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Notas de un lector

Y que en la luz vivamos

El autor madrileño Antonio Daganzo edita su noveno poemario, “El murciélago entre fuegos de artificio”

Publicado: 10/09/2024 ·
11:54
· Actualizado: 10/09/2024 · 11:54
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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En el año 2004, Antonio Daganzo daba a la luz su primer poemario, “Siendo en ti aire y oscuro”. Desde aquella lectura, supe que su compromiso con la palabra no iba a ser pasajero, sino una sostenida y constante batalla por hacer del verso razón de ser.

Dos décadas después, el autor madrileño edita su novena entrega, “El murciélago entre fuegos de artificio” (Ril Editores. Colección AEREA/ carménerè. Barcelona - Santiago de Chile). Sobre su anterior libro “La sangre Música” (2021), incidí en que detrás de la realidad que nos acoge hay un enigma por revelar, un misterio que tan sólo la poesía puede descubrir. Y, precisamente, desde ese afán el poeta construía un mapa donde el lector extendía sus interrogantes, a la par de sus resoluciones.

Ahora, este lírico “murciélago” sobrevuela estos textos plenos de memoria, de resistencia y de un candente lirismo. En su “Indagación en torno al murciélago”, José Emilio Pacheco dejó escrito: “es un ángel caído y ha prestado sus alas y su traje de carnaval/ a todos los demonios (…) ermitaño perpetuo/ vive y muere de pie”. Ese contexto que planteaba el escritor mexicano pareciera conjugar con el espíritu con el que Antonio Daganzo signa sus poemas. No en vano, su indagación se acerca a este universo nuestro en donde el ser humano contempla estremecido el discurrir de un tiempo entrañado en una desesperanza que no termina de espantar: “Vamos perdiendo/ con la soltura del herido,/ con su sangre./ Y nos han enseñado,/ entre tinieblas, a pagar,/ a pagar caro y hondo/ en los cómodos plazos de la resignación”.


Sin embargo, el anhelo del sujeto poético reside en desabrochar el desengaño, el dolor de cuanto sucede, y abrir de par en par las puertas a la esperanza. Claro que, para ello, es necesaria “la fe absoluta del rosal que nunca muere” y hallar la “limpidez contra el blanco nevado de las páginas”.

Dividido en un introito que da título al conjunto, y cuatro apartados “La librea de Haydn”, “Estancia en Occitania”, “Focos de resistencia” y “Dioses piadosos”, hay una notable convergencia en la espiritualidad y metafísica que tejen los versos aquí reunidos y que ayudan a comprender un discurso unánime, renacido, y que pretende ir “…doblando/ las esquinas de todos nuestros miedos” y refundar un espacio para “la ilusión/ la irredenta ilusión/ de que vendrá mañana lo que falta”.

Destaca, entre su variedad temática, la incidencia amatoria resuelta en algunos poemas hondamente bellos. El amor como estímulo, tentación y aliento vitales, se torna ofrenda y mirífica salvación: “Caminamos los siglos de este hermoso puente/ cruzamos el Carrión de mis desvelos,/ y quizá ya comprendas/ que el hombre que te ama ha llegado hasta ti/ rompiendo calendarios/ cosido a fechas muertas pero no malherido./ Con todo el corazón,/ con todo el corazón sabio por fin/ para quererte”.

Al cabo, un libro de común cercanía, que atraviesa y apuntala las dichas y tristuras que acontecen frente al ritual de lo cotidiano, y anhela ser conciencia y consciencia para alumbrar un orbe mejor: “Que sea suave el viento, benigna la memoria./ Y que en la luz vivamos”.

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