- Juan Antonio Palacios
- Curioso Empedernido
Publicado: 27/09/2011 ·
18:38
Actualizado: 27/09/2011 · 18:38
Nuestro hombre, al igual que el primer pontífice de la historia de la Iglesia que no permaneció en la silla de San Pedro hasta su fallecimiento, ya que abdicó con anterioridad hacia el año 235, pasaría a la historia de su lugar de nacimiento por ser el primer edil en la democracia en largarse sin nada que le obligara ni política ni personalmente.
El, con el mismo nombre que aquel Papa, en pleno siglo XXI, concejal de aquel bonito pueblo enclavado en plena Sierra de San Marcos en la provincia de Soria, llamado Golmayo, de alrededor de 2.000 habitantes, había decidido dimitir y por tanto no presentarse a las próximas elecciones municipales. No sabía muy bien cual era la auténtica razón de su retirada, se llevaba bien con los compañeros de Corporación, era querido por sus vecinos, creía haber realizado a lo largo de los últimos años un buen trabajo. Al menos, le había echado horas y voluntad de intentar hacer las cosas lo mejor posible. Pero a Ponciano, se le había encendido alguna luz en su azotea y necesitaba tomar distancia de la vida pública. El, como buen socialista iba a seguir manteniendo sus objetivos, convicciones y realizando cuantas acciones sirvieran para ver realizados sus ideales.
En alguna que otra ocasión le había manifestado a su amigo Timoteo, que estaba cansado de tantos esfuerzos para conseguir tan poco, y entre la relación y la confidencia, se asombraba de la actitud desproporcionada y agresiva de algunos adversarios políticos en un lugar como aquel, en el que el que no era familiar o pariente, se conocían amistosamente de varias generaciones. Además, no soportaba dos de los males más extendidos en nuestra sociedad, el miedo al miedo y la indiferencia sobre todo lo que ocurre en nuestro entorno, y no quería ser una víctima más y que su vida terminara convirtiéndose en un infierno, traicionándose a él mismo y defraudando la confianza de los demás.
Jamás se había dejado embelesar por los encantadores de serpientes que intentan presentarnos una realidad que no existe. Siempre había procurado cultivar los pequeños detalles que son los que alimentan los grandes amores y en su quehacer diario colocaba por delante los intereses de su gente que sus necesidades e inquietudes.
Ponciano Sensato, era ágil y despierto, inteligente y observador, y enemigo de desviar sus responsabilidades hacia los otros o buscar excusas para mirar para otro lado y seguir dando largas a la hora de tener que tomar decisiones. Tal vez por eso, denunciaba con firmeza a aquellos que especialistas en no hacer nada, daban consejos a todo el mundo, incapaces de ser árbitros de ninguna situación complicada se mostraban arbitrarios y sectarios, desconocedores del justo equilibrio se comportaban de la forma más miserable y fugitivos de la generosidad se encerraban en su egolatría.
Entre tanta reflexión, comprendió que debía dejar paso a otras gentes, otras voces y otras ideas, y que su etapa había concluido. Ahora podría dedicar más tiempo a su familia, a sus tierras y a su ganado, pero eso no le impediría seguir ocupándose y preocupándose por las cosas de aquel maravilloso enclave de la Comarca de Frentes. Mientras, Ponciano seguiría pensando lo de aquel viejo proverbio anónimo de que la felicidad viaja de incógnito, y solo cuando ha pasado sabemos de ella.
P.D.-Cualquier parecido con la realidad, salvo la geográfica, es pura coincidencia
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