Todo en Loco por ella, desde el título al cartel, de la trama inicial a la pareja protagonista, remiten a algo tan atractivo y agradecido como la comedia romántica. Incluso, su director, Dani de la Orden, venía de dirigir Hasta que la boda nos separe, el simpático remake de la francesa The wedding planner, con la que dio un salto de calidad dentro de su progresión en el género, tras la atrevida y fallida El pregón y la amable y retro El mejor verano de mi vida. Y sin embargo, al final te puede una sensación contradictoria: cabe preguntarse qué habría sido de esta película si, definitivamente, lo hubiese apostado todo a la comedia; del mismo modo que se le agradece su valentía a la hora de explorar la vertiente dramática de unas situaciones y unos personajes a los que se esfuerza por no perder de vista, aunque no le luzca.
La historia empareja a Adrián (Álvaro Cervantes), periodista en busca de historias que contribuyan a los click baits de la web para la que trabaja, y a Carla (Susana Abaitua), una chica a la que conoce una noche de marcha y de la que se enamora perdidamente tras acordar limitarse al sexo de una sola vez. Cuando poco después descubre que está ingresada en una clínica psiquiátrica, decide fingir un trauma para conseguir plaza junto a ella y conquistarla, bajo la excusa de escribir un artículo.
Y De la Orden se maneja muy bien, tanto en la presentación de la pareja, como en los primeros equívocos dentro de la clínica, hasta que poco a poco nos empuja hacia la realidad de las personas que se encuentran en una institución de este tipo, en busca de un trasfondo realista que establece ciertos vínculos emocionales con la Campeones de Javier Fesser, sin encontrar a veces la química exacta, aquí interrumpida, que tan bien le funciona cuando se deja llevar por el enredo y el desenfreno de la comedia.
A partir de un guion original de Natalia Durán y Eric Navarro -guionista habitual en los trabajos de De la Orden-, la película maneja mejor las claves de este género que las del melodrama, tanto en la búsqueda de la comicidad, como en la definición de un competente grupo de secundarios, comandados por un excelente Luis Zahera y un episódico, pero muy divertido, Alberto San Juan, así como acierta en la elección de la pareja que forman Cervantes y Abaitua -ella, fantástica, es sin duda lo mejor de la película-, de ahí la cierta sensación de vacío de lo que no deja de ser un más que aceptable filme.