Hablar de la mayoría sin encuestas y sin votaciones es una temeridad rayana con la soberbia o una petulancia irresponsable. A veces hay que hacer ese ejercicio para tratar de convencer. La mayoría de la población desea acuerdos para progresar, dejar de lado las disputas inútiles por el bien común, plantear objetivos que beneficien colectivamente, más allá del sectarismo o del ventajismo.
De las musas al teatro. De la especulación a la realidad. Como evidenció el mal ejemplo de la cena irritante del Casino de Madrid, la asfixiante pandemia obliga a la modificación de lo que era habitual en modos políticos consagrados como normales. Los últimos vandalismos son también un sonoro aviso de los que quieren romperlo todo y un sólido argumento ad futurum.
Tras la moción de censura, el partido ultraderechista ha endurecido sus posiciones presupuestarias en Andalucía para arrastrar al gobierno andaluz en temas muy sensibles -violencia contra la mujer, memoria democrática, función y servicios públicos, retroceso en educación,.… - , en definitiva, hasta donde un gobierno responsable, europeísta y democrático ni puede ni debe consentir. En Vox le llaman a su cerco “garantías reforzadas”, con extraña sutileza para enmascarar sus políticas. En el Parlamento de Andalucía otras fuerzas tienen en sus manos impedir esta deriva. De manera evidente los socialistas andaluces. Se precisa hacer de tripas corazón porque el PSOE de Andalucía ganó las elecciones, aunque de forma insuficiente para gobernar, como se comprobó, aunque hoy el gobierno de izquierdas estaría en crisis por la ruptura estruendosa de Adelante Andalucía. El paso que los socialistas tienen ante sí es garantizar unos presupuestos para los andaluces, aunque sus actuales gestores hayan hecho todo lo posible para embarrar la historia de 37 años de gobierno que cambiaron Andalucía.
La teoría moral del mal menor puede ser aplicable a esta situación ciertamente insólita: que la oposición “acompañe” la aprobación presupuestaria mayor de España, tras la del Estado, 40.000 m. Las limitaciones las expuso Ramírez de Arellano: “Negociar principalmente con Vox y esperar aportaciones de los demás es sinónimo de Presupuesto con Vox y esperar que el resto se sume al trágala”. Gobierno y principal partido de la oposición tienen más que una oportunidad, un desafío para que la política pase de los excitantes duelos dialécticos a las reformas, como escribió Victor Lapuente, para evitar la suma negativa.