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Notas de un lector

Aromas de antigüedad

La poesía de Patrizia Cavalli (Todi, 1947) propone un clasicismo al uso reverberante en la forma y en los ecos

Publicado: 07/12/2021 ·
11:20
· Actualizado: 07/12/2021 · 11:20
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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La poesía de Patrizia Cavalli (Todi, 1947) propone un clasicismo al uso reverberante en la forma y en los ecos; esto es, se halla poblada de humos y aromas entrelazados en la antigüedad.

La editorial Pre-Textos da ahora a la luz una antología en edición bilingüe, que bajo el título “Mis poemas no cambiarán el mundo. 1974-2013”, reúne una amplia muestra de casi cuatro décadas de su quehacer lírico.

Abro esta compilaciónque me ocupa por la página 144 y leo: “Pigre divinità e pigra sorte/ cosa non faccio per incoraggiarvi,/ quante occasioni con fatica vi offro/ solo perché possiate rivelarvi!” (“¡Oh perezosos dioses, vaga suerte,/ qué no haré yo con tal de espolearos/ y cuántas ocasiones con fatiga os ofrezco/ con la esperanza de que os reveléis!”). Acto seguido, me asomo a la solapa y advierto (¡casualidad obliga!) que “Pigre divinità e pigra sorte” (2006) corresponde al título de una de las ocho colecciones de poemas, publicadas con amplios espacios temporales, que componen su obra.

PatriziaCavalli trata la vida y el mundo en derredor con un tono irónicamente solemne, deudor, sin duda, de la solemnidad adoptada por los grandes del género dramático. Aspira a ser agresiva, tierna, punzante, compositora mágica del instante supino concentrado en el encuentro del propio ser con una fuerza superior que lo trasmuta. A eso llamamos creación.

Me remito a Shakespeare (“La Tempestad”, “Sueño de una noche de verano”), Moliere (“Anfitrión”), Wilde (“Salomé”) y Peter Brook (“La tragedia de Carmen”), traducidos por nuestra autora.

Ella se encastilla en la convicción de que un toque de delicadeza por parte del alma propia o del amado ingenuo, una colina enfebrecida por la lluvia, un tiempo sabático donde demorarse y declararse loca de amor, no son más que oraciones, una equivocación achacable al genio de la esperanza. Pudiese resultar desbordante esta falta de sincronía de no ser por el hecho de que muchas veces, a lo largo de la lectura, nos sorprendemos en estado de alerta, en sintonía con la poetisa: ¿Quién no se duele por carecer de un hueco donde recogerse, o por destilar un pensamiento duro que no se abre ni decae, o por descubrirse negada para amar? (Fisiológico amor/ con sus peores garras me tortura).

La rendición, sin embargo, es mala consejera cuando arrastra una entera filosofía vital, cuando el centro de gravedad del corazón comienza a oscilar entre el lamento y la nada. Apunta en su introducción el crítico Piero Salabé: “El propio yo (de PatriziaCavalli) es el objetivo principal de su sorna y el objetivo de este malestar”.

La poeta alivia su dolor y su vacío con un decir cargado de intuiciones lejanas y  técnica laboriosa. Sea como fuere, el drama de la comedia humana adquiere notoriedad cuando ella lo elevaa categoría de arte crecido en las entrañas de la diversidad ontológica. Simplemente, en ocasiones, hay que saber esperar para convertirnos en testigos genuinos e ineludibles de lo que siempre quisimos que pasara: “Oh amores, ciertos falsos,/ sed amores y retozad felices/ en el vacío que os cedo”.

La traducción de Fabio Morábito, traductor proverbial del premio Nobel italiano Eugenio Montale, y Juan Andrés García Ramón, se nos antoja magnífica.

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