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El jardín de Bomarzo

Encuentros en la tercera fase

Entramos en mayo y se nota cómo la primavera va empujando a los últimos flecos del invierno para que el horizonte se despeje

Publicado: 30/04/2020 ·
14:03
· Actualizado: 30/04/2020 · 17:28
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Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"Has de poder discernir que el fracaso y el éxito son dos impostores que nos invaden la vida y que hemos de tratarlos con la misma indiferencia", R. Kipling -frase de cabecera de Michael Robinson-.

Entramos en mayo y se nota cómo la primavera va empujando a los últimos flecos del invierno para que el horizonte se despeje en azul verano, confitado, pero verano recio al fin y al cabo. Quizás uno con playas y chiringuitos semivacíos y de entrada es cuestionable cómo serán estos encuentros en la tercera fase manejando el metro para medir distancias y la habilidad para desmenuzar una sardina depurada, y otra discernir su tasa de peligrosidad acumulada desde que un pescador la sacó del mar hasta ese plato donde, doradita, se ofrece. O la cubertería, el servilletero de propaganda, la fina copa de manzanilla donde a saber cuántos labios antes posaron sedientos y que ahora, uno tras otro, asaltan de duda la necesidad verdadera de un trago... La nueva normalidad está llena de dudas. El plan de desescalada planteado por Sánchez abunda de entrada en el enfrentamiento de las dos Españas, cierto es que siempre separadas pero con esta crisis sanitaria, si cabe, cada día más alejadas entre sí; aquella a la que todo lo que plantea el gobierno, con su séquito de medios de comunicación detrás, le parece entre mal y fatal, sea lo que sea, y esa otra a la que todo lo que dice Sánchez le gusta o parece bien, diga lo que diga, también con sus correspondientes plataformas mediáticas aplaudiendo. Los que no suman en ninguna de las dos porque participan a medias en gustos y reproches son sospechosos para ambos bandos, seres incorregibles que al no estar agrupados deberían ser agrupados en el subgrupo de los sin grupo.

Más destacable es, en todo caso, un horizonte cercano donde toma valor doble todo lo cercano, aquello que habita en tu kilómetro cero, tu unidad familiar, tu ciudad, tu provincia, todo lo más tu comunidad autónoma. Toma valor la provincia, la idea de unión entre las localidades más cercanas como método de autoprotección para sectores esenciales como, en el caso de Cádiz, el turismo o el consumo en la restauración; visitar y consumir tu provincia, Cádiz, más ahora que de ella por tiempo no podrás salir es la mejor y casi única fórmula para coger impulso y salir del atolladero: serpentear desde Calzada por plaza Cabildo en Sanlúcar con parada en Balbino o Barbiana, desde la Costilla hacer lo propio hasta el Duque de Nájera en Rota espigón al fondo, por el paseo marítimo de Cádiz hasta el Barra7 mientras la brisa en La Victoria despeja, un paseo por las alturas de Vejer, una tapa en la barra del Campero en Barbate, cualquier playa de ahí a Tarifa, donde comer un atún en La PescaderíaPalmones en Los Barrios o en casi cualquier sitio de la sierra como Grazalema, Zahara, Setenil en las cuevas, Arcos... Palo Cortado de Cayetano del Pino con un Payoyo en La Quesería, Jerez. Una locura. Hay provincia para tres confinamientos, pero todo dependerá de la evolución por fases de un Sánchez y de su estado alarmado, al que ha cogido gusto, nadie discute que con necesidad justificada, porque es mucha la atención que genera en el pueblo confitado en maratonianas ruedas de prensa donde expone su grandilocuencia gramatical.


La DESESCALADA es el tema estrella estos días en casi todos los países del mundo. Desde hace dos semanas llevamos escuchando a los grupos de la oposición la necesidad de conocer un plan de salida, incluso los machacones mensajes negativos sobre la situación de confinamiento  nos ha llevado a tener una imperiosa necesidad de conocer el plan y de salir de casa como sea. No se entiende qué tipo de ideas se instalan en determinadas personas que nada más conocerse el plan no paran de criticarlo cuando, no hay que olvidarlo, los contagiados suman 212.000 personas aún -y eso es mucha gente-. La necesidad compulsiva inicial de conocer cifras ha virado en la más mundana de salir, ir de tiendas, bares, restaurantes y espectáculos y no miramos con tanto interés cuántos positivos y muertos se producen a diario. Lo complicado, nadie lo discute, es calibrar a gusto de todos la desescalada sanitaria con prudencia y el interés de todos los miles de pequeños y medianos comerciantes que han visto proyectado un plan no acorde con la realidad económica, del que no han participado, pero al que de alguna manera hay que sujetarse porque mucho peor sería volver al punto de origen y todos sabemos que en España a las puertas de verano los bares y terrazas son el lugar idóneo de quedada para cualquier brote contagioso. La limitación del aforo les acarreará pérdida de beneficios o incluso la insostenibilidad del negocio, pero no hay otra alternativa que una desescalada lenta y paralela a los datos diarios que difunde Sanidad. Como tampoco es razonable que pensemos que la solución a la crisis económica pase por que las administraciones públicas sean quienes lo paguen todo; en Alemania, tras el retroceso sufrido en contagios, se han visto obligados a dar marcha atrás y endurecer las medidas de desescalada porque la prioridad es la salud pública y cuando acabemos con el virus, la prioridad será salir de la crisis económica. Otra cosa es que se busquen medidas de equilibrio entre levantar restricciones y controlar los contagios.

Los españoles tenemos como hobbie principal la crítica; a vecinos, compañeros de trabajo, familiares y amigos y, en este caso, sumamos casi cincuenta millones de expertos en pandemia. Y no. La suma de estos dos defectos de nuestra idiosincrasia es abono fácil para la labor de todos los partidos políticos cuando están en la oposición. Si nos paramos a analizar, está por ver que algún político del partido que sea valore positivamente algo de la gestión del gobierno del partido que sea. Es obvio que tal como se sustenta la mal llamada política alabar algo del oponente no da rédito político, lo da la crítica y si es de tinte populista aún más rédito produce. No tenemos idea cierta de cuál era la fecha más acertada de declarar el estado de alarma, tampoco de cuáles medidas sanitarias eran las mejores, no sabemos los verdaderos problemas de gestión sanitaria de un virus desconocido por todos y de una situación no vivida desde 1918. Tampoco conocemos las competencias que corresponden a cada administración en este estado de alarma. Desconocemos el origen y evolución del virus. Y, desde luego, tampoco sabemos qué plan de desescalada es el mejor. Pese a nuestro desconocimiento nos lanzamos a criticar todo porque en la vida todo es criticable y mejorable. Ante esto, lo preocupante es la cada vez más acusada confrontación política que ha encontrado en el virus y confinamiento la horma del zapato para volver a usar al pueblo como rehén, porque ¿qué ciudadano puede estar contento con la situación que vivimos?; sea con una gestión buena, aceptable, regular o pésima,  siempre estaremos descontentos.

Los datos sobre los positivos y muertos ha sido el objeto del deseo de muchos alcaldes andaluces, que los llevan solicitando a la Junta de Andalucía desde casi el principio de la crisis. Una petición razonable porque los ayuntamientos prestan servicios que pueden modular según la gravedad de la situación en su municipio. Como la gestión de los hospitales siempre ha sido competencia de las comunidades autónomas, los datos los tenían ellas. En nuestra comunidad, la Junta se negó a ofrecerlos bajo la excusa de que tenía que autorizarlo el gobierno de la nación pese a que otras CCAA los estaban haciendo públicos. Después la Junta alegó que no los tenía por municipios, que sí por hospitales pero que en cada centro sanitario había enfermos de distintos municipios; otra excusa que duró minutos porque el SAS está informatizado y cuando ingresas en un hospital consta tu domicilio. A continuación la negativa a ofrecer los datos se amparó en que había pedido opinión al gobierno de la nación y este les había comunicado que la información por provincias era suficiente, aunque no les desaconsejaba ni prohibía darlos por municipios. La Junta se amparó en que esa información podía estigmatizar a los municipios que sufrieran más casos de contagios o muertes. Lo cierto es que esta semana fueron filtrados por la Junta a un medio de comunicación para, a las pocas horas, publicarlos en la web porque el PSOE, aseguraron, se lo pidió. Sería la primera vez que tan raudos actúan ante una petición del principal partido de la posición y frente a una información tan sensible, al margen de hacerlo mediante una filtración impropia de quien quiere hacer gala de transparencia pública.

No cabe duda de que pasado el tiempo se conocerá con detalle cómo actuó cada cual y qué grado de responsabilidad tiene y, lo que es más importante, qué ajustes necesarios requiere tanto nuestro sistema sanitario como aquel referente a competencias dentro del entramado de administraciones públicas. Pero ahora lo que toca no es eso, sería más bien el pensar en encontrarnos todos en esa tercera fase anunciada y hacerlo en cierta armonía, tanto en el respeto de los espacios, con la normativa rigurosa sanitaria sobre niños y adultos, en la compresión de la situación complicada que vivimos todos y teniendo muy presentes que al final el gobierno somos todos y el ciudadano confinado merece un esfuerzo en aras del entendimiento y no tanto camorrista de corte universitario que solo pretende hacer de la crítica trampolín hacia el poder. Tratándose de España, una utopía casi.

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