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Tras una semana de apuros, Pedro Sánchez espera que desigualdad y corrupción pesen al PP y sus fallos, a Ciudadanos

El PSOE cree que el debate polarizará la campaña y la batalla final será entre ellos y el PP

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  • Pedro Sánchez -

El candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, asegura afrontar la última semana de campaña con ánimo y con el convencimiento de que puede ser presidente del Gobierno. Su entorno se niega a admitir otro escenario, aunque los ataques de la primera semana, que le han venido desde todos los flancos, le han llegado a afectar. A siete días de las elecciones, confía en que en la última semana se vea que son la "única alternativa al PP", que a este partido le pase factura "el paro, la desigualdad y la corrupción" y que a Ciudadanos le pesen los fallos que, a juicio de los socialistas, está cometiendo.

   La dirección del PSOE dice no creerse las encuestas y, aunque ninguna les sitúa como primera fuerza, insiste en que sus datos demuestran lo contrario. Niegan tener sondeos propios, pero defienden que su valoración de las que publican los medios, sin la 'cocina', les lleva a la conclusión de que serán primera fuerza. De hecho, algunas fuentes se atreven a hablar de una horquilla entre 108 y 113 escaños, por encima, aunque por poco del PP, y con Podemos y Ciudadanos superando el medio centenar de diputados.

   Por eso, tratarán de continuar haciendo caso omiso a los sondeos y confiando en que la campaña de Pedro Sánchez, "sin errores", acabe en La Moncloa. Para ello, dan un papel decisivo al debate de este lunes con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que creen que Sánchez ganará sin dificultades.

   Y confían en que la última semana será una batalla a dos y que la estructura del partido, de la que creen que carecen los nuevos partidos, dé ese empujón final y convenza a ese 41% de indecisos, que, según el CIS no tienen clara su papeleta. La clave, dicen los socialistas, es que la gran mayoría duda entre el PSOE y otra opción que confían que acaben desechando.

EL CIS, MAL ARRANQUE

   De esta manera, el PSOE espera dejar atrás las dificultades de la primera semana, que afectaron al ánimo de muchos. La campaña arrancó para los socialistas con la mala noticia del CIS, que les situaba a 8 puntos del PP -una distancia que no había previsto ninguno de los sondeos publicados en las últimas semana-- y muy cerca de Ciudadanos.

   Con esos mimbres, Pedro Sánchez comenzó insistiendo en que este Gobierno de Mariano Rajoy "manipula" hasta los sondeos y lanzando ya desde el mitin de arranque la apelación al voto útil: no dividir a la izquierda, porque, de lo contrario, seguirá Rajoy en La Moncloa, lo que se ha convertido ya en un mantra en sus mítines.

   En la primera jornada, en Barcelona, ahondó en ese mensaje al mostrarse convencido de que, si gana el PP aunque sea por un voto, Ciudadanos le apoyará, por lo que defendió que el cambio sólo llegará si gana el PSOE por un voto más. En ese caso, explicó, ofrecerá un "programa común" al resto de partidos y citó a Ciudadanos, Podemos, Izquierda Unida y PNV.

EL FANTASMA DEL TRIPARTITO

   Este mensaje fue interpretado por algunos medios como una oferta de formar un tripartito con Ciudadanos y Podemos, que recogió y alimentó la campaña del PP durante el primer fin de semana y llegó hasta el debate a cuatro de Atresmedia, en el que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, alertó de ese 'mal'.

   Así, Sánchez se afanó los primeros días en alejar los fantasmas del 'pacto de perdedores' del que hablaban los 'populares' e insistió que el "frente" que quiere hacer el PSOE es "contra el paro, la corrupción y la desigualdad que ha provocado el PP". "Haciendo ganaremos el 20 de diciembre", aseguró desde Inca (Mallorca).

   Sánchez insistió en ese mensaje un día después en el Salón de Pasos Perdidos del Congreso. En una conversación informal con los periodistas, volvió a decir que no se cree las encuestas y defendió que PSOE y PP están más cerca de lo que pintan.

LOS EFECTOS DEL DEBATE A CUATRO

   Pero el verdadero primer punto de inflexión en la campaña lo marcó el lunes el debate 'a cuatro'. Los socialistas salieron muy satisfechos y trataron de que calara la idea de que Sánchez fue el único que puso propuestas encima de la mesa. Sin embargo, a fuerza de oír que Pablo Iglesias había sido el ganador, algunos ya empezaron a reconocer que el líder de Podemos podía haber rentabilizado el debate y a recuperar posiciones.

   Iglesias atacó ese día a Sánchez, al que acusó de no mandar en el PSOE, mientras Rivera insistía en equiparar los gobiernos socialistas a los del PP y la vicepresidenta del Gobierno recurría a la herencia de José Luis Rodríguez Zapatero.

   Pero los dardos que más dolieron al PSOE fueron los de Podemos, a tenor del tono que usó Sánchez para responderle el miércoles desde La Coruña. Allí, subió los decibelios para apelar a la "raza" de los socialistas y para avisar a Iglesias de que no puede darles "lecciones". A los españoles, les advirtió de que el modelo de la formación morada es la Grecia de Alexis Tsipras: corralito, privatizaciones y subidas del IVA al 23%.

"QUIEREN DAÑAR AL PSOE"

   Un día después, todos insistieron en sus ataques y llegaron a decir que el candidato socialista estaba ya fuera de la carrera electoral, pero Sánchez intentó darle la vuelta a la ofensiva diciendo que significaba es que le veían ganador. De hecho, argumentó que Ciudadanos y Podemos le habían puesto en su diana al haber "renunciado a ganar al PP". "Por eso están en dañar al PSOE", dijo.

   Sin embargo, parece que estos ataques y la doble campaña del candidato -en el territorio y en los platós-, hicieron mella en el candidato, al que se pudo ver con un ánimo más bajo el jueves en Toledo. Un día después, en Gijón, recuperó el tono en su primer mitin con el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, en el que ambos apelaron al orgullo socialista.

   Sánchez trató de darle la vuelta a la situación advirtiendo de que los ataques de PP, Ciudadanos y Podemos demostraban cuál era el verdadero "tripartito" y llegó incluso a hablar de "frente anti PSOE". Con más guasa, les llamó incluso 'Las Amistades Peligrosas' el sábado en Sevilla.

CIERRE DE FILAS EN SEVILLA

   El mitin de Sevilla fue el del cierre de filas con el PSOE andaluz. De la capital hispalense Sánchez aseguró irse "con las pilas aún más cargadas" después de recibir el apoyo de los socialistas andaluces y, en particular el de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que se mostró "convencida" de que será presidente. "Te necesito ahí", le aseguró.

   Aunque el acto estuvo lejos de las grandes demostraciones de fuerza que los socialistas andaluces han hecho en anteriores campañas generales, llenando el velódromo de Dos Hermanas, en el mitin del barrio sevillano de Pino Montano no se vio ni un ápice de la frialdad que en otras ocasiones Díaz y Sánchez no se han molestado en disimular. Todo fue unidad y complicidad.

   Ahora queda por ver si las filas prietas, la campaña "sin errores" y el proyecto de país que quieren "para la mayoría" hace ganar las elecciones al PSOE, contra todos los sondeos, y logra "romper los pronósticos". Si pierde, Sánchez ya ha dicho que será "un fracaso".

   Para que no ocurra, esperan que los ciudadanos acaben castigando en las urnas al PP por una legislatura que resumen en "paro, desigualdad y corrupción", ayudados por el último caso de comisiones ilegales, y que el sufflé de Ciudadanos --que vio aupadas sus aspiraciones por el resultado de las catalanas-- baje por los "fallos" de la última semana, empezando por el de su propuesta de suprimir el agravante de violencia de género en las condenas por asesinatos machistas.

   Además, confían en que la subida de Podemos no sea la que reflejan los sondeos, una crecida que consideran "sobredimensionada". A su juicio, al final los españoles terminarán apostando por "la izquierda progresista" que puede ganar a lo que Sánchez ha comenzado a llamar "la izquierda de postureo".

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