Pepe Guzmán

Publicado: 16/09/2018
Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

Sevillaland

Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Escribo el título, ‘Pepe Guzmán’, y se me hacen los dedos huéspedes. Servidor ha hecho mucho más el ridículo que vivido la satisfacción de un buen texto
Escribo el título, ‘Pepe Guzmán’, y se me hacen los dedos huéspedes. Servidor ha hecho mucho más el ridículo que vivido la satisfacción de un buen texto. Lo sé porque trabajé durante años junto a un ‘fin de raza’, al lado del último periodista de los que mueren con un papel arrugado en el bolsillo, con las notas tomadas para la próxima columna. Pepe Guzmán, de El Correo de Andalucía.

Me acuerdo de Guzmán -sevillano bajito y fino- ahora que van a cerrar a El Correo. Un periódico es un manojo de papel antes obsoleto a la tarde y, ahora, a los 5 minutos de imprimirse. Y aún así resulta vital para cualquier ciudad. Cuando no te queda a quien recurrir, algún periodista habrá que te coja el teléfono. Si un prócer domina el ecosistema con amplia suficiencia, un gacetillero con suficiente mala leche le hará retorcerse.

Los periodistas han perdido fuelle. La gente ya no los considera como antes. Fíjense, en los deportes hay muchos que se ponen la bufanda y hacen de hooligans, no de reporteros. En la política, ídem. Los diarios ya no son empresas provinciales, sino parte de un conglomerado de escala nacional que obedece designios superiores. Los fotógrafos, indomables y coriáceos, fueron laminados. Y las noticias, ay, las noticias de las webs buscan titulares trampa que te inciten a hacer click. Click. Será posible que la palabra click sea hoy la referencia del periodismo. Manda cojones.

Va a morir El Correo. Se ve venir. Quizás piensen que no se pierde tanto, pues son docenas las webs informativas que ofrecen un menú más o menos periodístico. Pero, por favor, háganme caso: no es lo mismo para quien escribe. Es como jugar en Wembley o en el nuevo estadio del Leganés. Es coger el teléfono y sentir al otro lado respeto del interlocutor, o no. Es notar en tus dedos el ligerísimo aroma que quieres imaginar de los grandes que, antes que tú y muchísimo mejor y más valientes que tú, hicieron lo que tú haces. Elegir una historia, contarla al lado del débil, y poner tu firma bajo el epígrafe que preside cada página. El nombre del rotativo.

Pepe Guzmán hizo lo que quiso con su talento y sus deditos porque en El Correo se podía hacer eso. Otros periódicos no pueden decir lo mismo. En Sevilla había diarios donde no se podía escribir con el margen que requiere ese compromiso llamado periodismo. Y los sigue habiendo. Cierran El Correo y se pierde parte de un tiempo, una ciudad y un oficio con dosis de belleza, honor y libertad que perdimos.

Es posible que ustedes no sepan de qué hablo. Cosas de periodistas, gente tan quejica como presuntuosa. Y lo entiendo. Pero quiero dejarlo escrito; en papel.

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