Que Marbella es un polvorín político desde hace años, lo sabemos todos.
Los partidos tradicionales de este país ya provocaron, hace décadas y gracias a su desastrosa gestión, que el populista Jesús Gil se hiciera con el poder de su Ayuntamiento. De aquellos estertores devino la degeneración en forma de alcaldías para Julián Muñoz y Marisol Yagüe, hasta la intervención del Estado.
Tras la gestora, la actual alcaldesa ha tenido varias polémicas. Seguramente la más sonada fue la cesión de suelo del término municipal a Benahavís en la que presuntamente habrían sido beneficiados su marido y su cuñado.
No hace falta recodar que la propia regidora popular vive en una villa valorada en varios millones dentro de la urbanización que formó parte de aquel ‘regalo’.
De aquellos polvos, además, viene que en las últimas elecciones generales Javier Arenas le pidiera a Pablo Casado que Ángeles Muñoz (otra vez Muñoz, sí) volviera a ser senadora para poder continuar beneficiándose de su condición de aforada.
Esta semana sabemos que su hijastro está siendo investigado por un (también) presunto caso de blanqueo. Demasiadas presunciones en torno a la misma familia. Si hubiera dinero en efectivo, habría que preguntarse de dónde ha salido.
Ya es hora que los concejales populares y su Ayuntamiento sirva al pueblo de Marbella y no solo y personalmente a quien detenta la alcaldía como un trono. La marca Marbella lo exige ahora más que nunca. El Partido Popular debe valorar ya si tiene un recambio.