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Jaén

“Mi escultura esconde siempre algo más de lo que ve el espectador”

Pedro Aceituno (Jaén, 1969), reconocido escultor y restaurador, defensor de la artesanía

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  • Pedro Aceituno. -

Sus manos son su principal herramienta desde que siendo niño descubrió en la madera una alidada para crear artesanía, para hacer de la escultura y la restauración su forma de vida, su carta de presentación para expresarse en el Arte. Su apellido lo delata. Su padre, Luis Aceituno, fue su maestro, el artesano del que aprendió para ser hoy un referente y un defensor del trabajo artesano.

Pedro Aceituno (Jaén, 1969) es un reconocido escultor y restaurador, de los pocos que quedan en la capital. “El apellido Aceituno está ahí, pero tienes que demostrar que vales. Mi padre ha sido mi maestro. Trabajaba en casa y siempre he vivido de cerca este oficio”, recuerda. De hecho, los contactos de su padre en Madrid le permitieron vender su primera obra, un grupo de cabezas de caballos, a Arte España, cuando sólo tenía 12 años.

Con su padre realizó trabajos de imaginería para la Semana Santa de Baeza y es el autor del trono del Cristo del Arroz de la capital, que se estrenó en la procesión del año pasado y que está pendiente de finalizar. A finales de los ochenta, trabajó en la restauración del Museo de Artes y Costumbres de la ciudad.


Ha dedicado 27 años a una tarea profesional vinculada a la decoración, pero nunca ha dejado de trabajar en su taller, que desde hace dos años ha trasladado a la calle Sedeño del barrio del Pilar del Arrabalejo. Ha profesionalizado lo que empezó como un hobby y, de forma discreta, este escultor pasa las horas entre maderas y herramientas, creando esculturas y respondiendo a los encargos de restauración. “Es un oficio en el que no está todo inventado. Siempre tienes algo nuevo que mostrar”, confiesa. Trabaja en la preparación de una exposición escultórica en el Archivo Histórico Provincial, con la que quiere hacer un guiño a los niños que pasaron por el hospicio que fue, durante y tras la Guerra Civil. “Mi padre estuvo allí y quiero hacer la exposición para rendirle homenaje y devolver la memoria histórica”, adelanta.

Este escultor ha realizado cuatro exposiciones individuales, dos de ellas en la capital, siendo la primera en el año 2007, en la sala de exposiciones de la desaparecida Caja de Jaén. “El público siempre me ha tratado bien. A nivel institucional, muchas promesas se han quedado en fotografías en prensa para decir que se apoya la cultura”, lamenta. Explica que “el Arte no es sólo exponer”, sino que “hay que sorprender” y se confiesa de esos autores que “siempre da más al espectador” de lo que éste espera.

En la escultura le gusta trabajar las líneas curvas, “jugar con los espacios”; y en la restauración disfruta de todo el proceso, especialmente con muebles que tienen “un gran valor sentimental para sus propietarios”. Dice: “Desde el principio sé cómo va a quedar lo que restauro. Es un proceso del que me gusta todo. Hay que saber decir que no a restauraciones que te pide el cliente”.

En su obra hay mucha mitología y la madera del olivo es una de las más demandadas. “Es una madera preciosa. La veta es bonita, pero al hacer un rostro, lo desvirtúa”, considera un escultor perfeccionista. Su artesanía provoca una escultura figurativa, a la vez que hace al espectador descubrir formas. “Me gusta jugar con quien mira la escultura. Todo lo que hago esconde algo más de lo que se ve”, dice.

Su taller está lleno de obras que comenzó a tallar hace quince años. “Hay trabajos que gustan más sin acabar”, dice. También realiza esculturas funcionales, como lámparas o botelleros. “Es un oficio que sigue vivo. La sociedad sigue demandando el trabajo artesano, pero no como nos gustaría. Se aprecia este tipo de arte y se siguen formando personas. Las nuevas generaciones cada vez aprecian más lo artesano”, reconoce.

En una sociedad en la que “parece que todo está hecho”, valora que “no debe desecharse lo tradicional”, apuntando que “el trabajo a mano no es perfección, pero la imperfección es bella”.    

Entre sus proyectos está convertir su taller en un espacio para la formación. “A los niños les llama la atención la  escultura. En tiempos en los que hay que enseñarles a jugar en el recreo, hay familias interesadas en que ocupen su ocio aprendiendo con la artesanía”, agradece.

Uno de sus propósitos es encontrar una galería para que el trabajo que le hace “feliz”, le permita “vivir”. 

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