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Turquía se come a Eslovenia y pasa a semifinales

La selección anfitriona, Turquía, se comió a Eslovenia en el segundo partido de cuartos de final (95-68) gracias a la combinación de un poderoso juego de equipo y al clamor del público, que dejaron a sus rivales sin respuesta.

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La selección anfitriona, Turquía, se comió a Eslovenia en el segundo partido de cuartos de final (95-68) gracias a la combinación de un poderoso juego de equipo -marcó toda la selección menos un jugador y cinco de ellos diez o más puntos- y al clamor del público, que dejaron a sus rivales sin respuesta.

El baloncesto es un juego de cinco contra cinco, al menos, según las reglas; pero Turquía juega con 15.000 más.

El estadio es un solo grito y una sola bandera, como en el nacionalista lema de la República fundada por Atatürk. Los aficionados aplauden a los suyos y silban a una cuando juega el contrario, superando en decibelios incluso a la ruidosa megafonía del Sinan Erdem Dome, en el que se disputa la fase final del Mundial.

El partido apenas tuvo a los aficionados en vilo unos cinco minutos en los que Eslovenia fue un digno rival, rápido y muy acertado en los triples (6-10). Nachbar y Vidmar ya conocen a los turcos, pues militan en los dos mejores equipos del país euroasiático -el EFES Pilsen y el Fenerbahçe Ülker- y parecía que iban a ser capaces de encontrar huecos en la defensa local. Pero el escolta turco Ömer Onan, también juega en el Fenerbahçe y fue capaz de cubrirlos con acierto.

El espejismo se desvaneció pronto. Ya en el primer cuarto, Turquía mató anímicamente el partido (24-14), valga la redundancia, con un impresionante mate de Ilyasova que alargó su metro y pico de cada brazo en una figura capaz de aterrar a cualquier contrincante.

El 'hombre de la máscara de plástico' (19 puntos, 5 rebotes y 2 robos) entre sus mates de bestia de las profundidades y su misterioso pasado, va camino de convertirse más que en un jugador estelar en un ser mitológico.

Cerraba Turquía la primera mitad del partido (50-31) con todas las estadísticas de aciertos por encima del 70 por ciento. Los turcos parecían compinchados con la canasta, les entraban todas y a los eslovenos se las escupía.

Pero los anfitriones no se contentaban sólo con ganar. El equipo que dirige el bosnio Bogdan Tanjevic siguió con sus mejores jugadores en pista hasta entrado el último periodo: por un lado sabedor de que los eslovenos no se iban a rendir y por el otro porque quería regalar a tan entregado público otra de las abultadas victorias a las que les ha acostumbrado en este Mundobasket.

El resto del partido, Turquía lo jugó para mantener la diferencia del luminoso en torno a los veinticinco puntos finalizando con un apabullante 95-68.

Ya no es sólo que Turquía tenga calidad -como demuestran sus cuatro nacionales en la NBA, Türkoglu, Ilyasova, Erden y Asik-, es que los turcos parecen jugar impulsados por un fuerza mágica que les impele a atrapar todos los balones, a conseguir rebotes inusitados y encestar con gran puntería. Llámesele a esa fuerza público, nacionalismo o la pócima secreta 'pasión por el baloncesto'.

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