Resulta presuntuoso en la era de la tecnología pretender abarcar todas las áreas del conocimiento; al menos, con un rendimiento capaz de ser fiel a los avances que se imponen día a día bajo las múltiples manifestaciones y en aras del pretendido progreso. Tanto, que ni siquiera existe la posibilidad de actualizarse en cada una de ellas.
Resulta tan vasta la información a la que se tiene acceso, tan rápida y a veces tan contradictoria, dependiendo de los intereses del emisor, que como resultado obtenemos un marasmo de datos ilegible, indescifrable y casi siempre objeto de investigación nunca llevada a cabo.
Si bien es verdad que habría que diferenciar las áreas del saber, suele producirse un paralelismo entre aquellas cuyo objeto es meramente científico, divulgativo o simplemente informativo.
La actualidad diaria, alimentada por un sinfín de emisores, articula la confluencia de los ángulos cual prisma, a través del que miramos, sometiéndonos a menudo al disloque que produce una imagen poliédrica, multiforme, inconclusa, incierta, atenuada o simplemente deformada por la carencia del plano que podría suponer el espejo pulido de la verdad.
Pretendemos ir descendiendo en el nivel de análisis hasta pisar tierra y acercarnos así a la inmediatez que conlleva aquel conocer, cotidiano por inmediato, de la realidad (que no la verdad) del día a día. Esa que no es indiferente al curso de nuestras vidas y que se convierte, en contra de nuestra voluntad, en un condicionante y a la vez, cual devorador insaciable, en objeto y sujeto del desinterés, apatía o, por el contrario, indignación.
Un medio de información, en el proceso de comunicación, trasmite algo que ignora el receptor. Si queremos dar el valor que tiene el acto, deberíamos no solo recurrir a grandes titulares o primeras planas, sino cotejar fehacientemente el hecho informado, acreditando así las voces informantes a través de la corroboración de lo notificado. Práctica propia y esencial del oficio periodístico, lejos de la trivial comercialización del medio.
Podría parecer enrevesado el contexto en el que queremos enmarcar el conocimiento al que aludíamos al inicio. Lejos de ello, damos por supuesto, que la mujer y el hombre político, involucrado en su sociedad, se educa en base a un criterio participativo, donde los medios, en esta época tecnológica, forman parte imprescindible del distinguir una cosa como distinta de otra.
Asociar el tacón a lo femenino suele ser un recurso fácil en el que solemos sentirnos cómodos, toda vez que nuestro imaginario - de imagen – cultural se ha encargado de asociar indefectiblemente la aguja del objeto, en una suerte de fetichismo erótico, con el citado género.
En los tiempos que corren, la ambigüedad positiva donde todo se interrelaciona, mezcla, o, para los más ortodoxos, se confunde, asociar el tacón a un género podría tener ciertos visos de sesgo, tanto cultural como de imagen y chirriar con el concepto de libertad al que aspiramos.
Este aparente disloque de asociación de ideas, se transcribe de la misma manera al ámbito al que nos estamos refiriendo, llegando al punto de no saber a qué atenernos cuando, como presuntos datos, se difunden noticias que no van acompañadas de coletillas en las que se diga: “este medio ha tenido acceso a los documentos que corroboran las declaraciones de….”
Cuidadosos o efectivos. Profesionales o responsables. Cualquier calificativo en este sentido hace de la información periodística una contribución y sostén necesario hacia aquella educación y participación social a la que todos deberíamos aspirar.
Barrer en casa primero, suele proyectar la imagen propia de responsabilidad a través de la que podremos hablar de limpieza y subsiguientemente trasladar la idea de higiene obligatoria al conjunto de la sociedad.
Mientras solo seamos capaces de ocupar el contenedor del vecino con los escombros que vamos dejando, solo podremos aspirar a enrarecer el significado de honestidad. Por el contrario, quizá también debería preocuparnos, en asociación de ideas, informar con la misma contundencia aquellos errores, vicios y desatenciones en las que hemos incurrido en el pasado o mientras se estaban produciendo las actuales, para así poder ofrecer el ángulo real dentro del prisma visual de una realidad, que la maraña de esta era tecnológica no nos deja atender, descifrar y asumir como verdadero.
Definitivamente la información social en sus diferentes ámbitos, también forma parte de la cultura de un pueblo y una forma efectiva de discernimiento.
Arcos
Asociación de ideas
"En los tiempos que corren, la ambigüedad positiva donde todo se interrelaciona, mezcla, o, para los más ortodoxos, se confunde, asociar el tacón a un género podría tener ciertos visos de sesgo, tanto cultural como de imagen y chirriar con el concepto de libertad al que aspiramos"
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