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El alcalde del primer foco italiano COVID, 5 años después: "Llevamos la herida dentro"

"Nos quedan muchas cicatrices. A mi juicio, todavía necesitamos superar totalmente aquel momento dramático para todo un territorio y toda una población", dice

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Hace cinco años, el alcalde del apacible pueblo italiano de Codogno (norte), Francesco Passerini, se vio de la noche a la mañana al frente de la primera 'zona cero' de la pandemia en Europa, pero, aunque todo haya pasado, hay traumas que marcan: "Llevamos la herida dentro", confiesa en una entrevista con EFE.

"Nos quedan muchas cicatrices. A mi juicio, todavía necesitamos superar totalmente aquel momento dramático para todo un territorio y toda una población", reconoce.



El regidor habla en el mismo despacho donde, en la noche entre el 20 y el 21 de febrero de 2020, reunió a sus concejales para informarles de que uno de sus vecinos estaba ingresado por aquel virus del que ya se hablaba pero que se creía aún dentro de China: la covid-19.

Aquel fue el 'paciente 1', el primer caso autóctono italiano, pero tras él llegaría toda una avalancha de enfermos que sobrepasaría los ambulatorios de Codogno y de los pueblos colindantes y que supondría todo un aviso a un planeta que parecía ajeno a aquella enfermedad.

Passerini, de la derechista Liga, explica que al recibir la llamada de las autoridades superiores no pensó en esta amenaza: "¿El covid, un 20 de febrero, en plena llanura padana, lejos de cualquier frontera, aeropuerto o puerto, sin conexiones directas con China? Era algo que veías por televisión... Sinceramente mi primer pensamiento no fue ese".

Pero, al constatar la terrible realidad, publicó una ordenanza que prohibía desde el día siguiente cualquier actividad recreativa o aglomeración. Sería el origen de la doctrina del confinamiento que pronto conocería el mundo entero.

Desde Roma, el entonces ministro de Sanidad, Roberto Speranza, le preguntó hasta en tres ocasiones si estaba seguro. Lo estaba y firmó el documento. Después le seguirían otros pueblos, luego varias provincias y, el 9 de marzo, todo el país. El primer ministro, Giuseppe Conte, declaraba el confinamiento por "el bien de Italia".

El alcalde afirma que actuó por "intuición" y con el único fin de proteger a su comunidad. Cinco años después, ¿actuaría del mismo modo? "Sí, de hecho creo que el bolígrafo con el que firmé pesaría mucho menos", sostiene.

"Ningún administrador querría firmar un documento así pero, honestamente, lo volvería a hacer. Dimos el máximo posible en aquel contexto. El modelo surgido en Codogno después fue replicado prácticamente en todos los sitios de Italia y Europa", defiende.

Todo eso, subraya, pese a que por entonces "ilustres profesionales decían que el riesgo era prácticamente nulo en el interior italiano".

Mientras Codogno y otros pueblos vecinos se encerraban por miedo, en las grandes capitales se subestimaba la amenaza. En la gran metrópoli de Milán o en Bérgamo hubo quien restaba importancia al asunto ofreciendo en los bares descuentos por deliciosos 'spritz'.

"No es que lo subestimaran, fue desconocimiento", apacigua.

Los primeros días todo el pueblo vivió una situación "devastadora" e inimaginable, con hospitales desbordados, el vaivén de ambulancias, la carencia de medios pero, sobre todo, los muertos que empezaban a contarse.

Basta pensar que en el mes de marzo Codogno, de 15.000 habitantes suele registrar una media de 35 muertos. En el de 2020 fueron 146, explica el alcalde.

No obstante, el tiempo ha pasado y Passerini ha conseguido mantener el favor de sus vecinos, que lo votaron en su reelección en 2021 con un abrumador 72 % de los votos.

Un lustro después de aquella pesadilla, la industria que rodea el antiguo y hermoso casco histórico de Codogno, la más rica de toda la provincia de Lodi, se ha recuperado y ya genera cifras prepandemia.

"Somos una zona que tiene ganas de darse a conocer, de atraer a nuevos vecinos dada su comodidad al estar cerca de las grandes ciudades, con tantos problemas actualmente", promete.

No obstante, en el plano psicológico, incluso más emotivo o sentimental, permanecen unas heridas que, advierte, se llevan dentro pero que suelen emerger en este tipo de efemérides o en esporádicas conversaciones entre la dura gente de esta localidad.

"El tiempo todo lo cura, pero la herida todavía existe porque esas cifras son parientes, amigos, seres queridos o personas que habías visto algún día antes y que el virus se llevó", zanja.

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