una arenita, un poco más gruesa", recuerda.

Tenía nueve años de edad y hoy, pasados otros 83, guarda no solo el frasco sino también el cuaderno en el que apuntó las experiencias hechas en clase para descubrir de qué se trataba el misterioso polvo, que al principio nadie sabía explicar en tiempos en los que los medios de comunicación no eran tan inmediatos como hoy.

"Las pusimos en agua, no se disolvían, las pusimos en alcohol y no se disolvía, le pusimos ácido nítrico y otro ácido que no recuerdo y no daba absolutamente nada", detalla la señora.

Mientras hacían los experimentos en el aula, Esmeralda Espiga cuenta que en aquel momento irrumpió justamente el profesor que la había inspirado a colectar el material, Clemente Estable, un biólogo consagrado en Uruguay, de quien esta veterana mujer habla con mucha admiración.

El reconocido maestro completó su formación en Madrid con una beca del Gobierno español para estudiar en el laboratorio dirigido por Don Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina de 1906, según el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable.

"Nos dijo: 'Muchachos, no se preocupen porque son cenizas de un. volcán que está en erupción en Chile, así que ya sabemos lo que estamos viendo", repite la señora Espiga.

Resuelta entonces la curiosidad, Esmeralda describe a Efe los efectos de la precipitación de cenizas que duró tres días sobre Uruguay, nada comparado a la ligera nube de la semana pasada como consecuencia de las erupciones del volcán chileno Cabulco, que apenas sobrevoló el cielo uruguayo sin ni siquiera llegar a precipitarse.

Tras las últimas erupciones de ese volcán, que volvió a despertar hoy, la veterana insiste en compartir sus recuerdos de infancia como parte de la historia uruguaya, y no puede disimular su asombro ante la coincidencia de que en este caso también se trata de otro abril.

"Hace poco se hablaba de este otro volcán también en Chile, pero de este (el Descabezado) no se habló casi nada. Entonces no puede ser porque esto es una cosa súper importante, que sepa la gente lo que había pasado acá, que (la ciudad) se cubrió toda de cenizas", resalta.

"Se tapó toda Montevideo, una cosa impresionante porque el sol no se veía, fueron tres días en erupción del volcán Descabezado, cubrió Argentina, cubrió los campos nuestros, las vacas se morían, no se podía salir a la calle porque se estornudaba y las personas que eran asmáticas se enfermaron", describe Esmeralda.

El volcán Descabezado Quizapu tiene 3.050 metros de altitud y se sitúa en la Provincia de Talca, Región del Maule, a cerca de 250 kilómetros al sur de Santiago.

De acuerdo con la Biblioteca Nacional de Chile, la erupción de 1932, considerada la más violenta, "levantó una gran columna, formando un gigantesco hongo de gases tóxicos, incluyendo fuertes detonaciones explosivas" e "inutilizó miles de hectáreas para uso agrícola".

La memoria de Esmeralda la tiene bien presente, alimentada por los objetos que guarda con mucho cuidado, como el recipiente de las cenizas, etiquetado con nombre y fecha, además de los cuadernos de la escuela, y artículos de periódicos sobre el profesor Estable.

Por toda la casa en donde vive sola, se encuentran además de reliquias, mapas y libros, sus pinturas.

Esmeralda guarda también un cariño especial por España y resalta que su apellido materno, Ormaechea, es vasco.

Vivió un año en Sevilla, en donde su marido bibliotecólogo fue invitado a trabajar.

Pintora autodidacta, colecciona sus pinturas sobre todo de escenarios españoles, además de algún dibujo regalado por los bisnietos, quienes en su opinión... tienen "mucho talento".

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