La inteligencia emocional es una de las actitudes psicológicas que sólo el ser inteligente y, más que eso, el listo utiliza en sus relaciones sociales. Todas las personas que saben cautivar, seducir y hacerse respetar usan de forma natural la inteligencia emocional. En política también, diferenciamos claramente el líder carismático del plano y el primero lo es porque lo que dice y cómo lo dice está imbuido de inteligencia emocional. Lo cual no podemos confundir con la deliberada falsedad que viste a otros que carecen de esa cualidad y que, creyendo que el conjunto del pueblo es inculto y/o imbécil, a modo de feriantes trileros se lanzan a la captura del voto. La psicología y la sociología son dos ciencias presentes en política, todos los grandes cambios, las revoluciones sociales dirigidas por algún movimiento político, han partido del conocimiento de la realidad psicológica y social del pueblo, que el gobernante no ha sabido medir y cuando la percibe, suele ser tarde. Cuando el pueblo empieza a rechazar el sistema establecido y nace un líder que abandona lo políticamente correcto para decir aquello que sabe que una gran mayoría piensa, se abre un camino peligroso. El avance de la ultraderecha en el mundo occidental tiene mucho de esto.
Brasil. El crecimiento espectacular del Partido Social Liberal de Bolsonaro ha sabido captar el rechazo del pueblo al establisment, a la corrupción instalada con los escándalos de la Lava Jato y del Mensalão, y los macro juicios que acabaron con líderes del Partido del Trabajador en la cárcel, entre ellos el que había sido presidente, Lula da Silva, que en 2006 ganó las elecciones con más de 58 millones de votos. Bolsonaro ha centrado su mensaje en el cambio del sistema político, reducción de organismos, instituciones y sillones, erradicar la corrupción, apelar a la familia y a los valores tradicionales, el mundo rural y, sobre todo, en captar a la clase media con los discursos xenófobos y antisociales, una clase media a la que se le hace pensar que sus impuestos son para mantener a esos negros "vagos y criminales" y a los "parados perezosos" en una sociedad con un alto índice de criminalidad dentro del colectivo negro. Una clase media vulnerable ante estos mensajes porque es la que vive cerca de la violencia y porque sus necesidades fácilmente las ven amenazadas ante políticas igualitarias, como la de la Bolsa de Familia o la de las cuotas universitarias para integrar a los negros. Todo esto añadido a la gran división social y a la desintegración de los partidos de derecha y a una crisis económica que dura años. Ante todo esto, Bolsonaro se ha presentado como el político de la renovación política y social.
EEUU. El éxito de Donal Trump tiene también su base en el rechazo al sistema, a los casos de corrupción y a la división social, sobre todo entre el mundo rural y el urbano. La división de la sociedad radica en la polarización que resulta de un conjunto de estados en el que parte de la población vive en ciudades grandes, desarrolladas, modernas, dominadas por programas sociales progresistas y en la que el feminismo y la integración social es cada vez más hegemónica. Pero la parte de la sociedad más abundante vive inmersa en la clase media y en el mundo rural. Trump ha sabido captar el voto rural cuya población ha sufrido la desindustrialización y también el de la clase media que se sentía amenazada con las políticas de Obama encaminadas a proteger colectivos desfavorecidos y a abrir fronteras con Cuba y México, lo cual supone una amenaza para la clase media que ve como la tarta se reparte entre más comensales. La delincuencia entre los colectivos latinos y afroamericanos, el temor ante la población musulmana, que pervive tras el 11S y del que aún la sociedad no se ha recuperado, las promesas de Trump de liberar dinero para grandes mejoras infraestructurales mediante la eliminación del despilfarro burocrático y la corrupción y su saber sintonizar con el malestar de las clases medias y la población rural, que ven a los inmigrantes como los enemigos que reducen las posibilidades de mejorar...; en definitiva, un discurso de renovación para recuperar ese EEUU grandioso de antaño.
En Europa, la extrema derecha gobierna Hungría y Polonia, en siete países participan en pactos de gobierno y en diecisiete tienen presencia parlamentaria, en todos in crescendo. En Hungría, el primer ministro Viktor Orbán, líder del Fidesz-KPND, captó el voto mayoritario de una población cansada del sistema, escéptica ante la UE, temerosa del aumento de la inmigración, y todo ello bajo una loa a la nación y a los valores tradicionales. En Polonia, Jaroslaw Kaczynski, del partido Ley y Justicia, llegó al gobierno basando su campaña en la limpieza y regeneración política necesaria para liberar al pueblo de la corrupción y del voluminoso gasto público dedicado a los numerosos puestos políticos. Apeló a los males de la globalización y de la integración de inmigrantes ante una sociedad con una clase media vapuleada por la crisis económica y descontenta por las amenazas contra la permanencia de la cultura y tradiciones polacas. Francia: la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, utiliza el discurso de la renovación con un "estamos viviendo el final de un mundo y el nacimiento de otro nuevo", apelando al sentimiento chauvinista, al valor de las tradiciones y de la familia, al freno a la inmigración, en una sociedad trastornada por los atentados musulmanes y por la convivencia con este colectivo al que se le hace responsable del aumento de la violencia y del destino de parte del gasto público y, finalmente, capta el apoyo de los anti Unión Europea que, sobre todo en la población rural, ven como una amenaza a la libre producción agrícola. En Alemania, el partido Alternativa para Alemania se ha situado tercera fuerza con su discurso anti inmigración y contra el establisment, la corrupción y la globalización, logrando remover a los descontentos con el sistema y a la clase media que ve en la globalización y en la inmigración los males que impiden su despegue económico. Suecia: el partido ultraderechista Demócratas de Suecia avanza entre la población de la clase media que, tras la avalancha de Sirios, cree que la inmigración pone en peligro el empleo, la seguridad ciudadana, el mantenimiento de la cultura tradicional y el estado del bienestar. Del mismo modo, Austria y Holanda con el Partido de la Libertad o Grecia con el partido Amanecer Dorado. Todos ellos xenófobos, clasistas y euroescépticos, que ganan el voto de los descontentos con el sistema, con el gasto público dedicado a proteger a minorías, la corrupción, el avance de la inmigración y las fibras sensibles que tocan con la apelación a los valores tradicionales y al sentimiento patrio.
España: Se había desterrado la ultraderecha con el convencimiento de que nada bueno aporta a la convivencia, pero Vox ha irrumpido con fuerza y quien ningunee a este movimiento se equivoca y mucho. Por primera vez tenemos una derecha dividida, un PP en caída, Ciudadanos que aún no ha sabido situarse con claridad en el espectro ideológico, titubeando entre el centro derecha y el centro izquierda, una parte del pueblo que siente la amenaza de Podemos con la imagen de Venezuela en la frente y un PSOE que soporta el hartazgo de muchos y que, elección tras elección, pierde. Una sociedad que no ve resuelta la crisis económica, que aún recuerda los años de bonanza y todo lo bueno que ha perdido. Un pueblo que por días rechaza con más intensidad el sistema político, con los continuos casos de corrupción, con los beneficios que gozan los que viven de la política, que sitúan a los ciudadanos en una clase inferior al político. Una desconfianza brutal hacia el poder judicial, sobre el que sobrevuela la duda de la objetividad e imparcialidad. Un rechazo muy generalizado hacia la súper protección del mundo sindicalista. Unas leyes sobre protectoras de colectivos políticamente correctos, que para demasiados roza en discriminatorias e injustas para el resto.
Una clase media que, como en el resto de Europa, ve una amenaza económica en la inmigración y más cuando no hay trabajo para todos; sin olvidar el impacto de los atentados musulmanes. Asuntos como el catalán, o incluso el que nunca debió resurgir sobre Franco, están fragmentando la sociedad. Y, con este cóctel agitado, aparece Vox con Santiago Abascal, llenando con 10.000 personas Vista Alegre y con sorprendente acogida allí a donde va. Su web dice: "VOX es un partido político creado para la renovación y el fortalecimiento de la vida democrática española. Somos como tú, profesionales, autónomos, amas de casa, jubilados, emprendedores, empleados, trabajadores, funcionarios, estudiantes... que nunca hemos vivido de la política, que nos hemos sentido defraudados por los políticos actuales y que hemos dado un paso al frente para CAMBIAR esta situación. El político debe estar para servir, escuchar, gestionar y actuar". Ya me dirán cuántos españoles no compran esto. Y en sus 100 medidas denominadas Para la España Viva se puede encontrar una defensa de la nación, de la bandera, del español como lengua y las tradiciones populares, eliminación de las autonomías y reducción de miles de puestos políticos, derogación de la Ley de Memoria Histórica y apelación a la unidad, que el pueblo sea quien controle a los cargos políticos, control férreo de la inmigración y de las fronteras de Ceuta y Melilla, reducción del gasto público eliminando puestos políticos, defensa del autónomo, eliminación de la Ley de Violencia de Género, para pasar a un sistema de protección de discriminaciones y tratos vejatorios tanto de mujeres como de hombres, reducción de impuestos... Medidas que, en su mayoría, atrapan al descontento y lo preocupante es que el nivel del mismo va en aumento en una gran parte de la sociedad, que cada vez se siente menos representada por los partidos políticos convencionales.
VOX presentó una denuncia ante la Fiscalía General del Estado contra la presidenta de Navarra Uxue Barcos por autorizar la publicación del Plan de Coeducación 2017-2021 para los centros y comunidades educativas de su comunidad donde se pretende explicar a niños de 0-6 años las "múltiples identidades sexuales" para que tengan "vivencias sexuales a través de juegos eróticos infantiles". Seamos sinceros: ¿cuántos padres abogan porque a sus hijos de 0 a 6 años les den este tipo de educación? O nuestros políticos hacen un buen análisis sociológico y psicológico de la sociedad o el avance ultraderechista será imparable, con serio peligro de lo que, tras el franquismo, entre todos, logramos.
El mundo occidental se encuentra ante el fin del bipartidismo izquierda/derecha, ante el declive de los grandes partidos que históricamente se alternaban el poder, con una población harta de un sistema político tocado por la corrupción, presa fácil de un líder carismático y populista que deja a un lado lo políticamente correcto y dice lo que buena parte del pueblo quiere oír porque, además, ya nadie confía en las promesas electorales y, encima, las ideologías han sucumbido a la globalización. Es el temor, sobre todo de la clase media, por cierto la más abundante, a la degeneración de los cimientos sobre los que se debe sustentar la sociedad, es el rechazo a que los inmigrantes se queden con lo nuestro o, como mínimo, nos hagan vivir peor. Es el triunfo de lo emocional. Y para ello, estos líderes populistas cuentan con la inestimable ayuda de las redes sociales, vehículo que crea opinión pública sin un mínimo contraste, a través de las cuales se consigue con rapidez instaurar la crítica y el descontento ante unos gobernantes y políticos que parecen mucho más centrados en proteger el sistema, su sistema, que en salir a la calle para conocer lo que realmente piensa el pueblo, su pueblo.