Las calles empiezan a sonar a decepción, a miedo e incluso a rebeldía. Un sonido que día a día se va extendiendo por toda la península generando cierta ansiedad e indignación en la ciudadanía. España está pasando por una de esas malas rachas que marcan toda una era, creando situaciones con efectos arrolladores que van engendrando un mayor descontrol desprovisto de resultados u objetivos claros que convenzan, o que en su defecto, relajen la tensión vivida en estos años de pandemia, y actualmente de guerra, con sus respectivas consecuencias.
La Huelva del transporte es otro de esos monstruos difíciles de manejar, amparados en un descontento generalizado que valoramos y aplaudimos durante la Covid-19, y que han sufrido el desamparo de un Gobierno que actúa tarde, aún ‘viéndolas venir’, esperando que con migajas llegue una calma que se resiste, en uno de los momentos más caóticos de la última década.
A toda esta difícil situación se une la misma panda de aprovechados que prostituyen la estabilidad del país para sacar rédito político, buscando siempre la brecha débil que intensifique el enfrentamiento sin medir las consecuencias. Es fácil desviar la atención del descontento cuando el precio de vivir está por encima de las posibilidades, cuando los recortes llegan a los límites aceptables o cuando las subidas del gas, electricidad o gasoil se alejan de cualquier bolsillo. Es en estos momentos en los que aparecen los vendedores de ilusiones, los captadores de sueños, que iluminados con falsos cheques en blanco y sin pudor alguno, mueven los hilos en su beneficio, refrendando y magnificando el horror y la tragedia de los infortunios que nos han tocado vivir.
Es evidente que el vacío político que estamos padeciendo es propicio para ello y es complicado no caer en dichos juegos cuando se pone en tela de juicio la propia supervivencia, partiendo de las necesidades más básicas que, o económicamente no se pueden adquirir, o no están disponibles. Ante este panorama, cabe reconocer que cualquier fanfarrón abanderado tiene argumentos suficientes para sacar tajada, y además, se lo ponen fácil.