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Privatizadores del nosotros

El problema de la política es que se convierta en el ruido de la lluvia, un sonsonete lejano que de tan repetitivo llega a molestar...

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El problema de la política es que se convierta en el ruido de la lluvia, un sonsonete lejano que de tan repetitivo llega a molestar. Algo así me ocurrió con el debate entre los candidatos del PP y PSOE a las elecciones europeas, que escuché en la radio del coche con la misma fe de quien oye llover, sin esperar sorpresa alguna ante un runrún nada original. La ausencia de la imagen en estos debates es reveladora porque anula cualquier técnica de telegenia de los candidatos para dejarlos en la más absoluta desnudez, de la palabra. Y es que la palabra sigue valiendo más que mil imágenes.  

Esa palabra desnuda es un bisturí que deja al aire el hueso de nuestros políticos, ofreciéndonos una lucidez inmensa a la hora de sacar conclusiones. En ese debate las mías fueron pocas, pero rotundas. La primera: Europa, aquel sueño de una Unión de países para buscar juntos el progreso, la justicia y el bienestar, está absolutamente muerta. El mérito de los dos candidatos -en honor a la verdad, Arias Cañete hizo muchos más que Valenciano- fue demostrar que no existe un afán por recuperar ese proyecto de la casa común europea, sino tan solo lograr mayorías para los populares o socialistas europeos. Eso se tradujo en un enfrentamiento miope de ping-pong, cuya pelotita era los reproches a cuando el otro partido gobierna en La Moncloa. 

Segunda conclusión: a estos dos partidos les importa un bledo las elecciones europeas, que contemplan como un laboratorio de intención de voto de cara a los próximos comicios generales. El objetivo de PP y PSOE es lograr unos resultados positivos -no duden que lo serán, es el arte de interpretar siempre a favor de querencia- que les permitan contender con la otra formación política de cara a las municipales y generales. Pelean por obtener un ariete para tumbar al otro, es un asunto de dos, y aunque intenten despedazarse mutuamente siempre lo hacen en el ring del bipartidismo. Solo se ponen de acuerdo en una cosa, en que el cortijo es de dos amos, y al resto de formaciones minoritarias que les den.

La tercera conclusión, y la más terrible: PP y PSOE se han apropiado de la primera persona del plural para privatizarla. El mejor antídoto contra el yo y el tú siempre es el nosotros, el pronombre personal que engloba a las tres personas individuales y a los géneros masculino y femenino. Es la persona de la igualdad y de la verdadera política, aquella que trabaja por el bien común y busca la justicia para todos. La Unión Europea era un inmenso y abarcador nosotros, donde cada país abandonaba los pronombres personales singulares para unirse más allá de lo monetario, en los valores democráticos, en los derechos sociales y en la construcción del Modelo Europeo de Bienestar para las personas. Ese nosotros europeo, que tuvo incluso un intento de Constitución que acabó en el limbo político y cuyo recuerdo fue borrado por la crisis y las recetas de la Troika, bien que merecía la pena. Sin embargo, Arias Cañete y Valenciano me demostraron que PP y PSOE pretenden privatizar el nosotros europeo para transformarlo en el nosotros de partido, de manera que si no estás con ellos ya no eres uno de los suyos. Si tienen paciencia, vean de nuevo el debate y comprobarán que cada vez que ambos candidatos hablan de nosotros lo hacen de sus partidos políticos, utilizando la primera persona del plural para separar, diferenciar y atacar. Pervirtieron el nosotros, camuflaron el yo bajo su apariencia.

Y la última conclusión, quizás la más clarividente, por lo menos para mí: la no participación en las elecciones europeas es en sí misma un voto contundente contra esta Unión Europea convertida en un tacaño contable que solo sabe de déficit y en un inmisericorde usurero que saca las asaduras a quien rescata. El debate me reafirmó en mi convicción de que la abstención no es un anatema ni nos hace peores ciudadanos que los votantes, como quieren hacernos creer quienes llaman a nuestra puerta cuando se avecinan elecciones. Al contrario, es de los pocos gestos de libertad que aún nos quedan ante los privatizadores del nosotros; es de las pocas rebeliones que aún podemos permitirnos para construir un verdadero nosotros de progreso.

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