Siempre me han gustado los magos, su ilusionismo te devuelve a la infancia, a lo mejor de la infancia, donde era posible lo imposible. No estafan a nadie, pagas por la ilusión que te ofrecen. Otra cosa son los trileros, con sus cartas y sus cubiletes, están ahí para estafarte y es oficio tan antiguo que todos lo saben pero siempre se cae. Porque el buen trilero lo hace bien, manejando con pericia sus herramientas y como al mago te emboba mirarlo. También tienen ayudantes, elementos fundamentales de sus timos son los ganchos, si caes en sus manos acabas como el gallo de Morón.
Desde el día 20, cuando votamos un parlamento que a muchos políticos no les ha gustado nada, nos intentan convencer de que son magos porque resulta muy difícil con estos resultados formar gobierno. Cuando en realidad son trileros, con maniobras para constituir el Congreso, líneas rojas que antes eran de otros colores, declaraciones por declarar algo, candidato del partido más votado que no se presenta a la investidura, segundo candidato más votado que saca pecho.
La bolita ¿dónde está la bolita? Presten atención señoras y caballeros y todos encandilados mirando a ver si conseguimos verla. Luego los ganchos, encuestas por aquí, encuestas por allá, los españoles quieren esta coalición para formar gobierno, luego resulta que quieren esta otra.
Seamos serios, lo que queríamos los españoles ya lo hemos dicho, otra cosa es que no sea lo que les guste a los que están acostumbrados a manejar el teatrito e intenten convencernos de que queremos lo que no queremos por las malas artes del trile.
Eso daría cuatro años más para enterrar la basura y dejar la limpieza para cuando haya menos que limpiar. Mira que ha habido ya bastantes papeles y discos duros destruidos, pero lamentablemente quedan más, muchos más.
España en 2015 obtiene los peores resultados en niveles de corrupción de su historia, qué dará de sí el 2016. Sin embargo los datos están para interpretarlos, España durante doscientos años ha sido un país enormemente corrupto, pero sin escándalos en prensa, ni investigados, ni encausados ni por supuesto encarcelados. De ahí la sorpresa de muchos: “¿cómo voy a ir yo a la cárcel por lo que todos han hecho?”. Y hasta tienen respaldo popular, les aplauden en sus entradas y salidas.
Son los comienzos del fin de lo que aquí se considera un mal endémico español. Por eso, aunque muchos se quejen de que en la cárcel no están todos los que son, lo que es bien seguro es que si son todos los que están.