El Cristo de la Expiración mostrará su nuevo aspecto tras la restauración
Dentro del capítulo de estrenos o novedades de la Semana Santa, destaca el apartado de la imaginería.
Dentro del capítulo de estrenos o novedades de la Semana Santa, destaca el apartado de la imaginería. Curiosamente, el Jueves Santo será el día de las novedades, con el estreno y primera salida procesional de la imagen de la mujer Verónica de la hermandad de Tres Caídas, obra de Jesús Vidal González, aunque también resultará novedoso el centurión romano a caballo, que ya fue bendecido el año pasado, pero que no pudo apreciarse en la calle, por la suspensión de la salida procesional por la lluvia.
No es una novedad la imagen, pero sí se verá distinto el Cristo de la Expiración. Y es que la restauración a la que ha sido sometida por el isleño Pedro Manzano Beltrán, no sólo le ha devuelto el esplendor a la talla, sino que ha recuperado la policromía original de la imagen, realizada por José Tomás de Cirartegui de Saralegui en 1788.
El restaurador Pedro Manzano señaló esta semana que “la restauración del Cristo de la Expiración era una intervención necesaria, no caprichosa” y lo demostró porque la imagen, además de fisuras destacadas y numerosos repintados, e incluso afectada por hongos. Pedro Manzano puso sobre la mesa la calidad de la madera en la que fue realizada la imagen (Cedrela Odorata), una madera muy buena, seguramente llegada al Arsenal de la Carraca para la realización de los barcos y mascarones de proa, que resulta muy buena contra el ataque de xilófagos.
Sin embargo, en la restauración, Pedro Manzano ha detectado que hongos de pudrición parda que se comen la celulosa de la madera. Se han tratado dos focos en la espalda de la imagen, siendo el mayor de ellos de 3 centímetros cuadrados, de forma que tras la eliminación de la madera afectada y la aplicación de fungicida, se ha injertado una nueva pieza de cedro.
Manzano demostró con imágenes todos los estudios realizados a la talla, desde las radiografías, hasta el Tomografía Axial Computerizada (TAC), que desveló la existencia del documento sobre la autoría en el interior del muslo izquierdo de la imagen, entre otros descubrimientos.
El sometimiento de la imagen a luz ultravioleta, también desveló numerosos repintes y la labor de Pedro Manzano por recuperar el color original de la imagen, osea su primera capa de policromía, desveló también el deterioro y pérdida de policromía en varias zonas, además de rellenos con resina, aplicados en alguna de las últimas restauraciones de la imagen.
Se han contabilizado numerosas roturas de los dedos de la imagen, e incluso una zona oscura en la espalda, afectada por una fuente de calor. De la misma forma, la colocación en otra época del paño de pureza de tela, también hizo que aparecieran clavos de sujeción del mismo.
Muchos de los repintes que tenía la imagen, y así lo demostró el restaurador isleño, eran aplicados para camuflar daños que tenía la imagen. Tantos repintes dieron un aspecto distorisionado del real aspecto de la imagen, de ahí que ahora algunos vean la imagen y les produzca extrañeza. Manzano demostró que el color actual de la imagen, corresponde a la capa más antigua y lo hizo además, describiendo e incluso fechando los distintos estratos de policromía y las características de cada pintura.
No obstante, el imaginero aseguró que “poco a poco la imagen nos irá llenando y gustando mucho más”, ya que su aspecto difiere de la oscuridad ganada en los últimos años por repintes y acumulación de suciedad, pero refleja tal como la concibió su autor cuando la realizó. Es más, ahora destacan señales y aspectos en la imagen, que antes permanecían ocultos por los repintes.
Manzano realizó una identificación biológica de cada estrado de policromía, de forma que la imagen ofrece ahora una visión similar a la que tenía en 1788 cuando José Tomás de Cirartegui la tallara por encargo expreso.
No es una novedad la imagen, pero sí se verá distinto el Cristo de la Expiración. Y es que la restauración a la que ha sido sometida por el isleño Pedro Manzano Beltrán, no sólo le ha devuelto el esplendor a la talla, sino que ha recuperado la policromía original de la imagen, realizada por José Tomás de Cirartegui de Saralegui en 1788.
El restaurador Pedro Manzano señaló esta semana que “la restauración del Cristo de la Expiración era una intervención necesaria, no caprichosa” y lo demostró porque la imagen, además de fisuras destacadas y numerosos repintados, e incluso afectada por hongos. Pedro Manzano puso sobre la mesa la calidad de la madera en la que fue realizada la imagen (Cedrela Odorata), una madera muy buena, seguramente llegada al Arsenal de la Carraca para la realización de los barcos y mascarones de proa, que resulta muy buena contra el ataque de xilófagos.
Sin embargo, en la restauración, Pedro Manzano ha detectado que hongos de pudrición parda que se comen la celulosa de la madera. Se han tratado dos focos en la espalda de la imagen, siendo el mayor de ellos de 3 centímetros cuadrados, de forma que tras la eliminación de la madera afectada y la aplicación de fungicida, se ha injertado una nueva pieza de cedro.
Manzano demostró con imágenes todos los estudios realizados a la talla, desde las radiografías, hasta el Tomografía Axial Computerizada (TAC), que desveló la existencia del documento sobre la autoría en el interior del muslo izquierdo de la imagen, entre otros descubrimientos.
El sometimiento de la imagen a luz ultravioleta, también desveló numerosos repintes y la labor de Pedro Manzano por recuperar el color original de la imagen, osea su primera capa de policromía, desveló también el deterioro y pérdida de policromía en varias zonas, además de rellenos con resina, aplicados en alguna de las últimas restauraciones de la imagen.
Se han contabilizado numerosas roturas de los dedos de la imagen, e incluso una zona oscura en la espalda, afectada por una fuente de calor. De la misma forma, la colocación en otra época del paño de pureza de tela, también hizo que aparecieran clavos de sujeción del mismo.
Muchos de los repintes que tenía la imagen, y así lo demostró el restaurador isleño, eran aplicados para camuflar daños que tenía la imagen. Tantos repintes dieron un aspecto distorisionado del real aspecto de la imagen, de ahí que ahora algunos vean la imagen y les produzca extrañeza. Manzano demostró que el color actual de la imagen, corresponde a la capa más antigua y lo hizo además, describiendo e incluso fechando los distintos estratos de policromía y las características de cada pintura.
No obstante, el imaginero aseguró que “poco a poco la imagen nos irá llenando y gustando mucho más”, ya que su aspecto difiere de la oscuridad ganada en los últimos años por repintes y acumulación de suciedad, pero refleja tal como la concibió su autor cuando la realizó. Es más, ahora destacan señales y aspectos en la imagen, que antes permanecían ocultos por los repintes.
Manzano realizó una identificación biológica de cada estrado de policromía, de forma que la imagen ofrece ahora una visión similar a la que tenía en 1788 cuando José Tomás de Cirartegui la tallara por encargo expreso.
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