El jefe del equipo de homicidios de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y responsable de la investigación del doble crimen de Almonte (Huelva), en el que fallecieron una menor de ocho años y su padre Miguel Ángel D.E., ha asegurado que, tras las testificales de vecinos de la casa donde aparecieron los cadáveres, que escucharon "gritos" en el marco de una pelea, y comprobaciones del tiempo de llamadas telefónicas, los hechos se pueden acotar entre las 21,52 y las 22,02 del 27 de abril de 2013.
El agente ha declarado como testigo en la quinta sesión del juicio ante un jurado popular en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Huelva y en el que el único acusado es F.J.M., que se ha mostrado más inquieto en esta sesión, que se enfrenta a 50 años de prisión y que mantenía una relación sentimental con la madre y mujer de los fallecidos.
Al respecto, el agente ha precisado que desde un primer momento sospecharon que se trataba de "un crimen pasional por la cantidad de puñaladas asestadas a las víctimas, innecesarias, gratuitas y con ensañamiento, y por las marcas en el cuerpo en forma de X. Para matar a alguien no hacía falta esta sangría", ha remarcado, indicando además que "hubo una directa por el torax y corazón que lo mató rápido", refiriéndose al adulto, así como que "la niña apareció tapada como símbolo de anulación o vergüenza porque conocía" al presunto autor.
Al respecto, ha señalado que unos vecinos, de nacionalidad ecuatoriana, que aún faltan por declarar como testigos en el juicio, y que estaban hablando por teléfono con sus respectivas parejas y que escucharon gritos de dos personas con acento de la zona diciendo "fuera de aquí o qué haces aquí", aseguraron que por el tiempo de estas llamadas, las discusión y los golpes "se escuchan entre las 21,52 y las 22,02".
En este sentido, el agente ha manifestado que "la pelea en sí duró poco tiempo, que para una persona normal mantener un combate de un minuto es agotador", por tanto cree que "fue algo corto como máximo de tres minutos". A su juicio, "no se puede mantener una pelea de ese calibre durante mucho tiempo" y más "al cogerlo indefenso, al salir de la ducha".
En este punto, ha remarcado que, una vez abierta esta línea de investigación, y tras la reconstrucción de hechos con los datos existentes, comprobaron que el acusado no estaba en el supermercado donde trabajaba a esas horas como él decía, al ser visto por dos testigos que iban a caballo "entre las 21,00 y las 21,29, concretamente sobre las 21,15 horas", según conversaciones telefónicas registradas, y por una cámara a las 21,01 por última vez en el citado supermercado. A su vez, Marianela asegura haberlo visto a las 22,09 en la puerta del mismo pero sin verlo salir previamente.
Por otro lado, sobre el ADN de F.J.M., hallado en tres toallas ubicadas en los cuartos de baño en la vivienda junto a ADN de los residentes de la casa, el jefe de la investigación ha asegurado que, tras las comprobaciones por parte de Toxicología, el mismo "es repetitivo y no es casual", a lo que a ha añadido que "en algunas zonas de una de las toallas hay más cantidad de ADN del acusado que del resto de los residentes de la casa".
Por ello, ha incidido en que la persona que lo hizo "iba preparada, con guantes, para no dejar restos", así como que el escenario "era salvaje. Pocas veces he visto algo similar", mostrándose asombrado, por su experiencia, de que "Miguel Ángel no tuviera ningún enemigo".
En cuanto a las pisadas ensangrentadas con unas zapatillas deportivas en una esterilla del baño, el jefe de la investigación ha contado que le requisaron al acusado, tras dejar claro que éste "colaboró en todo momento con la Guardia Civil", en casa de sus padres unas zapatillas, que eran de la misma marca y número, mayor que el suyo, pero que no eran el mismo modelo.
"HABÍA PELOS"
Por otro lado, preguntado por la defensa sobre la aparición de pelos en la vivienda, el agente ha señalado que, tras comprobaciones, "un número de pelos eran de familiares y sobre el resto no fueron capaces de decir a quien le correspondían".
De igual modo, se averiguó sobre las últimas personas que estuvieron con las víctimas y se centró la investigación en un compañero y amigo de Miguel Ángel, que estuvo en la casa hasta las 21,40 de ese día, y se descartó su posible participación, asegurando éste que "la puerta de abajo del piso la había cerrado".
A su vez, descartaron varias líneas de investigación, incluida la del dueño de la casa vecina, donde vivían los ecuatorianos, porque "había habladurías de posible tráfico de drogas y que se podrían haber confundido de persona a la hora de matarlo".
En cuanto a la cerradura, ha manifestado que no fue forzada y que la puerta "fue abierta con llave del domicilio". Por último, a preguntas del letrado de la defensa, el agente ha señalado que recuerda que "se investigó que la niña había contado a los abuelos que Marianela le había tirado un plato a la cabeza a Miguel Ángel" y que era "posesiva".