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Aniversarios de marca blanca

Antes cuando aún era muy joven se celebraban los cumpleaños y, como mucho, los ciclos de 25 años para conmemorar las bodas de plata, oro, platino etc...

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Antes cuando aún era muy joven se celebraban los cumpleaños y, como mucho, los ciclos de 25 años para conmemorar las bodas de plata, oro, platino etc. A estos sistemas conmemorativos el mundo empresarial se sumaba para recordar que tal o cual entidad cumplía un siglo desde su fundación. Pero poco a poco han ido acortando estos ciclos, sobre todo aquellas empresas dedicadas a la información, como son prensa, radio y televisión, que lo mismo loan, aclaman o celebran doce, catorce, cuarenta o cualquier suma de años desde su fundación.

Me da la impresión que este tipo de conmemoraciones son más bien con fines publicitarios y con objeto de no ser menos que nadie, matar un poquito el puñetero gusanillo de la envidia, que muchos la llaman sana. Por la jeró. Este calificativo, en desuso, venía a sustituir a ese otro de por los cojones, bastante menos exquisito y suave. Lo cierto es que si tu vecino conmemora el cincuentenario yo evoco, cuando menos, el cuarentanio. Envidia cochina.


 Sin ir más lejos ahora nos vienen dando bastante morcilla con los 20 años de Canal Sur (no sé si Radio o TV) que en su slogan publicitario ellos mismos ya nos advierten que no son nada y efectivamente dos décadas no son gran cosa para estar pregonando a los cuatro vientos tan insignificante periplo donde me parece se han dado más fracasos que aciertos. En una empresa de este carácter oficial tiene que ser una delicatessen trabajar sin Cuenta de Resultados. Está claro que sus directores o gerentes no tendrán grandes problemas económicos. Ahora bien, es otro tipo de éxitos los que se atribuyen de audiencia para programas como Menuda noche, La tarde con María, Arrayán, etc. Bueno, aún así son programas horteras y para personas no muy amigas de la erudición y la sapiencia. Pero por favor que sus conductores no se vanaglorien de esas aureolas.

 En una palabra se vive de forma apresurada e incluso se acelera el tiempo para que éste transcurra rápido y se llegue a metas anticipadamente, pero alcanzadas en falso, de mentirijillas, solamente con la idea fija de aparentar y no ser menos que el vecino.

En lugar de bodas de oro y plata se hacen de cobre y hojalata. Ninguno de los cónyuges tiene aguante ni equilibrio para llegar a unos fines lógicos y anhelosos. No hemos sido educados, la mayoría de nosotros, para entender que el tiempo es el bien más preciado que tenemos las personas. A pesar de ello no lo administramos como debiéramos y de esta forma siempre vivimos de forma precipitada para repescar el tiempo perdido. Alguien, que no recuerdo quién fue, dijo que “en una vida se pueden rehacer 10 fortunas, pero con 10 fortunas no se puede recomenzar una vida”. Esta frase me causó impacto y a pesar de ello no hizo que el nombre de su autor prevaleciera en la memoria.

Las gentes no establecen prioridades para organizar su tiempo libre y concluir con una serie de proyectos que nunca se cultivaron, solamente tuvieron a través de muchos años un lugar en la cabeza; escribo en base a una experiencia vital. Por eso, ahora cuando ya soy septuagenario estoy abarrotado de frustraciones. El estrés actual del ser humano desde hace ya muchos años, no se provoca por hacer o haber hecho realidad muchas cosas –aunque se hayan realizado muchas–, es más bien como consecuencia de la fricción entre las que tenemos que hacer, que son una barbaridad, y aquellas que hemos hecho. Por eso nuestros aniversarios son blancos, como las marcas de bajo coste de las grandes superficies.

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