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Desde la Bahía

San Valentín al desnudo

Roma quería guerreros, no maridos enamorados, y Valentín celebraba en secreto matrimonios entre jóvenes a los que les unía el amor

Publicado: 09/02/2025 ·
14:45
· Actualizado: 09/02/2025 · 14:45
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Lo más probable es que haya otras partes, pero mientras estas no sean una realidad, la tierra es el planeta elegido por Dios para que en él se desarrollen los únicos seres vivos que pueden ser capaces de llegar a tener conocimiento de su existencia y contacto con Él. Hay en el subconsciente humano la idea de que hubo una vida paradisiaca que quedó en los barracones del olvido, donde los reptiles engañan a los inocentes. La generosidad del Creador de darle a hombre y mujer el libre albedrío, la capacidad poder elegir, es decir, la libertad plena  olvidando su desobediencia, la acompañó de un cúmulo de enseñanzas, que al cumplirlas le llevarán de nuevo a esa vida paradisiaca. La primera, ineludible y principal de estas instrucciones divinas, fue la idea del amor a Dios y el amor entre los seres humanos y, de las diferentes categorías del mismo, separó una de ellas, la objetivó con el vocablo enamoramiento y puso en “las manos humanas” la posibilidad de ser sublime ante la vulgaridad que pudiera de nuevo con sus “reptaciones maliciosas” llevarlos a padecer otro denigrante fraude.

Se pueden debatir, deliberar o cuestionar todas las “corrientes de relación” que el progreso pone ahora de manifiesto, pero en un principio, por creación, evolución, selección natural, transformaciones o cambios mutantes, nuestros ancestros fueron mujer y hombre bien definidos morfológicamente. En el hombre la musculatura condiciona su relieve, en la mujer el redondeamiento de sus formas, crea el primer concepto de belleza. El atractivo -la atracción mutua- comienza a forjar su camino de rosas, en el que posteriormente crecerán las espinas.

La mujer vivirá un segundo sublime amor, el que le depara su vientre ocupado por el germen de una nueva vida en evolución. El saber que su cría la necesita para poder vivir y desarrollarse, es lo que hace que la mujer sea más precavida a la hora de ofrecer su amor. Sin embargo, el hombre solo precisa de segundos para sentir por la mujer una atracción irresistible. El amor “a primera vista” es el líder de los regalos conocidos.


Hay unanimidad en reconocer que el "amor" precisa de una efeméride, un día dedicado totalmente a su encanto y ternura. Dejando aparte a los agoreros, que solo tienen la distorsionada visión de hacerlo sinónimo de un día de “negocio de comerciantes”, el 14 de febrero se celebra el Día de los Enamorados y se relaciona -no podía ocurrir de otro modo en un país como el nuestro, que se quiera o no, es de tradición católica, es decir “creyente”- con una santidad de la antigüedad romana: San Valentín.

El deseo de conocer es una de las cosas que quizás el Todopoderoso más alabe. No hay que constreñir el rostro, ni airear el carácter. La leyenda/historia de San Valentín nos dice que fue un sacerdote que de forma totalmente clandestina se opuso a la legalidad imperativa del Emperador Claudio II que derribaba todo atisbo de libertad. La tirana manía de los decretos/leyes se ha ejercido siempre y continúa existiendo aquí y ahora con la fuerza de un tsunami justiciero. Roma quería guerreros, no maridos enamorados, y Valentín celebraba en secreto matrimonios entre jóvenes a los que les unía el amor. Acusado de desobediencia y rebeldía, el final estaba anunciado; le cortaron la cabeza. Esto de “cortar cabezas” también ha llegado hasta nuestros días, si bien de forma figurada, en nuestras relaciones socio/políticas. La forma literal no se ha olvidado. Ahora los rostros no ruedan por el suelo, pero si se arrastran por él los desterrados por no comulgar con los ideales establecidos. San Valentín queda como símbolo de inmoralidad y decadencia y los gobiernos, cada vez en mayor número, desde hace muchos años vienen prohibiendo todo imagen o alegoría que recuerde esta efeméride, y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea avala el que las administraciones públicas prohíban a sus empleados llevar símbolos religiosos visibles al trabajo.

San Valentín murió un 14 de febrero del año 269. El Papa Gelasio I en el año 404 estableció la efeméride actual. La Iglesia se alejó de esta creencia y santidad del sacerdote romano. Es totalmente cierto que hasta 1948 -y los mayores del lugar pueden ratificarlo- nadie en España asociaba a este santo con el amor, si bien se conservaban algunas reliquias en lugares como Calatayud o Toro. Fue Galerías Preciados y su fundador, José Fernández, quienes incorporaron a nuestro país esta tradición anglosajona de regalar flores, perfumes o una invitación a cenar como detalle de amor en ese día. Previamente Cesar González Ruano, había escrito en el diario Madrid un artículo ensalzando al santo. El Papa Francisco en 2014 devolvió el sentido religioso a la festividad que había sido borrada del calendario eclesiástico en 1969.

Los tipos de familias y uniones entre las personas han variado y evolucionado a lo largo de los tiempos, pero el denominador común es el mismo: el amor. Es cierto que este amor no precisa de ningún icono en especial, ningún día festivo, ya que lo fundamental en él es el encanto, la entrega y los pequeños detalles, todos los días sin interrupción, que son la puerta de la felicidad. Volver al requiebro, al halago de la persona que nos enamora, de forma abierta, sin el miedo -que cada vez parece que nos está invadiendo más en nuestras expresiones- a ser calificado de forma insultante. El arrullo del palomo a la hembra nos da ejemplo. Es bastante más excelsa esta forma de comenzar una relación que la de sosteniendo en una mano el “cubata” y agredido por el estruendoso sonido de la música de una sala de baile, se escuche decir y después donde vamos a “hacer el amor” a tu casa o la mía y al otro día si te vi no me acuerdo. No presumamos de ateos, porque para ello hay que primero llegar a la conclusión razonada y estudiada -que no se hace- de la inexistencia de Dios. Mantengamos los recuerdos e iconos de aquellos mártires que perdieron su vida por creer en el amor. Adoremos a San Valentín.  Halaguemos a la mujer, porque ella es la puerta de entrada que nos introduce en la creencia de un SER SUPERIOR. Qué bien lo expresó con rimas de ensueño el poeta sevillano y romántico Gustavo Adolfo Bécquer: Hoy la tierra y los cielos me sonríen/hoy llega al fondo de mi alma el sol/hoy la visto, la he visto y me ha mirado/hoy creo en Dios.

 

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