Ayer se presentó un estudio elaborado por Educo 2020 y la Fundación Axa sobre las inquietudes profesionales de los jóvenes españoles. Según se recoge en el mismo, un 30 por ciento de los universitarios andaluces se plantea crear su propia empresa, lo que supone que nuestra comunidad está por encima de la media nacional en emprendimiento. Andalucía se sitúa como la segunda comunidad autónoma, por detrás de Madrid, con más jóvenes con iniciativa emprendedora, a pesar de que muchos de los encuestados confiesan que esta actitud es más “por necesidad que por vocación”, debido fundamentalmente a la crisis económica y la falta de oportunidades, porque hace cuatro años, en el mismo estudio, el 70 por ciento deseaba ser funcionario.
En general, los jóvenes españoles lamentan no recibir más formación sobre innovación y emprendimiento, aunque en este caso, el porcentaje de andaluces que es menor que la media nacional, un 13 por ciento frente a un 18,2 por ciento. ¿Cuándo es el momento ideal para estimular este interés por emprender? ¿Debería fomentarse antes incluso de llegar a la Universidad y aquí completarse con la especialización profesional? Quizás habría que reflexionar sobre ello y abrir el debate e incluso valorar cuál debe ser el papel de la familia en todo ello.
Se me viene a la mente ahora el trabajo iniciado en 2008 con el proyecto Emprender en Mi Escuela (EME) para formar a estudiantes de primaria en la cultura emprendedora. Algunos de aquellos niños que comenzaron con esta iniciativa han llegado ya o lo harán pronto a la Universidad. Pero no son muchos los centros que se acogen a esta iniciativa.
Hace unos días, estudiantes de quinto y sexto de primaria del Colegio Platero de Málaga participaron en una de mis clases en la facultad, y nos explicaron cómo aprenden al tiempo que emprenden. Como afirmaban varios estudiantes aprenden matemáticas, lengua, ciencias, sociales o idiomas mientras se divierten en las cooperativas que ellos mismos ponen en marcha con el apoyo del profesorado. Y todo ello, mientras interiorizan valores como la convivencia, el trabajo en grupo, la comunicación, la creatividad, la solidaridad, el compañerismo. En estas edades hay que empezar a trabajar la cultura emprendedora. Así se dará la vuelta a la obligación por la vocación.