A lo largo y ancho del Belén municipal observamos las diferentes escenas que nos remiten al original bíblico, por lo que para un mejor entendimiento de lo representado nos obligamos a abrir las páginas correspondientes en los evangelios de Lucas y Mateo, y leer algunos versículos de los capítulos 1 y 2 de ambos relatos. La primera escena, basada en el evangelio de Lucas 1:26-38, representa el anuncio que el ángel Gabriel hizo a María, notificándole que iba a ser madre de un niño al que pondría por nombre Jesús.
La escena segunda corresponde a las bodas de José y María. Los evangelios canónicos no hablan de la ceremonia nupcial. Todo lo que se conoce de estas nupcias procede del protoevangelio de Santiago. En los canónicos encontramos que, cuando el ángel visitó a María en su casa de Nazaret para anunciarle que iba a ser madre, ella respondió: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón”? Aunque unos versículos antes el evangelista dice que Gabriel fue enviado “a una virgen desposada con un hombre llamado José”, sin embargo los esponsales definitivos tuvieron lugar después. Era costumbre judía celebrar unos primeros esponsales, tras los cuales la novia pertenecía legalmente al novio, aunque no podían vivir juntos hasta un año después, tiempo en que se celebraba el matrimonio propiamente dicho. Fue durante los primeros esponsales, antes de consumarse el matrimonio legal, cuando el ángel Gabriel anunció a María que iba a ser madre. Cuando José se enteró del asunto, se alarmó e intentó repudiar en secreto a su desposada. Pero, ante el aviso de un ángel, José tomó como esposa a María y la llevó consigo. Lo precedente lo leemos en Mateo 1:18-25.
La tercera escena corresponde a la visita de María a su pariente Isabel, que vivía en la región montañosa de Judá y estaba en su sexto mes de embarazo. María pasó unos tres meses en casa de Isabel, probablemente hasta que ésta dio a luz a su hijo Juan, que llegaría a ser conocido como Juan el Bautista. Los detalles de la visita podemos apreciarlos en el evangelio de Lucas 1:39-56.
La escena cuatro representa a José y María empadronándose en Belén, según el edicto del emperador romano. Como José y María eran naturales de Belén y vivían en Nazaret, a unos ciento cincuenta kilómetros de distancia, se obligaron a viajar hasta Belén. La lógica hace pensar que tal viaje, de una semana y a pie, no pudo haber acontecido en invierno, dado el frío extremo de aquellas latitudes. Roma estaba consciente de esto y no podía permitirse sublevaciones, ni hacer perder inútilmente vidas humanas que le procuraban impuestos, al ordenar que sus súbditos se pusieran en camino en pleno invierno. El relato pertenece al evangelio de Lucas 2:1-5.
Las siguientes escenas están muy relacionadas entre sí. La quinta muestra a José y a María solicitando posada. La sexta escena corresponde al nacimiento del Niño en un pesebre, dado que no había sido posible encontrar otro alojamiento más digno. La séptima corresponde al anuncio del ángel a los pastores “que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño”, con lo que apreciamos que el nacimiento de Jesús no pudo acontecer en tiempo de invierno. Esto está fidedignamente representado en el Belén municipal, ya que el pueblo no está cubierto de nieve, tal como sucede todos los inviernos en la población real de Belén. Las tres escenas anteriores las repasamos en Lucas 2: 6-20.
La octava escena, la de la presentación del niño en el Templo, se corresponde con los textos de Lucas 2: 21-38. De la novena (visita de los magos cuando la familia vivía ya en una casa), la décima (huída de José, María y el Niño a Egipto) y la undécima (matanza de los inocentes) hallamos los relatos en el evangelio de Mateo 2: 1-16. Respecto al cruel decreto de Herodes el Grande, el evangelio dice textualmente que alcanzó “a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos”. Lo que significa que el Niño Jesús contaba con unos dos años de edad al tiempo de su huída a Egipto. Todos estos detalles y algunos más se aprecian a fondo al leer los relatos evangélicos, mientras la vista se recrea en el espectacular y artístico Belén de Torremolinos.