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La escritura perpetua

Feliz Antonia San Juan

Antonia San Juan despliega un alarde de recursos como actriz en ‘Mi lucha’, un espléndido monólogo que lleva varios meses representando en el teatro Nuevo Apolo

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Antonia San Juan despliega un alarde de recursos como actriz en ‘Mi lucha’, un espléndido monólogo que lleva varios meses representando en el teatro Nuevo Apolo, de Madrid. La dificultad de las relaciones familiares es el motor de esta obra, escrita por Félix Sabroso, que la intérprete ha dedicado a su madre. Los personajes que encarna Antonia San Juan se hallan al límite del abismo, zurradísimos por la vida, pero se aferran a un último resquicio de esperanza, aunque la consideren imposible, o decididamente a la crueldad. La intérprete canta flamenco, habla y habla, va y viene por el escenario, pronuncia las frases rapidísimo, y desliza alguna ironía: “Dicen que me echaron de la serie ‘La que se avecina’ porque no tenía memoria”, deja caer, cuando ya ha demostrado sobre el escenario que goza de una memoria privilegiada.

Antonia San Juan, en un nivel interpretativo permanentemente muy elevado, resulta especialmente brillante cuando sus personajes expresan la más desesperada crueldad desde una resignación casi beatífica. Como esa hermana que narra lentamente, como saboreando los hechos, la manera en la que ha matado a su gemela. Primero, el atropello con el coche, la víctima golpeándose contra el cristal. Luego, pasando las ruedas del vehículo sobre ella. Es terrible, sí, pero dicho por Antonia San Juan parece que las dos hermanas tomaron aquella tarde felizmente un chocolatito.

La actriz desafía al público, remueve sus conciencias, pero de una manera risueña, con humor, no al estilo de aquel autor de vanguardia que un mal día exclamó: “Hay que escribir contra el público”. Nadie está libre de pecado, y desde luego no se va a salvar por el precio de la entrada al teatro, parece transmitir Antonia San Juan. El esquésch de la prostituta está sobrado de melodrama, pero también de talento en la interpretación. Y ahí está la clave de la función: en el talento de Antonia San Juan. Se trata de una actriz de primer orden. Y de un memorión. El público le dedicó una larga ovación al final, en reconocimiento del trabajo interpretativo y de un espectáculo lenguaraz y dulcemente corrosivo.

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