El concurso de agrupaciones del Carnaval Colombino se encuentra en un año confuso, lleno de incertidumbres por la dudosa evolución que ha manifestado en los últimos febreros, compensada por la excelente motivación que presentan los carnavaleros integrantes de las agrupaciones participantes en nuestro certamen de coplas.
En estos dos meses, Viva Huelva se ha acercado a los distintos cuartos de ensayos para vivir esos momentos en los que se están escribiendo las historias que podremos ver en el escenario del Gran Teatro. Uno de los aspectos fundamentales que he podido presenciar este año ha sido la fusión de ‘razas’ de los diferentes carnavales de nuestra provincia, los diferentes estilos que se han aliado para armar las comparsas y chirigotas, dotándolas de visiones alternativas que engrandecen los resultados que se van observando.
Parto de la premisa de que en las últimas décadas el Concurso Colombino siempre ha marcado el ritmo de los diferentes concursos carnavalescos de Huelva -cuando digo Huelva, hablo también de la provincia- y el nivel de participación aumenta o disminuye dependiendo del concurso de la capital, casi de forma general. Es un hecho que al disminuir la asistencia de grupos en el Colombino, afecte de una u otra forma al resto de certámenes onubenses -hablamos de concursos, única y exclusivamente-, y eso aún parece que no se asume del todo. Dada mi experiencia, estamos en esa época en la que los carnavaleros pueden dar un giro a la historia de esta fiesta rompiendo con las absurdas rivalidades, la competitividad exagerada y las rencillas entre pueblos que nos estaban exterminando, cuando cada localidad tiene su importancia, su particularidad y, sobre todo, su repercusión en la regeneración de este nuevo rumbo de unión que deberíamos emprender y en la que muchos ya están inmersos.
El carnaval de Huelva, en todo su contexto, debería cambiar sus cimientos y emprender ese camino imprescindible y simbiótico que nos dé una visión más abierta, asumiendo a toda la geografía de Huelva como un todo, sin menospreciar sus partes. Cuando hace 15 años hablaba de este mismo enfoque, cuanto menos recibía el rechazo de algunos compañeros, con ideas arcaicas y localistas que cerraban las puertas en uno y otro sentido y desde los diferentes pueblos.
Era impensable que compartiéramos escenario con Isla Cristina o Ayamonte, o que agrupaciones como Punta Umbría y Huelva se fusionaran para crear maravillas como las de José Manuel Soto ‘Soti’ o Francisco Tinoco, actualmente percibido con mayor naturalidad. Pero nuestro Quijote, apoyado por algún que otro Sancho, fue Juan Francisco Palacios, que supo visualizar una fiesta diferente, sin fronteras, sin barreras que nos disperse, y creó esa estructura relacional entre los puntos carnavaleros más relevantes al que muchos siguieron y que hoy estamos recogiendo esos frutos. Lo triste es que esta dinámica, que debería haber partido desde las propias organizaciones, no surge, no avanza y simplemente se adapta, observando cómo una fiesta que podría ser de las más importantes de nuestra tierra, se desploma por falta de interés y con miras más abiertas y con esa necesaria visión de futuro.
Huelva está en ese momento, con grupos y carnavaleros que tienen asumido ese sentimiento de pertenencia, que son queridos, respetados y representados: Valverde, Ayamonte, Isla Cristina, Punta Umbría, Gibraleón, San Juan del Puerto, Bollullos del Condado, Villarrasa, Lepe, Trigueros, etc. Todos sumamos y conformamos un concurso del que deberíamos sentirnos orgullosos. Aún estamos a tiempo de cambiar y escribir una nueva historia.