Casi al unísono Juan Carlos Campo, Juan Marín y Lorenzo del Río se lamentaban esta semana, en un desayuno informativo de Europa Press, del mal funcionamiento de la Justicia por su lentitud exasperante y la falta de jueces y funcionarios. Los titulares de Justicia de los gobiernos central y andaluz y el presidente del TSJA coincidieron, aunque con diferencias, en que los ciudadanos confían en los tribunales pero no en sus plazos. Solemnizaron lo obvio. Al mismo tiempo, con una diferencia de horas, más de 2.500 jueces españoles remitían un escrito a la UE denunciando que la independencia del poder judicial está amenazada.
Si estas dos premisas no fueran suficientes para mi postrera conclusión, recuerdo la intención gubernativa de retrasar la edad de jubilación fomentándola (la demora) con el pago de 12.000 euros anuales. Pues bien, con todo este panorama hemos dejado que un juez íntegro, independiente y comprometido pase a la reserva en plena madurez. Algo falla, por tanto, en el sistema. Hablo de Gutiérrez Luna, padre de la Sección de la Audiencia Provincial en el Campo de Gibraltar y presidente de la Sección de Apelación Penal del TSJA.
El magistrado se ganó a pulso durante sus años de instructor un respetuoso Don para su nombre, Manuel. Así era conocido quien ayudó a desarticular organizaciones de tráfico de droga e inmigrantes durante la década de los 90 en la comarca más meridional de Andalucía cuando Gibraltar sí era refugio de delincuentes hasta que Londres amenazó a Joe Bossano con intervenir el gobierno del Peñón si no ponía fin a las planeadoras.
En aquel marco era en el que investigaba Gutiérrez Luna, quien llegó a detectar agentes del entonces Cesid infiltrados en redes de narcos para conocer si estos blanqueaban el dinero de la droga vía Gibraltar. A buen seguro, en su memoria guardará el nombre de Lalia, migrante que llegó en patera a Tarifa tras ser violada en su camino hacia un mundo mejor. Aquella joven de ojos claros se enamoró del guardia civil que le atendió en la playa, y ambos formaron pareja.
Don Manuel también vivió momentos duros en los que la envidia acechó y de qué manera. Eso es mejor olvidarlo y reconocer la labor que hizo por comprender la verdad y mejorar la administración de justicia. Mi respeto, Don Manuel. El Campo de Gibraltar le debe una.