Las navidades pasadas, en vísperas de un viaje a Francia, mis hijos me regalaron un navegador para aplicar al automóvil que iba a alquilar...
Las navidades pasadas, en vísperas de un viaje a Francia, mis hijos me regalaron un navegador para aplicar al automóvil que iba a alquilar. El aparato me resultó muy útil para seguir la ribera del Loira, sin tener que viajar por las atosigantes y monótonas autopistas.
Que el satélite sepa en todo momento el punto en el que te encuentras es una de esas maravillas que le debemos a la investigación espacial.
En internet, hay una web donde el satélite te permite contar los puestos de atraque de cualquier puerto deportivo, y está al alcance de cualquier usuario. Si eso es así ¿cuál será la precisión de los instrumentos que manejan los militares?
Pensaba en todo esto a raíz del crecimiento prodigioso de piratas en las costas de Somalia. Los piratas existen desde que existe la navegación, igual que los cuatreros nacieron con la ganadería, pero de la misma forma que no se oye hablar de cuatreros, resulta exótico y chocante que la piratería florezca en pleno siglo XXI. Es algo así, como si renacieran los bandoleros en la autovía de Burgos o en la autopista San Sebastián-Zaragoza.
Piratas hubo con Grecia y con Roma, aunque los piratas florecieron durante los siglos XVI y XVII, debido al monopolio de España y Portugal respecto al comercio de América. Había piratas por cuenta propia y corsarios, que actuaban con la protección de los reyes de Francia o de Inglaterra.
Que con las actuales armas tecnológicas la piratería sea un próspero negocio sólo se explica por la negligencia de Europa y Estados Unidos en no acometer una de las pocas guerras justas que existen: la guerra contra la delincuencia para proteger los intereses y las vidas de los súbditos que sostienen los ejércitos.