Antonio es un niño de ocho años de El Puerto que juega en las categorías inferiores del Cádiz. Cada domingo va con su padre, su tío y sus primos al Carranza. Los Reyes Magos le han traído este año la camiseta nueva del Cádiz con el nombre de Toedli. Hay noches que hasta duerme con su camiseta. Su padre le ha prometido que si saca buenas notas le comprará unas botas de tacos e irán al entrenamiento del Cádiz para que Enrique se las firme. En su cumpleaños le han regalado un balón con los colores del equipo, una bufanda azul y amarilla y un póster de la plantilla del Cádiz que subió por primera vez a primera división. El mayor sueño de Antonio es jugar un día en Carranza y marcar un gol para que los fondos coreen su nombre y su padre se sienta orgulloso de él. Luego le gustaría fichar por el Real Madrid. Manu tiene doce años, también es de El Puerto y juega en Los Frailes. Cada fin de semana su padre se lo lleva al bar y ve con él el partido del Barcelona. Los Reyes Magos le han traído la camiseta de Messi y ya está perdiendo los colores de tanto ponérsela y de tanto lavarla. Su padre le ha prometido que si aprueba la primaria con una media de notable o sobresaliente lo llevará al Camp Nou a ver un partido de su equipo. Tiene su habitación empapelada de posters y además tiene la colcha, la toalla, una radio pequeñita, unas gafas y un despertador, todo con el escudo de su Barça. Su ilusión es llegar a jugar en el Camp Nou. Ni Antonio ni Manu han visto nunca el campo de fútbol del equipo de su tierra. No saben que viste de rojo y blanco, que lo entrena Jordi Fabregat ni que esta temporada jugó en Segunda B. Saben el himno y la alineación del Cádiz y del Barcelona respectivamente, pero no saben que el Portuense tiene 81 años de historia ó que su capitán se llama Sanlúcar. Antonio y Manu jamás serán racinguistas. Y mientras nosotros pensando que la gran deuda del Racing es económica, aunque ciertamente es muy grave. Pero quizás ésta sea nuestra mayor deuda, la más grande, la de más difícil solución y la más verdadera. Sufrimos déficit de racinguismo. Y no hay más culpable que nosotros, los portuenses. El futuro del Racing depende de nuestro compromiso. Es hora de comenzar a defender lo nuestro, de llenarnos de orgullo por todo lo que huela a Ell Puerto y de sentirnos apasionados y enamorados de nuestras cosas. Es hora de sentir el privilegio de ser de El Puerto y de ser del Racing y llevarlo a gala cada día: Yo soy de El Puerto, yo soy del Racing Club Portuense.
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