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Sábado 20/04/2024  

La novena provincia

Grandeza.

Quiero ver si soy capaz de insuflar un pequeño halo de esperanza porque la necesitamos....

Publicado: 04/02/2021 ·
19:12
· Actualizado: 04/02/2021 · 19:12
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Autor

Patricio González

Ingeniero Técnico Naval. Fue alcalde de Algeciras durante doce años (1991-2003). Ha publicado un total de 14 libros

La novena provincia

Espacio dedicado a la problemática del Campo de Gibraltar, aunque también a temas generales de la situación de Andalucía

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Hoy no les voy a hablar de esta maldita tercera ola. Quiero ver si soy capaz de insuflar un pequeño halo de esperanza porque la necesitamos. Crecimos sintiendo que las personas  eran grandes por sus cualidades, virtudes y valores.

Aspirábamos a ser como esa gente  que sembraban admiración. Muchas, desarrollando su poder, manejaban la vida propia y, a veces las ajenas, con grandes dotes.

Pero un día, cuando te has hecho grande, comprendes que toda esa magnanimidad admirada también está llena de pequeñeces. Cuando ocurren cosas como esta pandemia, estos momentos extraños, malditos, un pequeño gesto, acto, momento, etc., tienen un valor muy específico y vital. También debemos saber  que muchas de estas pequeñas cosas son las que le pueden dar  sentido a una vida o a una nueva normalidad.

Las grandes cosas ambicionadas, si no llegan, generan muchas frustraciones. Ahora hay mucha gente frustrada o depresiva   en momentos como estos que estamos pasando con la pandemia. Mucha gente que, con este sentimiento, habita entre nosotros; pasan por la vida dando malas respuestas, malos gestos, malas palabras si no gritos.

Una sociedad crecida en la ambición, en la creencia de que hay que tener… destruye la esencia simple de las personas y convierte en amargura la simple espera de lo inalcanzable.

Un amanecer, que no es nuestro, que nos lo da la naturaleza nos pongamos como nos pongamos. Lo mismo da una puesta de sol. Un día que te permites mojarte con una lluvia intensa. Un rato con amigos; una conversación interesante. ¡Tantas cosas!

Podemos querer un coche mejor, una casa más grande, un sueldo mayor… ¡claro, no! Todos queremos más. Pero en el camino nos olvidamos de lo que de verdad nos reconforta y genera es esa sonrisa que trasluce alegría.

El aprecio de los pequeños detalles, la sonrisa expresada en nuestro rostro ante un cruce de mirada con alguien; la transmisión de esa tranquilidad y paz que se puede obtener por aprecio de todo lo demás, dejando de lado esas cosas grandes a veces inalcanzables. La sensación verdadera de que lo más importante no es hacer muchas cosas, ni grandes ni pequeñas, sólo algunas y auténticas, nos relaja.

Esa relajación ante la aceptación de nuestra pequeñez en el universo… de la realmente pobre existencia que representamos… esa desaparición del orgullo de ser, relaja.

La relajación, entonces, permite apreciar todo lo que hay y pasa a nuestro alrededor. Disfrutar de una vida en la que los grandes objetivos pasan a segundo plano y que, sin quererlo o buscarlo o perseguirlo con ahínco, llega o puede hacerlo pero sin ansiedad y la consecuente amargura posterior ante el fracaso.

Cuando algo pasa es porque tenía que pasar. Explicable o no. ¡Da igual! Tras esto puede venir… ¿Quién sabe? ¿Es que realmente sabemos algo de algo?

Desterrar la soberbia de la grandeza, recuperar la humildad como modo de entender la vida, valorar lo pequeño… Definitivamente, no aspirar a ser grande, al menos como ese tipo de personas grandes “hiper dimensionadas” en la infancia.

Aspiraremos a ser grandes en sentimientos y sensaciones, en vivencias y experiencias, desde la más maravillosa insignificancia, de esas que nos rodean y que hay que mirar bien para poder ver, hasta la intuición del sufrimiento de muchos.

Esa es la grandeza que debemos buscar, mucha suerte a todos .

 

 

                         

 

 

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