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El cementerio de los ingleses

Conmigo o contra mí

Si dos discuten, cada uno defendiendo una postura, negar la razón a uno no implica 'per se' dársela al otro

Publicado: 05/05/2024 ·
19:02
· Actualizado: 05/05/2024 · 19:02
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Siempre se ha dicho que entre el blanco y el negro hay una gran variedad de grises. Si dos discuten, cada uno defendiendo una postura, negar la razón a uno no implica per se dársela al otro. En una sociedad que sufre la sobreestimulación informativa, que no lee cuerpos de noticia sino que se queda con los titulares, que tiene tal exceso de información que no la contrasta sino que se queda con la narrativa que le satisface, es normal que se produzca esa polarización de la que tanto se habla en los últimos años. De hecho, no hablamos de polarización ideológica o social: estamos hablando de polarización mental.

Una vez más, las redes sociales son el espejo perfecto para reflejar esta situación. Si lo pensamos bien, es como cuando lidias con borrachos. Mientras el beodo de turno se desinhibe por la euforia que provoca el alcohol, en las redes sociales la gente lo hace por el escudo del anonimato, la distancia y la pantalla. Lo que no dirías sobrio y a la cara, lo sueltas con la sensación de impunidad que da un nick, una foto de perfil que no tiene por qué ser la tuya y por saber que puedes hablar desde Tarifa con alguien de Cangas do Morrazo, por decir algo. En estos días, publiqué un vídeo en Tik Tok comentando la continuidad de Sánchez al frente del Ejecutivo. Decía que me alegraba, no porque Sánchez me guste (y conste que lo dije al principio del vídeo) sino porque supone una victoria de los medios democráticos sobre la guerra judicial y mediática que se emplea para cambiar dirigentes sin ganar unas elecciones.

Las reacciones no se hicieron esperar. Muestras de apoyo al presidente, comentarios contrarios al mismo y, para mi sorpresa, los que me imputaban el cobro de sobres, subvenciones o paguitas del PSOE. Y menos mal que había dicho que ni me gusta la figura de Pedro Sánchez ni voto a su partido, pero se ve que el personal no está por la labor de quedarse con los matices. Es como cuando discutes con un terraplanista: yo no soy científico, ni he visto la Tierra desde fuera para ver qué forma tiene, pero si el argumento que me das para defender que es plana no cuadra, te lo voy a decir. Yo no puedo demostrar que la tierra sea esférica, pero sí puedo decirte por qué tu argumento no demuestra que sea plana. No sé si me explico.

No me gusta Sánchez pero me alegra que se quede. No por el hecho de que él siga en La Moncloa, sino porque creo en la democracia: si no es mediante una moción de censura, unas elecciones, una inhabilitación por sentencia judicial o cualquier medio previsto en nuestras leyes, ningún presidente debe caer. Lo contrario sería normalizar el juego sucio, el acoso, el uso torticero de la Justicia y los medios... matonismo de taberna. No sólo se hace caer al cargo público que se encuentra en la diana sino que se manda un mensaje al que se plantea entrar en política, bajo un signo u otro, de que puede encontrarse una cabeza de caballo en la almohada.

No me refiero sólo a la política, aunque es el caso más flagrante. Como digo, parece que si no eres del Madrid eres del Barça, si no eres del PSOE eres del PP, si no eres de Podemos eres de Vox (una extraña simetría partidista que comentaremos otro día), si no eres de Cádiz eres de Sevilla, si no eres de Góngora eres de Quevedo, si no quieres ensalada es que quieres patatas fritas... Y parece que, en cada uno de estos casos, olvidamos al Atlético de Madrid o al Espanyol, olvidamos a Sumar (tan descafeinado que no tiene un antagonista claro), que existen Málaga o Granada, Lope de Vega, ensaladilla de cangrejo... que no es conmigo o contra mí, puedes preferir la indiferencia. Y así con todo...

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