Como si se tratara de la función del siglo, el escritor Pedro Sevilla llenó anoche inusitadamente el teatro Olivares Veas, hasta el punto de dejar a más de uno en la calle por falta de butacas. Eso en lado social, pero lo importante era la presentación de su nuevo libro, la ya aclamada novela
Los relojes nublados, lo mismo un canto a la muerte que un canto a la vida según se mire, con el oscuro mundo del alcoholismo como telón de fondo donde el autor escarbar. El autor, con su timidez intrínseca, firmó algunos ejemplares en la antesala del acto, posiblemente abrumado por tanto achuchón...
Sí, la convocatoria de la Delegación municipal de Cultura de la mano del autor fue un éxito que seguro dejó la mar de contentos a los hosteleros del casco antiguo, pero más satisfecho aún al público que acabó el acto sintiendo al alcohólico como a un hermano, como a un ser humano tan débil como fuerte. Porque en torno a su figura gira la obra: la historia de Miguel Ortiz Sanjuán, alcohólico, hijo del alcohólico y hombre de múltiples experiencias vitales que abarcan los mundos de la política, del funcionariado… y, cómo no, con los sentimientos universales como hilo conductor y con los que el autor, una vez más, justifica la conducta humana; una característica de Pedro Sevilla latente en su ya amplia obra en prosa, pero también en su vida personal. Pedro siempre encuentra una explicación a toda forma de estar, a toda manera de ser…
El autor de estos relojes que marcan la desmemoria de las personas y que nublan los recuerdos y vivencias confió en su buena amiga y compañera del club de lectura
Cómpeta Paqui Morales Yesa para que le presentara el libro, lo cual cumplió la historiadora con gran acierto, pero sobre todo con gran sinceridad. Su análisis de la obra se sustentó en una breve, pero amena descripción, en las subhistorias y en los personajes que confluyen en el libro: la muerte de un padre, el cementerio como lugar de encuentro de la muerte y el amor incondicional e infinito, el sufrimiento ancestral de la mujer, la política como instrumento degradado en la historia reciente de España…; ¡ah!, y el amor, ese que reúne a la gente en torno a una tristeza compartida, que conoce lo bueno y lo malo.
Como que la destreza de la presentadora acabó hurtando el discurso al autor, lo cual agradeció este, Pedro Sevilla se dedicaría a enumerar una interminable lista de agradecimientos, algo propio de una persona agradecida a la vida que le ha tocado porque no le ha salpicado de rencores y, en cambio, sí de buenos amigos y admiradores: la Delegación de Cultura y sus trabajadores, a la presentadora, a su “maestro” José Mateos –escritor y poeta portuense-, a su editorial de siempre –
Renacimiento-, a su otro gran maestro –por el poeta Julio Mariscal-, a la escritora Pepa Caro y, a título póstumo, al recientemente fallecido Cristóbal Romero, el escritor ido de la generación de los cincuenta
Alcaraván que confió en unos adolescentes de los setenta que un día conformaron el grupo poético
Calima… Pero si hubo una mención especial en su cercano discurso fue para Paco, simplemente Paco, un amigo de Alcohólicos Anónimos que cambió la vida del autor hace diez años. Pedro Sevilla confiesa que cuando ve la luz encendida en el local del grupo, en la barriada de la Paz, se le eriza el vello de la piel…
Como se suele pronunciar en este tipo de presentaciones, lo mejor será leer esta obra novelada en la que Arcos -el pueblo lo mismo sublime que infierno- se refleja con suma nitidez, con un retorno hacia un tiempo pretérito, hacia nosotros mismos.