Estamos en pleno proceso de desescalada en casi todas las autonomías. Nos dicen que está ya en bajada esta tercera ola. Nos dan estadísticas y, parece, que todo va a mejor. Sin embargo, el número de muertos diarios no baja sino que sube. Hoy, son 513. Hace unos días comentaba que la media diaria era de cuatrocientos fallecidos. Esa media ha subido a quinientos. Pero eso pasa a segundo plano porque lo principal es la campaña electoral catalana o esas declaraciones de unos y otros que parecen querer tapar lo que realmente está ocurriendo. Y lo que pasa es que se nos están muriendo a chorros. Esa es la verdad, esa es la vida real, esa vida en la que la gente debería poder reír, poder amar, gritar, saltar, o simplemente sentarse en un banco para ver pasar a la gente.
Y en esta muerte a chorros a diario, quiero hablarles hoy de la vida, esa vida que se nos escurre a diario entre los dedos. Acabo de leer la historia de una pareja de personas mayores que han muerto de coronavirus con tres días de diferencia pero que pudieron darse la mano. Se amaron tanto que murieron juntos.
Solo nos queda la vida, solo tenemos nuestra vida, solo poseemos lo que vivimos , lo que sentimos, lo que nos hace sonreír cuando notamos su mano.
Cuando en medio de la desesperación, nos acaricia diciéndonos que todo va a ir bien, ese es el mejor medicamento contra la locura jamás creado por el ser humano. Pero esto que les cuento, nadie se lo va a contar en la campaña electoral porque ahí nadie va a debatir sobre el amor, de su sentido, en definitiva, de la vida. Es tan importante eso que está fuera por completo del alcance del circuito por el que se mueve la política, en el que solamente se aspira a sobrevivir.
Pero a nosotros nos que la vida. Y amar. Hasta que la muerte o este puto virus intente separarnos, cosa que está por ver. Suerte a todos.
