A la política andaluza no ha llegado ni por asomo la irrespirable fosa séptica que infecta la política nacional, aunque no debemos olvidar que el lawfare que denuncia ahora el Gobierno central de Pedro Sánchez estar sufriendo tuvo su laboratorio de ensayo en Andalucía y en Sevilla para derrocar los gobiernos socialistas y de IU en la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla, respectivamente, con el Partido Popular en la oposición. Y si en Andalucía se sigue respirando algo de oxígeno es gracias a que gobierna el PP y el presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, abomina del fango, la polarización y el radicalismo.
Prueba de su deseo de encapsular de estas prácticas tóxicas a nuestra comunidad, el presidente ha dado dos ejemplos nítidos en las últimas semanas. Primero cuando marcó distancias con Vox y otras fuerzas de ultraderecha al afirmar tajantemente en una entrevista en la SER el pasado 25 de diciembre que los andaluces quieren “gobiernos moderados y estables” como el suyo y que “no permitirían pactos con fuerzas radicales”. Y segundo al confesar “respeto” al proceso orgánico del PSOE ante la candidatura de la vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, como líder de los socialistas andaluces.
Estos pronunciamientos plausibles de Moreno han sido sorprendentemente desobedecidos por consejeros de la Junta, altos dirigentes del PP y por el alcalde de Sevilla. En un ataque desmedido contra Montero vinculándola con todos los males del pasado y del presente de los gobiernos socialistas en Andalucía y España, el Gobierno andaluz casi al completo ha salido en tromba para minar la imagen de la esperanza del socialismo andaluz, incluso dedicando buena parte de los dos últimos consejos de gobierno para acusar a la ministra de Hacienda de casi todo. Al mismo tiempo, PP y Vox han cerrado un pacto en el Ayuntamiento de Sevilla cediendo los populares a la agenda más retrógrada de la ultraderecha.
Así las cosas, cabe preguntarse: ¿cómo permite el presidente Moreno que sus generales y su ejército desobedezcan las instrucciones que verbalizó para respetar a María Jesús Montero y para no vincularse con fuerzas radicales? Sería interesante saber qué es lo que piensa, sobre todo porque ambos comportamientos de su tropa pueden poner en riesgo su imagen de moderación. Y no valdría que repitiera que la culpa del pacto PP-Vox es del PSOE porque no ha querido pactar nada con los populares. Si así lo piensa, por la misma regla de tres, entonces ¿es el PP el culpable de que Pedro Sánchez pactase con los que intentan romper España como Junts, los filoetarras de Bildu y los comunistas bolivarianos de Podemos?
