La ciudadanía sufre con frecuencia los incumplimientos, la inacción y los retrasos de las administraciones públicas. Lo que no puede ocurrir además es que la sociedad civil suplante esa dejadez institucional en servicios básicos sufragando con recursos propios lo que debían las autoridades garantizar con los presupuestos sustentados con nuestros impuestos. Eso ha estado ocurriendo en los últimos años, por ejemplo, con el incremento de los seguros privados ante la merma considerable en la asistencia sanitaria, o con la compra de las Ampas o padres y madres de determinadas clases de aires acondicionados que amortigüen las olas de calor.
Así ocurrirá en las próximas semanas en el colegio público Jardines del Valle de Sevilla en el que tengo matriculadas a mis dos hijas. Una de ellas pasa a primaria y su aula, que debe mantener las ventanas cerradas para que no entre el ruido del intenso tráfico de una gran avenida que linda con el centro escolar, es una de las más calurosas del inmueble. Ante la ausencia de noticias de la Consejería de Desarrollo Educativo sobre actuaciones térmicas con cargo a la Ley de Bioclimatización que aprobó en 2020 a bombo y platillo la Junta, los padres han acordado abonar cada uno 52 euros para pagar los 1.100 euros de un aire acondicionado que refrigere a sus hijos en olas de calor y suavice el frío invernal. A los padres nos sitúan en el centro de una responsabilidad que no es nuestra: si nuestros hijos pasan calor y frío en el colegio. Y no somos responsables, pero, claro está, ¿qué padre va a negar 52 euros para que su hijo tenga un aula climatizada? Así que con esta compra contribuiremos con un pequeño granito de arena a la progresiva privatización de los servicios públicos. Con esta medida, no estamos defendiendo la educación pública, la estamos debilitando. Defender la pública y a nuestros hijos es reclamar lo que la administración les debe a nuestros hijos: el aire que falta, el profesor que no se sustituye, el apoyo docente que nunca llega, etc…
Así las cosas, mientras los colegios concertados reciben puntualmente sus conciertos y los privados algunas subvenciones indecentes… el ritmo de inversiones en los colegios públicos en tan desesperante como el escaso pulso de las direcciones de los colegios y de las otrora combativas Escuelas de Calor. No me extraña así que, año tras año, los privados y concertados ganen alumnos en detrimento de los públicos ante su progresivo deterioro. Y no pasa nada porque los padres, los profesores y los directores no reclamamos: estamos dejando morir la educación pública muy poco a poco con nuestra complicidad y nuestro bolsillo.