Si hay un sector económico en Sevilla que pueda mirar al futuro con optimismo, es el turístico. Y no sólo por haber sido designado como “El mejor destino para visitar”, según Lonely Planet, o “El mejor destino del segmento de congresos, convenciones y eventos de España”, según la Asociación Ibérica de Travel Managers. Al margen de estos reconocimientos, la razón del buen momento que vive el turismo en nuestra ciudad hay que buscarla en la existencia de una estrategia clara respecto a lo que se quiere (referente mundial de turismo patrimonial y cultural) y a cómo conseguirlo (creación continuada de nuevos productos y trabajo continuado de conseguir nuevas conexiones aéreas).
Hemos abandonado en buena parte la “auto complacencia sevillana” respecto a que somos lo “mejor del mundo” y la hemos cambiado por una clara conciencia de tener que salir a “vender el destino” en mercados con mucha competencia. 2018 será un año trascendental para el turismo de Sevilla. No sólo por acontecimientos como Murillo o la Bienal de Flamenco o las diversas cumbres internacionales que se celebrarán en nuestra ciudad, sino también porque nos servirá para calibrar las estrategias municipales que llevamos dos años y medio implementando para conferir sostenibilidad al turismo. El turismo, o es sostenible o no es turismo.
Las previsión que manejamos es que 2017 volverá a batir récord de viajeros alojados en establecimientos hoteleros de Sevilla, con alrededor de 2,6 millones de turistas y superando la barrera de los 5 millones de pernoctaciones. Pese a estos números de récord, la ciudad aún tiene capacidad de crecimiento turístico, y en ello estamos empeñados porque el turismo es economía y es empleo, y ejerce un gran poder de arrastre sobre otros sectores económicos como el comercio, la agroindustria o el transporte. La cuestión es cómo gestionamos el crecimiento. Y en esta gestión tan sólo cabe una palabra: sostenibilidad.
La capacidad de crecimiento la estamos afrontando con diversificación de mercados, poniendo el énfasis en los países de medio y largo radio, en las alianzas con otras ciudades o con la dirección del Aeropuerto de San Pablo, y en la diversificación de la oferta, haciendo especial hincapié en la cultura, el deporte, la gastronomía y el patrimonio monumental y verde. Son líneas de trabajo que nos están ya garantizando, y así lo constatan los indicadores, la desestacionalización del sector turístico, es decir, turismo todo el año y no tantas diferencias entre temporadas altas y bajas. Vamos a duplicar los esfuerzos para poner en valor el inmenso patrimonio de esta ciudad ahora no accesible ni para turistas ni para los propios vecinos y vamos a desarrollar estrategias que tengan como protagonistas otros barrios como Triana o Macarena, sin olvidar el mayor desarrollo turístico del río Guadalquivir que nos brindan el nuevo Parque Magallanes y su paseo continuo hasta el Alamillo y su entorno cultural revitalizado con el CaixaFórum. La capacidad de crecimiento ha de venir principalmente por el aumento de la estancia media, que apenas está en dos días en la capital. Y para lograr ese incremento hace falta la diversificación de la oferta. En suma, más atractivos para quedarse.
La ciudad cuenta con una nutrida agenda cultural con programaciones específicas en invierno, primavera y otoño, e incluso en verano, espantando así el tópico de que Sevilla no se puede visitar en el mes por excelencia para las vacaciones familiares: agosto. Buscamos, asimismo, calidad. Con un turista que respete la esencia de la ciudad, se integre y participe de la economía local. Prestaremos cada vez más atención al control sobre las actividades turísticas ilegales o alegales sobre apartamentos turísticos, ocupación de vías públicas...
Defendemos la profesionalización y la calidad en los servicios turísticos y, en consecuencia, defendemos el negocio turístico, pero también el disfrute de la ciudad por sus propios vecinos. El desarrollo turístico de Sevilla no puede ser a costa de los sevillanos. Es necesaria la sostenibilidad social del turismo. Tenemos que estar preparados para absorber esa afluencia adicional de viajeros de 2018 y años posteriores, y nos estamos preparando. No hay nada que temer. Son nuevas oportunidades de economía, inversión y empleo y de incidir en el posicionamiento internacional que esta ciudad se merece. Y todo ello sin desnaturalizar nuestras calles o barrios o nuestra forma de vivir .