Es Juan Corsario Losada un novelista intrépido, aventurero, con la fuerza del que cree ciegamente en lo que escribe, en lo que cuenta… y por eso te coge de la mano y te lanza sin piedad en medio de la historia desde la primera página de su obra. Hasta el punto que en esta nueva novela que acaba de publicar: “Burbujas de acero”, servidora ha llegado a sumergirse en ese mar hermoso de la cinematográfica Cantabria donde ha creado esta aventura de submarinos hundidos que esconden muchísimo más que un pecio.
Burbujas de acero es una novela que “suena”, que “vibra”, que “huele”, que “tiene sabor”… Corsario Losada salpica cada capítulo con referencias musicales, gastronómicas e incluso de rabiosa actualidad, de manera que ladrillo a ladrillo ha creado un espacio narrativo en el que la historia se encuentre cómoda. Consiguiendo así una novela viva, como vivos son sus personajes, porque, como ya he dicho, viva está su historia: El buceador Álex Vinaroz encuentra a través de unas inusuales burbujas en la ensenada de Puerto Calderón, en Cantabria, un submarino semihundido. Pese a tratarse de un U-Boot de la Segunda Guerra Mundial, descubre que su contenido no es militar.
Por otro lado, un buque cazatesoros inglés de bandera de Bahamas, el Dauntless, se acerca a la costa de Cantabria. Tras años de investigación ya tiene casi acotada la zona en que ha de encontrarse el submarino. A bordo, Tim Maplewood, cree que van en busca de un tesoro más, como los de las decenas de galeones saqueados, pero su socio Edward Hobson busca algo diferente, ya que él sí sabe lo que contiene el pecio.
Y hasta aquí les cuento, porque no se trata de hacerles spoiler, pero ojalá les pudiera contar más, porque cuando cierras la última página te dan ganas de subirte al primer tren que te lleve hasta esos parajes para buscar esas burbujas que cautivaron al autor.
Son tiempos de cerrar los ojos y soñar aventuras. Tiempos de querer volar lejos de toda esta pesadilla que como alquitrán se nos está pegando al alma, ensuciándola y haciéndola más oscura y pesada. Y contra este mal, no hay mejor medicina que un buen libro. Como este. n