En tres días termina el año que los españoles estuvimos sin gobierno. Y muchos ya empezamos a cantar en voz bajita esa canción de Mecano: “En la puerta del Sol, como al año que fue, otra vez el champagne y las uvas y el alquitrán, de alfombra están…” Así es, estos días “hacemos el balance de lo bueno y malo, cinco minutos antes de la cuenta atrás”. Permítanme que haga ese recuento tres días antes, y sin incluir ninguna inocentada.
¿Qué ha cambiado en Málaga? Solo las comisiones de investigación de LIMASA y Art Natura, debe ser por lo inusual, animaron el cotarro municipal durante los primeros meses del año. Pero todo se alegró después de la feria de agosto.
Llegó la apertura del ansiado Museo de La Aduana, después de 20 años esperando; el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, anunció que no se presentará a la reelección, aunque de sus palabras se desprende que seguirá dando guerra hasta el final, y no se sabe si para señalar a otro delfín, con permiso de Bendodo, que con sus últimos movimientos en Diputación ya ha dicho que está aquí para ser el sucesor. A esto hay que sumar la dimisión de María Gámez, como portavoz del PSOE, donde parecen que tardarán más en encontrar candidato o candidata, salvo que un Rey Mago, elegido sin primarias, como mandan los cánones, lo designe. Igual, así podrían ocupar el vacío (o el lío) de poder en el grupo popular.
¿Qué no pasó en 2016? Faltaría espacio en este artículo. Me quedo con lo más destacado. El debate sobre la gestión de LIMASA sigue en la agenda política y hasta marzo parece que no sabremos cómo se resolverá. Parece complicado con De la Torre ya en funciones, y aquí la oposición, toda, debe jugar un papel clave.
Mientras, el conflicto del metro continúa donde lo dejamos antes del verano, y así ha sido todo el año: idas y venidas del Ayuntamiento. Y mañana se espera una más, salvo que el espíritu navideño irrumpa en la reunión. Igual De la Torre nos gasta la inocentada con retraso, y firma todo lo que le proponga el consejero. ¿Hay apuestas? Feliz entrada de año.